SUIZA O EL VALOR DE LA ESTABILIDAD
En su Rueda de la Fortuna (El Mundo) del domingo, Jesús Cacho trae a colación cómo los intentos de la UE de atar corto a Suiza para conseguir que el ahorro desplazado pague impuestos pueden ser, en realidad, vanos. Cacho atribuye a un banquero ginebrino la afirmación de que los burócratas de Bruselas no han entendido una palabra de cómo se hace, en realidad, la deslocalización de capitales financieros y, por tanto, resulta fácil burlar sus directivas. Comenta asimismo, que desde que llegó al poder el gobierno socialista español, la moda de enviar dinero a la Confederación Helvética conoce un renacer. Todo ello me da pie a algunos comentarios.
Se dice, a menudo, que el objetivo de la evasión de capitales es no pagar impuestos. Y es cierto. Por otra parte, no seré yo quien niegue el derecho humano a proteger el producto del trabajo de la rapiña de los Estados, siempre que sea por medios tan lícitos como los de aprovechar agujeros en la legislación –encima de que tienen el omnímodo poder de legislar cuanto y como quieren, no querrán que la víctima colabore-. Pero, con todo, ese motivo oculta, en ocasiones, otro mucho más importante: la búsqueda de seguridad jurídica. Es un tópico que a los liberales –como a toda persona en sus cabales- no nos gustan los impuestos, pero se soslaya a menudo que tampoco nos gustan los estados de derecho débiles y, menos aún, los que no son derecho en absoluto.
En efecto, si la presión tributaria fuera la única razón que se esconde tras la fuga de capitales, cabría razonablemente esperar que, en proporción, saliera más capital de aquellos países con tasas impositivas más altas. Sin embargo, tengo la corazonada de que, en términos relativos, sale más capital de Argentina que de Suecia y, a buen seguro, el ahorro no está menos gravado en el país escandinavo. Creó que ya comenté en alguna ocasión que la razón real es que, mientras el estado sueco respeta sus propias leyes y, por tanto, la cuantía que se habrá de pagar, alta o baja, es conocida a priori, el argentino ha demostrado, en ocasiones, que no hace lo mismo, por lo que una tasa del cero puede, fácilmente, tornarse del cien en cuanto el demagogo peronista de turno decida que es hora de confiscar, nacionalizar o cualquier otro sinónimo de expoliar.
Ciertamente, los dimes y diretes en torno a la tributación del ahorro en nuestro país han desempeñado su papel en este nuevo entusiasmo por los viajes al hermoso país centroeuropeo, pero creo que tanto o más que eso viene pesando algo que muchos gobiernos, pero, en particular, los socialistas nunca terminan de valorar adecuadamente: la sensación de que aquí puede pasar casi de todo. Una de las consecuencias menos divulgadas pero más importantes del malhadado caso Rumasa fue el consiguiente efecto sobre la estabilidad de los capitales. A Ruiz Mateos le robaron impunemente y, por tanto, quien pudo intentó evitar que le sucediera lo mismo. Lógico, ¿no?
Insisto, esto es algo que no suele ser tenido en cuenta por la gente de izquierdas, que se toman eso de que la estabilidad es un valor en sí misma como un mantra neoliberal sin sentido. Quizá porque no son aficionados a los experimentos mentales que tanto gustaban a Einstein. La cosa es sencilla. Basta preguntarse: ¿dónde invertiría usted, antes, un euro: en un país donde acaban de robar a golpe de boletín su propiedad a un señor con la connivencia del Tribunal Constitucional o en otro donde hace muchos años que no roban a nadie? Probablemente, uno estaría dispuesto, incluso, hasta a pagar un moderado tributo por poder optar por la segunda alternativa. Actualizando la pregunta: sean dos países, en uno de los cuales la tasa impositiva sobre el ahorro es del quince por ciento y en el otro también... pero no estamos seguros de si la vamos a subir, a bajar o a qué. ¿Qué país prefiere?-
No sé por qué razón, casi nadie que sea ministro en un gobierno de izquierdas suele hacer experimentos así.
Se dice, a menudo, que el objetivo de la evasión de capitales es no pagar impuestos. Y es cierto. Por otra parte, no seré yo quien niegue el derecho humano a proteger el producto del trabajo de la rapiña de los Estados, siempre que sea por medios tan lícitos como los de aprovechar agujeros en la legislación –encima de que tienen el omnímodo poder de legislar cuanto y como quieren, no querrán que la víctima colabore-. Pero, con todo, ese motivo oculta, en ocasiones, otro mucho más importante: la búsqueda de seguridad jurídica. Es un tópico que a los liberales –como a toda persona en sus cabales- no nos gustan los impuestos, pero se soslaya a menudo que tampoco nos gustan los estados de derecho débiles y, menos aún, los que no son derecho en absoluto.
En efecto, si la presión tributaria fuera la única razón que se esconde tras la fuga de capitales, cabría razonablemente esperar que, en proporción, saliera más capital de aquellos países con tasas impositivas más altas. Sin embargo, tengo la corazonada de que, en términos relativos, sale más capital de Argentina que de Suecia y, a buen seguro, el ahorro no está menos gravado en el país escandinavo. Creó que ya comenté en alguna ocasión que la razón real es que, mientras el estado sueco respeta sus propias leyes y, por tanto, la cuantía que se habrá de pagar, alta o baja, es conocida a priori, el argentino ha demostrado, en ocasiones, que no hace lo mismo, por lo que una tasa del cero puede, fácilmente, tornarse del cien en cuanto el demagogo peronista de turno decida que es hora de confiscar, nacionalizar o cualquier otro sinónimo de expoliar.
Ciertamente, los dimes y diretes en torno a la tributación del ahorro en nuestro país han desempeñado su papel en este nuevo entusiasmo por los viajes al hermoso país centroeuropeo, pero creo que tanto o más que eso viene pesando algo que muchos gobiernos, pero, en particular, los socialistas nunca terminan de valorar adecuadamente: la sensación de que aquí puede pasar casi de todo. Una de las consecuencias menos divulgadas pero más importantes del malhadado caso Rumasa fue el consiguiente efecto sobre la estabilidad de los capitales. A Ruiz Mateos le robaron impunemente y, por tanto, quien pudo intentó evitar que le sucediera lo mismo. Lógico, ¿no?
Insisto, esto es algo que no suele ser tenido en cuenta por la gente de izquierdas, que se toman eso de que la estabilidad es un valor en sí misma como un mantra neoliberal sin sentido. Quizá porque no son aficionados a los experimentos mentales que tanto gustaban a Einstein. La cosa es sencilla. Basta preguntarse: ¿dónde invertiría usted, antes, un euro: en un país donde acaban de robar a golpe de boletín su propiedad a un señor con la connivencia del Tribunal Constitucional o en otro donde hace muchos años que no roban a nadie? Probablemente, uno estaría dispuesto, incluso, hasta a pagar un moderado tributo por poder optar por la segunda alternativa. Actualizando la pregunta: sean dos países, en uno de los cuales la tasa impositiva sobre el ahorro es del quince por ciento y en el otro también... pero no estamos seguros de si la vamos a subir, a bajar o a qué. ¿Qué país prefiere?-
No sé por qué razón, casi nadie que sea ministro en un gobierno de izquierdas suele hacer experimentos así.
2 Comments:
Así me gusta, reivindicando el modelo sueco, como debe ser. Por este camino te vas a cerrar las puertas del boletín de FAES, que son muy suyos (aunque también es cierto que últimamente se están 'aggiornando' y se decantan por el audiovisual). Por cierto, yo creía recordar que Rumasa la había expropiado un conspicuo liberal (sí, hombre, aquel señor tan serio con ricitos que luego se casó con una señora filipina relacionada con el sector del textil o algo de eso), pero debe ser la memoria que me falla. Por lo demás, una vez limpio de tics y de fuentes (Cacho, otro punto filipino, aunque sea natural de Burgos), el sustrato básico de tu artículo es bastante compartible desde una óptica de izquierdas, lo que no sé muy bien si te complace o te inquieta.
By Anónimo, at 8:37 p. m.
No reivindico el modelo sueco, sino los estados serios. Es mucho peor ser poco serio que ser socialdemócrata (sin perjuicio de que, a menudo, ambas cosas se aúnan, véase los socialistas españoles - aunque tampoco estoy seguro de que estos sepan a ciencia cierta qué son y si todos son lo mismo).
Respecto al marido de la Filipina, no sé si el tipo era o no liberal. Lo que sí sé es que eso fue, además de un latrocinio, un quebrantamiento constitucional (observarás que no caigo en el viejo truco de la izquierda: se puede ser liberal y delincuente, aunque en cuanto de procesan, como por ensalmo, dejas de ser de izquierdas).
Por lo demás, me alegro de que compartas el fondo de la cuestión. A mí no me preocupa particularmente coincidir con la gente de izquierdas de vez en cuando. Suele ser más bien al contrario.
By FMH, at 9:36 a. m.
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