SOBRE MADRID
En Libertad Digital me encuentro con una noticia: de acuerdo con datos de la Comisión Europea, la Comunidad de Madrid fue la región que más empleo creó en el pasado reciente. Más, incluso, que muchos estados europeos, incluidos algunos de los grandes.
Lo cierto es que la noticia no me sorprende, porque es perfectamente coherente con la impresión de que las cosas en la región van bastante bien. Al menos, eso dicen todas las estadísticas. Madrid crece más que la media española y es una región cada día más atractiva. Creo que no es exagerado afirmar que la capital española es, hoy, el área metropolitana más importante del sur de Europa y, con toda probabilidad, la tercera del continente –tras París y Londres, naturalmente, que son las únicas ciudades europeas que pertenecen al selecto club de las metrópolis mundiales-. Hay detalles, quizá mucho menos científicos que la renta –superior al promedio europeo-, el nivel de actividad o el número de congresos, pero indicativos... por ejemplo, las predicciones meteorológicas en las cadenas de negocios como Bloomberg incluyen Madrid –es decir, Madrid se considera un destino al que los ejecutivos viajan con frecuencia y, por tanto, puede interesarles si llueve o hace sol- y la gente de negocios tiene bastante claro que no sólo es una buena base para la península Ibérica (inciso: lugar de Europa suroccidental donde, según estimaciones del INE, viven ya cerca de 55 millones de almas), sino para muchas otras cosas. Naturalmente, se benefician de ello las comunidades limítrofes (España entera, en realidad) y, sobre todo, ambas Castillas.
Los que vivimos en Madrid no podemos sino congratularnos de ello –aunque el prescindible Simancas no lo comparta, pues no en vano anda loco por incorporarnos al “área de progreso que representan Castilla-La Mancha y Extremadura” (debe aclararse que, tras esta parida, es decir, tras proponer dividir el PIB per cápita por dos, todavía hubo quien le votó)-, pero si se mira desde el prisma del estado autonómico, no puede negarse que el fenómeno debería mover a la reflexión. Al fin y al cabo, el estado autonómico se hizo, en parte, contra Madrid, contra el odioso centralismo. Incluso, se decidió que la provincia –resto del mapa autonómico sin asignar- quedaría sola por no desequilibrar el futuro, sin duda esplendoroso, de las comunidades fronterizas, largo tiempo preteridas por el monstruo capitalino.
Pues bien, Madrid y su región no sólo languidecen en mitad del desierto que las rodea –que, se supone, era lo que esperaban quienes consideraban que todo en ellas era artificial-, sino que se desenvuelven muy bien, según queda dicho. Hay varias razones para ello, pero, sin duda, la más importante es que la capital es un lugar al que la gente quiere venir. La gente quiere instalarse en Madrid y trabajar en Madrid. Ciertamente, no todos son funcionarios, así que hay que concluir que no sólo es el amparo del BOE lo que produce esa tendencia. Hay que constatar, además, que un doce por ciento de la población, según las últimas estimaciones, es inmigrante –inciso: a diferencia de lo que hace Gobierno Vasco, en Madrid, a los nacidos en Álava, por ejemplo, se les considera alaveses de origen (bueno, en realidad, no se les considera nada, porque mientras paguen sus impuestos y se comporten como ciudadanos normales, importa una higa de dónde sean – y pido perdón a quien considere que ser vasco, o aragonés o de Logroño pueda importar un pepino, pero...) , pero no inmigrantes, o sea, que ese doce por cien proviene de allende el Pirineo o más lejos-. ¿Qué razones hay para ello?
En primer lugar, por sentido del ridículo, la administración madrileña ha entendido que es eso, una administración. Tener una administración ya es, en sí, un mal, pero la cosa se pone peor cuando dicha administración está podrida por una legión de tarados que quieren “hacer país”. Eso siempre es una mala noticia. Como, gracias a Dios, a nadie se le ocurrió plantear que una comunidad constituida en 1983 y desgajada de su matriz –Castilla, claro, que Madrid es una villa castellana con lugar en Cortes, y todo- pudiera ser “histórica” y nadie pretendió que el cheli o las características variedades fonéticas de Madrid y su entorno inmediato pudieran ser lengua propia, la comunidad no tiene más remedio que limitarse a funciones más prosaicas, pero mucho más útiles para los ciudadanos. El virus del nacionalismo no infecta a Madrid y las relaciones entre administraciones son tan malas como cabe esperar, pero normales en todo caso: la única patria es España (de los que son españoles, claro) y el resto son estadios administrativos, pudiendo el ciudadano tener claro qué espera de cada uno. Insisto, debemos considerarnos afortunados porque nuestra comunidad sólo pretende gestionar hospitales o redes de metro, no hacernos felices.
Por otra parte, y esto sí es debido a la condición de capital que ostenta la ciudad, tenemos la inmensa suerte de tener una gran concentración de medios de comunicación y de vivir el debate político en un ambiente de relativa libertad. Cosas como las del Carmel (enterrar no sólo las casas, sino también las pruebas y el debate) no serían, creo, posibles en Madrid, sencillamente porque la prensa lo impediría, aunque los políticos hicieran lo posible por ocultarlo. Hay gente suficiente con intereses contrapuestos como para que no sea posible, fácilmente, soslayar las discusiones (en el fondo, a esto se referían Montesquieu con lo de la división de poderes y los ingleses con lo del sistema de checks and balances). Ello facilita mucho la alternancia política y ha hecho posible que la comunidad y la ciudad hayan sido gobernadas por Izquierda y Derecha. Ni que decir tiene que un nivel cultural medio más alto y más medios de información hacen que a la izquierda, en primer lugar, le funcionen peor los discursos tradicionales y, segundo, no se le den cheques en blanco, sino simples mandatos de gobierno. Creo que se puede afirmar que en esta región funciona mejor la democracia.
Todo es, en Madrid, manifiestamente mejorable y, además, quienes aquí vivimos estamos en desacuerdo sobre cómo lograrlo. Pero creo que lo que la mayoría sí que tenemos claro es que el día en que alguien pretenda que tengamos una “identidad madrileña” o cosa por el estilo, será el momento de emigrar.
Si España en su conjunto se pareciera un poco más a la comunidad de Madrid, probablemente, nos irían mejor las cosas. En lugar de predicar tanto la integración y la convivencia, sería bueno empezar a practicarla, como se hace en Madrid y en casi todas las grandes áreas metropolitanas del mundo.
Aquí hay paletos, idiotas, resentidos y frustrados, como en todas partes, claro... pero no se les permite que hagan de su capa un sayo durante veinticinco años.
Lo cierto es que la noticia no me sorprende, porque es perfectamente coherente con la impresión de que las cosas en la región van bastante bien. Al menos, eso dicen todas las estadísticas. Madrid crece más que la media española y es una región cada día más atractiva. Creo que no es exagerado afirmar que la capital española es, hoy, el área metropolitana más importante del sur de Europa y, con toda probabilidad, la tercera del continente –tras París y Londres, naturalmente, que son las únicas ciudades europeas que pertenecen al selecto club de las metrópolis mundiales-. Hay detalles, quizá mucho menos científicos que la renta –superior al promedio europeo-, el nivel de actividad o el número de congresos, pero indicativos... por ejemplo, las predicciones meteorológicas en las cadenas de negocios como Bloomberg incluyen Madrid –es decir, Madrid se considera un destino al que los ejecutivos viajan con frecuencia y, por tanto, puede interesarles si llueve o hace sol- y la gente de negocios tiene bastante claro que no sólo es una buena base para la península Ibérica (inciso: lugar de Europa suroccidental donde, según estimaciones del INE, viven ya cerca de 55 millones de almas), sino para muchas otras cosas. Naturalmente, se benefician de ello las comunidades limítrofes (España entera, en realidad) y, sobre todo, ambas Castillas.
Los que vivimos en Madrid no podemos sino congratularnos de ello –aunque el prescindible Simancas no lo comparta, pues no en vano anda loco por incorporarnos al “área de progreso que representan Castilla-La Mancha y Extremadura” (debe aclararse que, tras esta parida, es decir, tras proponer dividir el PIB per cápita por dos, todavía hubo quien le votó)-, pero si se mira desde el prisma del estado autonómico, no puede negarse que el fenómeno debería mover a la reflexión. Al fin y al cabo, el estado autonómico se hizo, en parte, contra Madrid, contra el odioso centralismo. Incluso, se decidió que la provincia –resto del mapa autonómico sin asignar- quedaría sola por no desequilibrar el futuro, sin duda esplendoroso, de las comunidades fronterizas, largo tiempo preteridas por el monstruo capitalino.
Pues bien, Madrid y su región no sólo languidecen en mitad del desierto que las rodea –que, se supone, era lo que esperaban quienes consideraban que todo en ellas era artificial-, sino que se desenvuelven muy bien, según queda dicho. Hay varias razones para ello, pero, sin duda, la más importante es que la capital es un lugar al que la gente quiere venir. La gente quiere instalarse en Madrid y trabajar en Madrid. Ciertamente, no todos son funcionarios, así que hay que concluir que no sólo es el amparo del BOE lo que produce esa tendencia. Hay que constatar, además, que un doce por ciento de la población, según las últimas estimaciones, es inmigrante –inciso: a diferencia de lo que hace Gobierno Vasco, en Madrid, a los nacidos en Álava, por ejemplo, se les considera alaveses de origen (bueno, en realidad, no se les considera nada, porque mientras paguen sus impuestos y se comporten como ciudadanos normales, importa una higa de dónde sean – y pido perdón a quien considere que ser vasco, o aragonés o de Logroño pueda importar un pepino, pero...) , pero no inmigrantes, o sea, que ese doce por cien proviene de allende el Pirineo o más lejos-. ¿Qué razones hay para ello?
En primer lugar, por sentido del ridículo, la administración madrileña ha entendido que es eso, una administración. Tener una administración ya es, en sí, un mal, pero la cosa se pone peor cuando dicha administración está podrida por una legión de tarados que quieren “hacer país”. Eso siempre es una mala noticia. Como, gracias a Dios, a nadie se le ocurrió plantear que una comunidad constituida en 1983 y desgajada de su matriz –Castilla, claro, que Madrid es una villa castellana con lugar en Cortes, y todo- pudiera ser “histórica” y nadie pretendió que el cheli o las características variedades fonéticas de Madrid y su entorno inmediato pudieran ser lengua propia, la comunidad no tiene más remedio que limitarse a funciones más prosaicas, pero mucho más útiles para los ciudadanos. El virus del nacionalismo no infecta a Madrid y las relaciones entre administraciones son tan malas como cabe esperar, pero normales en todo caso: la única patria es España (de los que son españoles, claro) y el resto son estadios administrativos, pudiendo el ciudadano tener claro qué espera de cada uno. Insisto, debemos considerarnos afortunados porque nuestra comunidad sólo pretende gestionar hospitales o redes de metro, no hacernos felices.
Por otra parte, y esto sí es debido a la condición de capital que ostenta la ciudad, tenemos la inmensa suerte de tener una gran concentración de medios de comunicación y de vivir el debate político en un ambiente de relativa libertad. Cosas como las del Carmel (enterrar no sólo las casas, sino también las pruebas y el debate) no serían, creo, posibles en Madrid, sencillamente porque la prensa lo impediría, aunque los políticos hicieran lo posible por ocultarlo. Hay gente suficiente con intereses contrapuestos como para que no sea posible, fácilmente, soslayar las discusiones (en el fondo, a esto se referían Montesquieu con lo de la división de poderes y los ingleses con lo del sistema de checks and balances). Ello facilita mucho la alternancia política y ha hecho posible que la comunidad y la ciudad hayan sido gobernadas por Izquierda y Derecha. Ni que decir tiene que un nivel cultural medio más alto y más medios de información hacen que a la izquierda, en primer lugar, le funcionen peor los discursos tradicionales y, segundo, no se le den cheques en blanco, sino simples mandatos de gobierno. Creo que se puede afirmar que en esta región funciona mejor la democracia.
Todo es, en Madrid, manifiestamente mejorable y, además, quienes aquí vivimos estamos en desacuerdo sobre cómo lograrlo. Pero creo que lo que la mayoría sí que tenemos claro es que el día en que alguien pretenda que tengamos una “identidad madrileña” o cosa por el estilo, será el momento de emigrar.
Si España en su conjunto se pareciera un poco más a la comunidad de Madrid, probablemente, nos irían mejor las cosas. En lugar de predicar tanto la integración y la convivencia, sería bueno empezar a practicarla, como se hace en Madrid y en casi todas las grandes áreas metropolitanas del mundo.
Aquí hay paletos, idiotas, resentidos y frustrados, como en todas partes, claro... pero no se les permite que hagan de su capa un sayo durante veinticinco años.
3 Comments:
Hola.
Muy bueno tu blog.
Lo he incluido en mi lista de enlaces.
Un saludo.
By José García Palacios, at 8:11 p. m.
Muchas gracias
By FMH, at 5:32 p. m.
me parece perfecto que te encante ser madrileño, pero eso que has dicho sobre el nacionalismo.......a mi la bandera que hay en la plaza colón me parece un alarde nacionalista como no se ve ni en euskadi ni en catalunya y bueno, las permanentes amenazas que nos llegan de allá no dan a entender eso que dices
By Anónimo, at 1:05 a. m.
Publicar un comentario
<< Home