EL PP Y LOS CAMBIOS QUE VIENEN
El Esdrújulo nos ha anunciado cambios que vienen. Cambios en Galicia y cambios en el País Vasco. Excuso decir que, cuando el Esdrújulo habla de cambios, quiere decir que prevé que esas regiones pasen a estar gobernadas por el socialismo.
El problema, como bien recordaba Gabriel Elorriaga, es que, según todas las previsiones, ello sólo será posible mediante los consabidos pactos con los partidos nacionalistas, ya que, asimismo con toda probabilidad, la fuerza política más votada en ambas regiones no será el PSOE, sino otra. Así pues, es más que de temer una extensión del modelo catalán –algo más que parcialmente vigente en Madrid- a otras comunidades autónomas, importantes, además, porque son de las “históricas” y, por tanto, destinadas a liderar el proceso de cambio estatutario-constitucional al que nos vemos abocados, si Dios y el 3 % no lo remedian.
La situación, bastante dramática –aunque los medios “progresistas” insistan en decir que esto es una exageración propia de talibanes como Jiménez Losantos- tiene toda la pinta de ir a agravarse. Elorriaga puede tener absolutamente por cierto que, si al socialismo se le abre la posibilidad de gobernar, lo hará, así tenga que pactar con el mismísimo diablo o, peor, con el PNV (inciso: en tanto no se demuestre lo contrario, tengo la convicción de que la aspiración nada secreta del socialismo vasco es reeditar los gobiernos de coalición, aunque sea a costa de una escisión en Euskadi y una grave –pasajera, en todo caso, que ya se encarga Polanco de poner el anestésico- crisis en Madrid). Ya no tienen, por otra parte, ningún pudor en manifestarlo.
Lo más tremendo del escenario, sin embargo, es la situación en la que puede quedar el PP. La situación del partido en Galicia, por ejemplo, es similar a la de Madrid: mayoría absoluta o nada. “Nada” porque el gobierno actual se caracteriza por un total desprecio de la única oposición real que tiene, por lo que se da la paradoja de que el PP no tiene otra forma de tener visibilidad que ostentar cuotas de poder. Quedar segundo, para el Partido Popular equivale, por tanto, virtualmente, a no existir. Esto es aberrante, sin duda, pero es la realidad, y la vivimos todos los días. Lo novedoso del escenario político español no es que el gobierno se conduzca de modo prepotente, que eso ya lo hemos visto en otras ocasiones, con mayorías de distinto signo. Lo novedoso es que se conduce de forma prepotente frente a la oposición parlamentaria más nutrida que ha conocido nuestra joven democracia.
Si el PP es descabalgado en Galicia y dejado fuera de juego en Euskadi, tan sólo quedarán Madrid y la Comunidad Valenciana como centros relevantes de oposición real –por lo menos por contraste entre modos y estilos de gobernar-, centros a los que el Gobierno Nacional piensa acosar todo lo que pueda (de hecho, ya lo está haciendo en Madrid). Y el amigo Rajoy tendrá un problema. Lo tiene ya, de hecho, porque el verdadero eje de la legislatura es desmontar al PP, impedir por todos los medios que en España vuelva a producirse alternancia. Ése es, en realidad, el objetivo de la reforma constitucional: que el PP se oponga, que no participe, mostrarle como el único y verdadero obstáculo que nos separa de la Arcadia.
Es cierto que es el único y verdadero obstáculo. Pero, más bien, es el muro de contención de la riada.
El problema, como bien recordaba Gabriel Elorriaga, es que, según todas las previsiones, ello sólo será posible mediante los consabidos pactos con los partidos nacionalistas, ya que, asimismo con toda probabilidad, la fuerza política más votada en ambas regiones no será el PSOE, sino otra. Así pues, es más que de temer una extensión del modelo catalán –algo más que parcialmente vigente en Madrid- a otras comunidades autónomas, importantes, además, porque son de las “históricas” y, por tanto, destinadas a liderar el proceso de cambio estatutario-constitucional al que nos vemos abocados, si Dios y el 3 % no lo remedian.
La situación, bastante dramática –aunque los medios “progresistas” insistan en decir que esto es una exageración propia de talibanes como Jiménez Losantos- tiene toda la pinta de ir a agravarse. Elorriaga puede tener absolutamente por cierto que, si al socialismo se le abre la posibilidad de gobernar, lo hará, así tenga que pactar con el mismísimo diablo o, peor, con el PNV (inciso: en tanto no se demuestre lo contrario, tengo la convicción de que la aspiración nada secreta del socialismo vasco es reeditar los gobiernos de coalición, aunque sea a costa de una escisión en Euskadi y una grave –pasajera, en todo caso, que ya se encarga Polanco de poner el anestésico- crisis en Madrid). Ya no tienen, por otra parte, ningún pudor en manifestarlo.
Lo más tremendo del escenario, sin embargo, es la situación en la que puede quedar el PP. La situación del partido en Galicia, por ejemplo, es similar a la de Madrid: mayoría absoluta o nada. “Nada” porque el gobierno actual se caracteriza por un total desprecio de la única oposición real que tiene, por lo que se da la paradoja de que el PP no tiene otra forma de tener visibilidad que ostentar cuotas de poder. Quedar segundo, para el Partido Popular equivale, por tanto, virtualmente, a no existir. Esto es aberrante, sin duda, pero es la realidad, y la vivimos todos los días. Lo novedoso del escenario político español no es que el gobierno se conduzca de modo prepotente, que eso ya lo hemos visto en otras ocasiones, con mayorías de distinto signo. Lo novedoso es que se conduce de forma prepotente frente a la oposición parlamentaria más nutrida que ha conocido nuestra joven democracia.
Si el PP es descabalgado en Galicia y dejado fuera de juego en Euskadi, tan sólo quedarán Madrid y la Comunidad Valenciana como centros relevantes de oposición real –por lo menos por contraste entre modos y estilos de gobernar-, centros a los que el Gobierno Nacional piensa acosar todo lo que pueda (de hecho, ya lo está haciendo en Madrid). Y el amigo Rajoy tendrá un problema. Lo tiene ya, de hecho, porque el verdadero eje de la legislatura es desmontar al PP, impedir por todos los medios que en España vuelva a producirse alternancia. Ése es, en realidad, el objetivo de la reforma constitucional: que el PP se oponga, que no participe, mostrarle como el único y verdadero obstáculo que nos separa de la Arcadia.
Es cierto que es el único y verdadero obstáculo. Pero, más bien, es el muro de contención de la riada.
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