EL MODELO ES EL PRI
En realidad, el gran problema del resultado electoral del 14 de marzo no fue que hiciéramos posible el acceso al poder de un tipo manifiestamente incompetente para el cargo de Presidente del Gobierno. Lo del Esdrújulo, en sí mismo, no pasa de ser una anécdota. Lo verdaderamente grave es que el Partido Socialista recibiera una segunda oportunidad sin haber hecho nada –excepto cambiar algunas caras- para merecerla.
Su victoria en las últimas elecciones ha hecho que el socialismo español, tan pagado de sí mismo, en general, perdiera los escasos resquicios de respeto que pudieran quedarle por la ciudadanía –bien es cierto que la ciudadanía debe saber hacerse acreedora de ese respeto-. Los acontecimientos muestran claramente que no ha habido ningún cambio sustancial en la forma que los socialistas tienen de entender las cosas. Su modelo sigue siendo el PRI mexicano, pero no ya el actual, sino el anterior a Zedillo.
El socialismo español está convencido de que no tiene por qué existir un solo aspecto independiente del poder político. Por consiguiente, el mandato recibido en las urnas, que sólo es para gestionar algunos aspectos de la vida colectiva, aunque importantes, es percibido por esta gente como un salvoconducto para la ocupación general y sistemática de todos los resquicios de la sociedad española. No hay en ello el más mínimo atisbo de mala conciencia, porque es una convicción ideológica. Así sucedió y así quieren que vuelva a suceder. Nada se le hace más natural al socialismo gobernante, por ejemplo, que el que los medios de comunicación afines dominen claramente el espectro. No debería haber más opinión que la suya.
Pese a las continuas apelaciones al diálogo, la tolerancia y a cuanto pensamiento fofo pueda existir, lo cierto es que el socialismo que nos gobierna no ha terminado de desarrollar los mínimos elementales del comportamiento democrático: no ha entendido que el adversario político tiene, también, derecho a existir y que no todo en el mundo es disponible para el inquilino monclovita de turno. Tampoco ha entendido que las reglas del juego no son parte del juego, sino externas al mismo.
Ayer mismo, el Consejo Escolar del Estado –órgano, por supuesto, altamente politizado- hizo una delirante declaración invitando a la ruptura de acuerdos con el Vaticano... por el voto de calidad de la Presidenta. No deja de ser ilustrativo de cómo funcionan las cosas. Un simple voto de más, aritméticamente impecable, permite aprobar una resolución que ignora por completo a la mitad menos uno de los miembros del órgano decisor. Es, más o menos, lo que viene haciendo el Esdrújulo desde que llegó al poder. Comportarse como si los que piensan distinto no existieran, sólo por el hecho de que son unos pocos menos que los que piensan como él. Habrá que reconocer que esto es la misma antítesis del buen talante.
Pero, insisto, no hay que sorprenderse. Es sólo el anticipo de lo que nos queda por ver, porque no me cabe duda de que la cosa va para largo. Aspiran al mismo modelo de poder omnímodo del 82, sencillamente porque no son capaces de concebir la política de otro modo. Tienen tal hinchazón de superlegitimidad que sólo perciben la alternancia como una anomalía insana del sistema, una especie de fallo del mismo que, sin duda, se aplicarán con fruición a corregir. Que no se nos olvide. El universo socialista (el PSOE más añadidos) concibe los ocho años de gobierno del PP como algo raro, anormal, no legítimo y que, desde luego, no debería volver a suceder. Podemos dar por hecho que, si la sociedad fuera, realmente, como ellos la conciben, no sucedería. Nunca.
Afortunadamente, no estamos en el año 82. La democracia española, con muchas imperfecciones, está ahora algo más asentada. Hay voces contestatarias. Ojalá logren hacerse oír antes de que las acallen definitivamente. De una cosa no debería caber duda: Rubalcaba va a hacer su trabajo. Y lo que estos conciben como debate es “59 segundos”. Nadie que no piense como ellos tiene por qué hablar más.
Su victoria en las últimas elecciones ha hecho que el socialismo español, tan pagado de sí mismo, en general, perdiera los escasos resquicios de respeto que pudieran quedarle por la ciudadanía –bien es cierto que la ciudadanía debe saber hacerse acreedora de ese respeto-. Los acontecimientos muestran claramente que no ha habido ningún cambio sustancial en la forma que los socialistas tienen de entender las cosas. Su modelo sigue siendo el PRI mexicano, pero no ya el actual, sino el anterior a Zedillo.
El socialismo español está convencido de que no tiene por qué existir un solo aspecto independiente del poder político. Por consiguiente, el mandato recibido en las urnas, que sólo es para gestionar algunos aspectos de la vida colectiva, aunque importantes, es percibido por esta gente como un salvoconducto para la ocupación general y sistemática de todos los resquicios de la sociedad española. No hay en ello el más mínimo atisbo de mala conciencia, porque es una convicción ideológica. Así sucedió y así quieren que vuelva a suceder. Nada se le hace más natural al socialismo gobernante, por ejemplo, que el que los medios de comunicación afines dominen claramente el espectro. No debería haber más opinión que la suya.
Pese a las continuas apelaciones al diálogo, la tolerancia y a cuanto pensamiento fofo pueda existir, lo cierto es que el socialismo que nos gobierna no ha terminado de desarrollar los mínimos elementales del comportamiento democrático: no ha entendido que el adversario político tiene, también, derecho a existir y que no todo en el mundo es disponible para el inquilino monclovita de turno. Tampoco ha entendido que las reglas del juego no son parte del juego, sino externas al mismo.
Ayer mismo, el Consejo Escolar del Estado –órgano, por supuesto, altamente politizado- hizo una delirante declaración invitando a la ruptura de acuerdos con el Vaticano... por el voto de calidad de la Presidenta. No deja de ser ilustrativo de cómo funcionan las cosas. Un simple voto de más, aritméticamente impecable, permite aprobar una resolución que ignora por completo a la mitad menos uno de los miembros del órgano decisor. Es, más o menos, lo que viene haciendo el Esdrújulo desde que llegó al poder. Comportarse como si los que piensan distinto no existieran, sólo por el hecho de que son unos pocos menos que los que piensan como él. Habrá que reconocer que esto es la misma antítesis del buen talante.
Pero, insisto, no hay que sorprenderse. Es sólo el anticipo de lo que nos queda por ver, porque no me cabe duda de que la cosa va para largo. Aspiran al mismo modelo de poder omnímodo del 82, sencillamente porque no son capaces de concebir la política de otro modo. Tienen tal hinchazón de superlegitimidad que sólo perciben la alternancia como una anomalía insana del sistema, una especie de fallo del mismo que, sin duda, se aplicarán con fruición a corregir. Que no se nos olvide. El universo socialista (el PSOE más añadidos) concibe los ocho años de gobierno del PP como algo raro, anormal, no legítimo y que, desde luego, no debería volver a suceder. Podemos dar por hecho que, si la sociedad fuera, realmente, como ellos la conciben, no sucedería. Nunca.
Afortunadamente, no estamos en el año 82. La democracia española, con muchas imperfecciones, está ahora algo más asentada. Hay voces contestatarias. Ojalá logren hacerse oír antes de que las acallen definitivamente. De una cosa no debería caber duda: Rubalcaba va a hacer su trabajo. Y lo que estos conciben como debate es “59 segundos”. Nadie que no piense como ellos tiene por qué hablar más.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home