VOTA NO: POR DIGNIDAD
Casi todos los apologistas del “sí” que hablan o escriben de la cuestión del referéndum emplean la misma táctica. Aun concediendo que el texto propuesto adolece de multitud de defectos, concluyen que la cita del 20 de febrero ha de verse como una especie de apelación a nuestro europeísmo.
Así pues, no se nos está pidiendo opinión, sino que se nos confronta con un verdadero chantaje. Y, si no tenemos más salida que el “sí”, si, como dice el Esdrújulo, la alternativa a lo de Giscard es “la nada”, ¿cómo es él tan irresponsable de plantear una disyuntiva? Porque esa es la cuestión. Según quienes apoyan el sí –casi todo el mundo que habla y escribe- no hay salida ninguna. El “no” nos llevaría a una situación cataclísmica. Desde ciertos medios del centro-derecha se nos recuerda, además, en tono admonitorio, que no debemos entregarnos a nuestro bajos instintos y aprovechar esta ocasión para castigar a la desgracia bíblica que nos ha caído como gobierno. Se apela a nuestra madurez, saber estar, y compromiso de no jugar con las cosas de comer.
Envidio a esos pueblos verdaderamente libres, como los ingleses, los daneses, los irlandeses... todos esos pueblos que sí tienen alternativas. Porque, en esencia, ser libre consiste en eso, en tener cursos de acción posibles, diferentes entre sí. Nosotros no somos libres ni siquiera en el ámbito de un referéndum consultivo. Sólo tenemos la opción de votar “sí”, o seremos desagradecidos, a fuer de malos europeos.
Pues saben lo que les digo, mis respetables y sesudos conciudadanos preocupados por el bien de la nación. Que me niego. Que, si de mí depende, el Esdrújulo va pasar una mala tarde. Por dignidad y por europeísmo.
En primer lugar, porque la responsabilidad hay que ejercerla diciendo “no” a los textos que consideramos mejorables. ¿Acaso no dicen que la constitución es perfectible? Pues denle otra vuelta y mejórenla. Háganla más comprensible, más cercana y más digna de ese nombre. Tengan la decencia de no preguntar al pueblo qué le parecen cosas que ya hace mucho que están en vigor. Decir “no la he leído, pero me parece muy bien” como, al parecer, manifiestan los españoles en razón de sus respuestas al CIS, no es una muestra de confianza en Europa ni de europeísmo. Es una palmaria demostración de que la democracia no es un buen sistema, sino sólo el mejor de los existente. Es descorazonador. Me imagino que nuestros políticos tienen que morirse de gusto ante tamaña falta de responsabilidad ciudadana.
En segundo lugar, el gobierno del Esdrújulo ofende a la inteligencia. Lo hace casi cada día, a todas horas –lo de la izquierda española es una inmensa y continuada ofensa a la inteligencia- pero, especialmente, con esta convocatoria. La imbecilidad profunda de los argumentos con los que se pide el voto –lo de “los primeros en Europa”- debería ser suficiente para que, en un arrebato de dignidad, acudiéramos masivamente a votar “no”. ¿Cabe mayor trivialización del papel del pueblo en democracia? ¿Es posible aceptar impasibles que se pida nuestro concurso con semejante grado de infantilismo? ¿Somos el pueblo soberano o la claque de esta cohorte de inanes que nos ha tocado como clase política?
En tercer lugar, lo de los referenda para probar el patriotismo, o el europeísmo, que al caso da igual, nos conduce peligrosamente al oscuro mundo de Ibarretxe y su banda. El que vote “sí” es buen europeo como, supongo, el que vote “sí” será buen vasco ese día que está por llegar si nadie lo impide. Si hubiera menos europeístas y más europeos, a lo mejor tendríamos una Europa mejor.
Lo dicho. VOTA NO. Por dignidad.
Así pues, no se nos está pidiendo opinión, sino que se nos confronta con un verdadero chantaje. Y, si no tenemos más salida que el “sí”, si, como dice el Esdrújulo, la alternativa a lo de Giscard es “la nada”, ¿cómo es él tan irresponsable de plantear una disyuntiva? Porque esa es la cuestión. Según quienes apoyan el sí –casi todo el mundo que habla y escribe- no hay salida ninguna. El “no” nos llevaría a una situación cataclísmica. Desde ciertos medios del centro-derecha se nos recuerda, además, en tono admonitorio, que no debemos entregarnos a nuestro bajos instintos y aprovechar esta ocasión para castigar a la desgracia bíblica que nos ha caído como gobierno. Se apela a nuestra madurez, saber estar, y compromiso de no jugar con las cosas de comer.
Envidio a esos pueblos verdaderamente libres, como los ingleses, los daneses, los irlandeses... todos esos pueblos que sí tienen alternativas. Porque, en esencia, ser libre consiste en eso, en tener cursos de acción posibles, diferentes entre sí. Nosotros no somos libres ni siquiera en el ámbito de un referéndum consultivo. Sólo tenemos la opción de votar “sí”, o seremos desagradecidos, a fuer de malos europeos.
Pues saben lo que les digo, mis respetables y sesudos conciudadanos preocupados por el bien de la nación. Que me niego. Que, si de mí depende, el Esdrújulo va pasar una mala tarde. Por dignidad y por europeísmo.
En primer lugar, porque la responsabilidad hay que ejercerla diciendo “no” a los textos que consideramos mejorables. ¿Acaso no dicen que la constitución es perfectible? Pues denle otra vuelta y mejórenla. Háganla más comprensible, más cercana y más digna de ese nombre. Tengan la decencia de no preguntar al pueblo qué le parecen cosas que ya hace mucho que están en vigor. Decir “no la he leído, pero me parece muy bien” como, al parecer, manifiestan los españoles en razón de sus respuestas al CIS, no es una muestra de confianza en Europa ni de europeísmo. Es una palmaria demostración de que la democracia no es un buen sistema, sino sólo el mejor de los existente. Es descorazonador. Me imagino que nuestros políticos tienen que morirse de gusto ante tamaña falta de responsabilidad ciudadana.
En segundo lugar, el gobierno del Esdrújulo ofende a la inteligencia. Lo hace casi cada día, a todas horas –lo de la izquierda española es una inmensa y continuada ofensa a la inteligencia- pero, especialmente, con esta convocatoria. La imbecilidad profunda de los argumentos con los que se pide el voto –lo de “los primeros en Europa”- debería ser suficiente para que, en un arrebato de dignidad, acudiéramos masivamente a votar “no”. ¿Cabe mayor trivialización del papel del pueblo en democracia? ¿Es posible aceptar impasibles que se pida nuestro concurso con semejante grado de infantilismo? ¿Somos el pueblo soberano o la claque de esta cohorte de inanes que nos ha tocado como clase política?
En tercer lugar, lo de los referenda para probar el patriotismo, o el europeísmo, que al caso da igual, nos conduce peligrosamente al oscuro mundo de Ibarretxe y su banda. El que vote “sí” es buen europeo como, supongo, el que vote “sí” será buen vasco ese día que está por llegar si nadie lo impide. Si hubiera menos europeístas y más europeos, a lo mejor tendríamos una Europa mejor.
Lo dicho. VOTA NO. Por dignidad.
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