CÓDIGOS DE CONDUCTA
Lo de los códigos de conducta es una especie de sarpullido que se extiende por la vida española. Se trata, en última instancia, de una moda procedente del mundo empresarial –los dichosos “códigos de buen gobierno”- y de los Estados Unidos –donde, mucho ojo, hay que tomárselos en serio; en general, tenemos la manía de importar muchas cosas de Estados Unidos, pero nunca importamos la reacción del sistema frente a la transgresión, así, por ejemplo, las normas contables son las mismas, lo que no es lo mismo son los veinte años de cárcel que pueden caer por falsificación de balances-.
El colmo del esperpento en relación con estos engendrillos tan ajenos a la tradición jurídica española es el código de conducta... del Gobierno.
Esta superabundancia de herramientas pseudonormativas está, lógicamente, en relación con el marcado retroceso de los valores. Una sociedad sin valores está muy necesitada de leyes, reglamentos, instrucciones, códigos de conducta, etc. Porque, en un lugar donde los frenos morales han sido borrados en virtud del nihilismo más absoluto, toda conducta no expresamente prohibida es lícita. Por ende, si no está en el código penal, en el de conducta o en las instrucciones de uso que no se puede robar es que... ¿se puede?
¿De verdad es imprescindible que los ministros del gobierno de la Nación suscriban un código que les recuerde que deben, por ejemplo, conducirse con el debido respeto por el contribuyente y, por tanto, no hacer ostentación? ¿es preciso que se les apunte que han de ser austeros en su vida pública? Se conoce que sí, y la verdad, no puede ser más lamentable.
Por supuesto, sobra decir que ninguna, absolutamente ninguna ley, código, pacto o lo que se quiera tiene la más mínima posibilidad de éxito en un mundo carente de principios y valores. O recuperamos la elemental distinción entre el bien y el mal –no por problemática innecesaria- o vamos de ala. So pena de que queramos que, en última instancia, la aplicación de nuestros códigos dependa, por ejemplo, de jueces sin sentido alguno de la justicia, por la sencilla razón de que, en ausencia de una idea de bien, la justicia no existe.
Resulta, en especial, muy contradictorio que estas ideas de los códigos de conducta hayan partido de un gobierno socialista –inciso: ya sé que se trata de una mera cuestión de imagen, como todo, pero admítaseme la cuestión retórica-, representante de una izquierda que ha hecho y sigue haciendo cuanto está en su mano por instalar el relativismo más total en nuestra sociedad. Demoler todos los principios en los que se asienta la civilización occidental, de forma tal que sea imposible afirmar, asertivamente, nada en absoluto. Por supuesto, habrá quien piense que esto es una exageración tremenda claro, pero basta seguir ciertos hilos conductores para identificar esta tendencia. La izquierda, a fuerza de desarme ideológico, se ha vuelto completamente nihilista.
No se trata, por supuesto, de una querencia al nihilismo porque sí. Es, lisa y llanamente, una cuestión de supervivencia. Cuando un conjunto de ideas no resiste el contraste con la realidad, hay dos formas de resolver el hiato: operar sobre las ideas u operar sobre la realidad. La izquierda occidental ha optado por esto último.
Quizá la gente piense, con un mohín de desagrado que, al fin y al cabo, esto del código de conducta no es más que otra estupidez intrascendente. Otra de la larga serie. Puede, pero no deja de ser indicativa.
Por cierto, no sé si finalmente prosperó aquello de eliminar los tratamientos a los miembros del Gobierno. De que no son excelentísimos cabían pocas dudas, pero no sé si se les debe seguir tratando de tales. ¿Es posible que en pleno siglo XXI, haya quien pueda seguir recurriendo a semejantes rasgos de populismo barato? Pues, sí, parece que sí. Y es que nunca se cansan de ofender a la inteligencia. Como en el chiste del alacrán... es su personalidad.
El colmo del esperpento en relación con estos engendrillos tan ajenos a la tradición jurídica española es el código de conducta... del Gobierno.
Esta superabundancia de herramientas pseudonormativas está, lógicamente, en relación con el marcado retroceso de los valores. Una sociedad sin valores está muy necesitada de leyes, reglamentos, instrucciones, códigos de conducta, etc. Porque, en un lugar donde los frenos morales han sido borrados en virtud del nihilismo más absoluto, toda conducta no expresamente prohibida es lícita. Por ende, si no está en el código penal, en el de conducta o en las instrucciones de uso que no se puede robar es que... ¿se puede?
¿De verdad es imprescindible que los ministros del gobierno de la Nación suscriban un código que les recuerde que deben, por ejemplo, conducirse con el debido respeto por el contribuyente y, por tanto, no hacer ostentación? ¿es preciso que se les apunte que han de ser austeros en su vida pública? Se conoce que sí, y la verdad, no puede ser más lamentable.
Por supuesto, sobra decir que ninguna, absolutamente ninguna ley, código, pacto o lo que se quiera tiene la más mínima posibilidad de éxito en un mundo carente de principios y valores. O recuperamos la elemental distinción entre el bien y el mal –no por problemática innecesaria- o vamos de ala. So pena de que queramos que, en última instancia, la aplicación de nuestros códigos dependa, por ejemplo, de jueces sin sentido alguno de la justicia, por la sencilla razón de que, en ausencia de una idea de bien, la justicia no existe.
Resulta, en especial, muy contradictorio que estas ideas de los códigos de conducta hayan partido de un gobierno socialista –inciso: ya sé que se trata de una mera cuestión de imagen, como todo, pero admítaseme la cuestión retórica-, representante de una izquierda que ha hecho y sigue haciendo cuanto está en su mano por instalar el relativismo más total en nuestra sociedad. Demoler todos los principios en los que se asienta la civilización occidental, de forma tal que sea imposible afirmar, asertivamente, nada en absoluto. Por supuesto, habrá quien piense que esto es una exageración tremenda claro, pero basta seguir ciertos hilos conductores para identificar esta tendencia. La izquierda, a fuerza de desarme ideológico, se ha vuelto completamente nihilista.
No se trata, por supuesto, de una querencia al nihilismo porque sí. Es, lisa y llanamente, una cuestión de supervivencia. Cuando un conjunto de ideas no resiste el contraste con la realidad, hay dos formas de resolver el hiato: operar sobre las ideas u operar sobre la realidad. La izquierda occidental ha optado por esto último.
Quizá la gente piense, con un mohín de desagrado que, al fin y al cabo, esto del código de conducta no es más que otra estupidez intrascendente. Otra de la larga serie. Puede, pero no deja de ser indicativa.
Por cierto, no sé si finalmente prosperó aquello de eliminar los tratamientos a los miembros del Gobierno. De que no son excelentísimos cabían pocas dudas, pero no sé si se les debe seguir tratando de tales. ¿Es posible que en pleno siglo XXI, haya quien pueda seguir recurriendo a semejantes rasgos de populismo barato? Pues, sí, parece que sí. Y es que nunca se cansan de ofender a la inteligencia. Como en el chiste del alacrán... es su personalidad.
9 Comments:
Vill U marry me?
Sincerely,
Olga from Ukraine
By Anónimo, at 10:42 a. m.
Thought I had to wait until the counter hits 2,000 to get such a message...
By FMH, at 11:51 a. m.
Llama la atención esta insistencia en el relativismo de la izquierda, sobre todo cuando ha pasado uno media vida oyendo dicterios sobre su dogmatismo, su incapacidad de adaptarse a la realidad, los efectos devastadores de la utopía... Más allá de criterios ideológicos, creo que es un error de bulto articular tu oposición al gobierno Zapatero sobre esta cuestión de la falta de principios. Es manifiesto que se trata de un gobierno que ha tomado sus primeras decisiones ateniéndose precisamente a convicciones y ha obtenido fruto político de ello. Sean éstas acertadas o no, esa percepción (la de que Zapatero es un político convencido de que no todo vale) es, de momento, la clave de su éxito político, aunque te duela. Mientras el PP no lo entienda y siga intentado jugar más en los despachos que en el campo lo tendrá crudo, como lo tuvieron los socialistas mientras limitaron su discurso a pensar que Aznar era un idiota que le debía el puesto a la mala pata de los amedos y los roldanes y que ya pasaría el temporal. Menospreciar al adversario es poco inteligente y aún menos productivo. Galvaniza a los incondicionales y levanta pasiones en Ucrania, por lo que se ve, pero no construye discursos políticos sólidos. (¿Por cierto, qué hago yo aconsejando sobre estrategias de oposición al gobierno Zapatero?)
By Anónimo, at 12:52 p. m.
Aconsejas sobre estrategias de oposición porque tienes una querencia anti-todo lo establecido y una tendencia a la acracia que te coge todo el cuerpo. Esos impulsos hay que aquietarlos tan pronto se percibe, aun de lejos, el aroma a subsecretaría.
Volveré sobre ZP y los principios en breve.
Salud
By FMH, at 1:09 p. m.
¿Estás seguro, Pepe, de que Zapatero,aún más, el PSOE tiene alguna convicción más allá de la que en cada momento le produce rédito político? El año que llevamos es la mejor muestra de que el tracto es al revés: no convicciones/votos, si no votos/convicciones.
Me gustaría que fuese como dices pues, siendo así, es más fácil contrarrestar, sin embargo, es del todo imposible debatir y razonar con quien no sabe lo que va a hacer al día siguiente por faltarle las encuestas de la semana que le dibujen el criterio.
Felipe.
By Anónimo, at 5:23 p. m.
Olga; Fernando won't, but I will.
By Anónimo, at 5:24 p. m.
U vant to marry me? But U have not yet tasted my borscht.
Olga
By Anónimo, at 7:18 p. m.
Pues sí, Felipe, tiendo a creer que Zapatero es un hombre de principios. Al menos no he visto todavía indicios de lo contrario. Tampoco tengo la impresión de que sus iniciativas guarden una relación directa con los arúspices demoscópicos, esa plaga. Creo que esa línea de ataque, frecuentada por Rajoy y sobreexplotada con su entusiasmo habitual por nuestro amable anfitrión, está mal orientada y mi comentario buscaba estimular la búsqueda de otras vetas críticas mejor fundadas, es decir, más claramente objetivables (aparte de sazonar esto con un poco de pimienta de la acera política de enfrente, que así el guiso tiene más gracia).
By Anónimo, at 8:54 p. m.
Pepe, considero que la actuación de Zapatero el 12M le anula como persona de principios. Era el Jefe de la Oposición y, como tal, debía lealtad al Estado y al Gobierno en un asunto tan grave. El 11M, como manifestó Aznar en su comparecencia y no fue rebatido por el PSOE, hablaron y Zapatero le dijo a Aznar que su postura de apoyo al Gobierno no cambiaría dependiendo de la autoría del atentado. Es el hombre del "todo vale" con tal de llegar al poder y mantenerse en él. Y eso no es un principio.
Rajoy hace muy bien en mantener la postura que criticas. Lo contrario sería hacerle un flaco favor a la democracia. Ésta necesita que se aclaren ciertas cosas a fin de que nadie, nunca más, pueda aprovecharse de 200 muertos para llegar al poder. Este es el lastre que siempre tendrá Zapatero y así debe pasar a la Historia a fin de que las generaciones futuras sepan como no actuar.
Felipe.
By Anónimo, at 1:45 p. m.
Publicar un comentario
<< Home