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martes, abril 26, 2005

EUROPA EMPANTANADA

La recién abierta negociación de las perspectivas financieras, la dura asunción de nuevas ampliaciones sin tan siquiera haber estabilizado el marco jurídico de la precedente y el tortuoso camino que se augura para el engendro de Giscard, en Francia (allez les bleus! votez pour le non!) y más allá, amenazan con poner a la Unión al borde de una crisis sin precedentes, si es que no puede ya afirmarse, a las claras, que el proyecto hace aguas.

En mi opinión, es el resultado de haber querido forzar demasiado las cosas. Los padres fundadores sabían de sobra que el sueño de una Europa “del Atlántico a los Urales” habría de construirse poco a poco, paso a paso. Y, por ello, optaron por la vía más segura: el desarrollo de una comunidad económica, sabedores de que nada une más a los hombres que esa fuerza forjadora de naciones que es el comercio. Una de las mayores estupideces que se repiten una y otra vez es esa de la denuncia de la Europa “de los mercaderes”. Todo lo que es hoy Europa se debe a los mercaderes. Los mercaderes han conseguido lo que no pudieron las armas. Entre otras cosas, que los idiotas de “lo social” puedan hoy hacer sus denuncias ante instituciones genuinamente europeas como la Comisión o el Parlamento, presidido este último por uno de sus campeones... de lo social, digo.

Merced a ese lento camino, hoy los europeos son mucho más europeos de lo que ellos mismos se piensan. Ni los muy euroescépticos ingleses son conscientes de que su vida diaria está armonizada con la de sus conciudadanos del “continente” por una selva de directivas que han sido incorporadas a su legislación, lentamente, como si de los sedimentos de un río se tratara. Se tardó cerca de cuarenta años en completar el marco de las libertades de movimientos de mercancías, capitales y personas. Algo tan común hoy en nuestras vidas que sólo caeríamos en la cuenta si, súbitamente, hubiera que volver a llevar el pasaporte a Portugal o que rellenar un extensísimo formulario para poder enviar una transferencia bancaria a Suecia.

Era demasiado pausado. Los ingenieros sociales no podían resistirlo. No podían consentir esta forma tan capitalista, tan mezquina, de hacer las cosas. Había que acelerar la consecución del sueño, de la utopía.¡Ah, la utopía!. Los socialistas de todos los partidos no se cansan de invocar continuamente la utopía y de echar en cara que no creen en ella... a quienes, poco a poco, trabajan serenamente para conseguirlas. Los socialistas de todos los partidos tienen siempre la utopía en la boca, de suerte que, cuando por fin se callan, la utopía no está un solo centímetro más cerca que cuando empezaron a hablar. Al igual que el problema de la creación de riqueza: mientras los ingenieros sociales no dejaban de pensar arduamente en la cuestión... el liberalismo económico no dejaba de mostrarse como la una receta más humilde pero mucho más eficaz.

Europa ha tenido, además, la desgracia de convertirse en el eje básico del programa de multitud de partidos de centro izquierda que, ayunos de toda idea sólida en la que basarse y renuentes, como es natural, a asumir el liberalismo político y el dejar en paz al prójimo como idea-motor, se arroparon en la bandera azul, ofreciendo a la causa todo el brillante capital intelectual que quedó libre una vez que todos los inventos socialdemócratas se fueron al garete. Antes abogábamos por la emancipación de la clase obrera. Ahora retornamos a Europa. Y siempre con la solvencia habitual.

Y, en poco más de diez años vinieron el euro, cumbres sin cuento, Niza, la constitución, dos ampliaciones... En fin, el marasmo. Precisamente, lo que los padres fundadores querían evitar. Que Europa se convirtiera en el problema y, por tanto, suscitara rechazo en la gente. Justo lo que está sucediendo.

Y es que, cuando un Zapatero o un Schröder hablan de Europa, el término queda automáticamente contaminado por ese lenguaje vacuo de político inconsistente, propio de esta generación de líderes devaluados. Se convierte en uno más de esos conceptos infinitamente sobados, antaño dignos y hoy privados de todo sentido cabal o, peor, con sentido eternamente cambiante en función del gusto del manipulador de turno (democracia, diálogo...). Con esos términos ocurre como, según decía Hayek, con el calificativo “social”: además de no significar nada, privan de sentido a los términos que los acompañan en la frase. El otro día, Jaques Chirac (inciso: pocas veces un jefe de estado cumple tan bien la función de personalizar no tanto la nación, pero sí el sistema político; Chirac es la Francia contemporánea: elegancia, compostura, un cinismo sin límites y un discurso en el que ya nada queda sin manipular) salió al paso del creciente apoyo al “no” y sólo consiguió reforzarlo. Por si la constitución europea inspirara poca desconfianza, nada mejor que el decidido apoyo presidencial y el recurso a la demagogia pseudoeuropeísta... para que la gente huya espantada.

La prisa de los políticos, el ansia de los ingenieros sociales por alcanzar su utopía al estilo socialista –quemando etapas- ha dejado ya un panorama complicado. Las presiones proeuropeístas, probablemente, son las responsables de que algunas opiniones públicas como la sueca, la danesa o, desde luego, la británica, hayan convertido en euroescepticismo lo que, inicialmente, no era más que una falta de entusiasmo. El impresentable espectáculo ofrecido por las “potencias centrales” hace que algunos empiecen a mirar con envidia a suizos y noruegos que, integrados en el Espacio Económico y con libre circulación, disfrutan buena parte de las ventajas sin tener que asumir toda la demagogia francoalemana. ¿Cómo es posible que haya gente que piense que quienes se quedaron fuera tomaron la decisión correcta? ¿Acaso es cabal seguir empujando a la gente por un camino, antes de darle evidencias de que es el adecuado?

Es preciso echar el freno, recuperar pronto el tempo o, casi sin duda, habrá una ruptura. El proyecto puede disolverse en múltiples estructuras “de cooperación reforzada” –que ya existen, si tenemos en cuenta que, sobre el territorio de los 25 se superponen el del euro, Schengen y las medidas transitorias para los países de nuevo acceso- o empantanarse por completo.

Y no será, desde luego, culpa de los pueblos que, libremente, decidan lo que quieran en los referendos por venir. Será culpa de unos políticos incompetentes, enanos indigentes a la sombra, la larga sombra de los mercaderes. Los verdaderos constructores de naciones.

2 Comments:

  • acero,carbon y energia nuclear.Si,has dado en el clavo cuando has dicho que los mercaderes construyeron europa.
    Lastima no oir cosas asi en prensa o a algun lider politico.

    By Anonymous Anónimo, at 9:17 p. m.  

  • Aunque me temo irremediablemente alineado con los "idiotas de lo social", sí es cierto que la ampliación a veinticinco ha sido demasiado brusca y hubiera sido más razonable pautarla más. Comparto la reivindicación del potencial de construcción política de "los mercaderes". Otra cosa es que las dinámicas derivadas de ellos no deban acompañarse de una red de garantías sociales que construyeron igualmente Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Aquí mezclas churras con merinas 'pro domo tua': las reticencias noruegas o danesas tienen que ver, precisamente, con su temor a relajar su sólido sistema de garantías al respecto. Por eso me resulta incomprensible tu rechazo al Tratado Constitucional, fundamentalmente un esfuerzo de simplificación legislativa lleno de sentido común. Me perturba verte alineado con Le Pen en esta materia y, en cambio, me resulta clarificadora tu coincidencia con Llamazares. Ojalá los franceses acaben diciendo que sí. La oposición al Tratado de unos y otros no es más que el intento frívolo de darle a algunos una patada en el culo de todos.

    By Anonymous Anónimo, at 12:45 p. m.  

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