FERBLOG

martes, marzo 01, 2005

UN AÑO DE NADA E INCERTIDUMBRE

Embocamos el mes de marzo. Tras rememorar un gran número de hechos significativos en febrero –febrero es un mes pródigo en efemérides: la asonada de Tejero fue en febrero, también fue en febrero el latrocinio de Rumasa (debut oficial de la consideración socialista para con el estado de derecho, del que las instituciones, algunas por lo menos, no han conseguido recuperarse) y, muy a finales, pero también en febrero, Andalucía cambió para siempre el proceso autonómico, no se sabe si para bien y, desde luego, mediando quebrantamiento constitucional- nos encaminamos al que, por muchos años, será el aniversario por excelencia. Aniversario luctuoso para los más, quizá no tanto para algunos.

Empiezan las reflexiones, las miradas atrás y los juicios valorativos. Ayer mismo, el Esdrújulo afirmaba que España ha cambiado mucho y para bien en este año. Conformes en lo del “ha cambiado mucho”, pero es muy discutible que sea para bien.

No comparto, salvo por gusto retórico, esas presentaciones de ZP poco menos que como el anticristo, que tanto juego dan a los medios propagandísticos del polanco-progresismo y, por otra parte, se descalifican por sí mismas. Creo que, por otra parte, agrandan en exceso al personaje. Lo que este año ha demostrado es que el Esdrújulo es algo mucho más simple, más prosaico y, si se quiere, más letal. ZP representa la nada política más absoluta. Nada más que un continente, una oquedad dispuesta a acoger cualquier cosa. El vacío. Y el vacío en política es tan horroroso como antaño lo era en la física.

Se ha instalado en España, por lo menos en buena parte de la sociedad y, desde luego, entre mucha gente que habla y escribe de política y economía, la sensación de que todo es posible. Lo que es lo mismo, que el país carece de una dirección política efectiva. El zapaterismo irá donde pueda ir, ni más, ni menos. No existen límites explícitos ni direcciones prefijadas. Desde los comentaristas políticos a las agencias de calificación crediticia, todo el mundo dibuja escenarios y nadie es capaz de descartar casi nada a priori. Habrá quien piense que esto es mejorar. Personalmente, me parece la misma antítesis de la acción de un gobierno.

Es verdad que hacer, lo que se dice hacer, se ha hecho poco en este año. La actividad parlamentaria ha sido muy limitada y, por si esto fuera poco, constreñida a leyes polémicas y prescindibles, cuando no decididamente irrespetuosas con el funcionamiento cabal del estado de derecho –en su concepción ortodoxa, no socialista-. Con todo, esto podría ser un resultado natural de la complicada aritmética parlamentaria. Si bien nos fijamos, el PSOE se encuentra, en términos estrictamente numéricos, en condiciones similares a las que, en su día, vivió la UCD. En lógica, podría haberse augurado una legislatura corta, tensa y, quizá, poco provechosa. Pero no, necesariamente, peligrosa. Pero no es así. No hay leyes porque no hay ideas, no porque existan problemas reales para aprobarlas. Sencillamente, en doce meses no se les ha ocurrido nada más que casar a los gays, buscar hueco a Jueces para la Democracia en los órganos directivos del Poder Judicial y poco más.

Paren boutades continuamente porque no tienen nada real que ofrecer. Vivimos, en este sentido, un fuerte proceso de catalanización de la política nacional. El tripartito de Barcelona tira siempre por elevación, hacia las alturas estatutarias, porque, a ras de suelo (en el subsuelo, no digamos), no tiene absolutamente nada que decir. El tripartito (¿o es cuatripartito?, bueno, todos menos el PP) de Madrid está en pareja situación.

Lo comentaba días atrás hablando de las relaciones exteriores. No tenemos una política exterior cómica. Resultamos cómicos porque no tenemos política exterior. Los gestos absurdos, las bufonadas y las palabras vacías continuas malamente sirven para armar un discurso interior, pero, desde luego, en el escenario diplomático resultan desconcertantes. No hay nada de particular. Es, como decía el otro día un periódico, manifiestamente injusto cargar las tintas sobre Moratinos. Al cabo, no lo hace peor que el resto de sus compañeros de Gabinete.

La misma desorientación, el mismo no saber adónde va. Esa es la historia de estos doce meses.

Nada e incertidumbre. Lo que se dice abono para el progreso, vamos.