FERBLOG

viernes, abril 15, 2005

GESTIONES EN AMÉRICA

Parece ser que a Moratinos no le está yendo bien allende el Atlántico. Nuestras relaciones con los Estados Unidos no terminan de ir bien. Y es que es difícil.

Es difícil, en general, porque las relaciones internacionales son una cosa muy seria y, por tanto, no apta para personal del perfil que presenta nuestro gobierno. La desgraciada serie de comportamientos ridícula e intencionadamente antiamericanos protagonizada por nuestros socialistas durante su etapa en la oposición ha tenido continuidad en ese estar a partir un piñón con algunos de los tipos que peor caen en Washington. El socialismo español está más tercermundista que nunca (tercermundista, esto es, persona u organización que comulga con esas ideas tan en boga en el Tercer Mundo y que tanto contribuyen a que siga siendo eso, Tercer Mundo) y, claro, el tercermundismo lleva, de suyo, el antiamericanismo. A ZP le cuesta un montón superar esa fobia primaria a las barras y las estrellas, y se le nota.

Pero es que, además, en el dudoso supuesto de que nuestros dirigentes fueran sensatos, que no lo parecen, su planteamiento general de la política exterior española, concordante a más no poder con su idea general de España, raramente podría resultar en una relación intensa y privilegiada con los Estados Unidos. Y es que no debemos engañarnos, durante algunos años, hemos vivido un espejismo impulsado por un presidente cuya noción del país (Aznar sí tenía una idea de país, verdaderamente ambiciosa y verdaderamente rupturista –España creyendo en sí misma es una novedad-, no las capulladas de siempre con las que se nos bombardea cada día) no era respaldada por una mayoría de ciudadanos.

La diplomacia socialista nos definió, allá por los albores del primer imperio –cuando nos iba mejor que nunca desde Carlos V, pero peor que anteayer- como una “potencia media”. España no tiene ambiciones de voz propia. En términos operativos, ello se traduce en que nuestro país sólo sirve, en todo caso, como pieza en la formación de opiniones o la toma de decisiones colectivas, pero nunca lidera nada ni tiene que estar, tampoco, en grupos de avanzada. Nuestros planteamientos militares nos convierten, seguramente, en el país más pacifista del mundo (actitud muy recomendable cuando se es fronterizo con una dictadura teocrática) y, por tanto, sólo se puede contar con nosotros en labores de policía. En resumen, aunque no dejamos de sorprendernos de cómo la diplomacia francesa logra, año tras año, mantener un papel que excede a su dimensión, hemos preferido un rol “a la alemana” –posiblemente el único país del mundo cuya presencia efectiva muestra menos correspondencia con su peso económico que el nuestro.

Parece claro que eso es lo que los españoles quieren. Al fin y al cabo, eso no es más que proyectar al exterior la falta de capacidad de autoafirmación que nos aqueja. Si el mero hecho de izar nuestra bandera en el mismo centro de nuestra capital es objeto de polémica, ¿cómo es concebible que los españoles puedan sentirse cómodos viéndola ondear en otras partes? Hay, insisto, cierta coherencia en todo ello. ¿Acaso no es algo ilógico plantar el mástil en Bagdad cuando no nos atrevemos a hacerlo en San Sebastián, por si alguien se molesta?

Una consecuencia clara de todo esto es que no tiene sentido pretender hablar de tú a tú con las grandes potencias. Mucho menos con los Estados Unidos. ¿Qué podemos decirnos? ¿en qué puede basarse un privilegio concedido a España por parte de Estados Unidos? El Departamento de Estado dijo hace algún tiempo que nadie estaba tomando represalias con España. Simplemente, se la devolvía a su estatus previo. Por eso, por ejemplo, se nos dejaba de invitar a ciertas reuniones periódicas que EEUU mantiene con sus principales aliados, a las que asistíamos en virtud de una relación especial. Esa relación especial ha cesado, sí, porque falta la química personal entre el presidente Bush y Aznar, pero también falta el compromiso de España. España le dijo al mundo Cccidental, el 14M y, sobre todo, con la retirada de sus tropas de Irak, que no quería saber nada de él y sus causas. Que prefería los tercermundistas.

Y el mundo obra en consecuencia. Lo dicho, creo que deberíamos plantearnos metas realistas. Por “normalización de relaciones” hay que entender que no nos exijan visado cuando vayamos de turistas. ¿Por qué deberíamos aspirar a otra cosa? Ya ha quedado claro que no queremos.