ELOGIO DE RAJOY
Cuanto más medito sobre el dichoso debate parlamentario de anteayer, más se me agranda la figura de Mariano Rajoy. Si ya me merecía todo el respeto, empieza a parecerme un tipo francamente admirable.
El discurso de Rajoy fue bueno en sí mismo, pero mucho más por contraste con la inanidad absoluta, la supina estulticia del Esdrújulo, un hombre a todas luces incapaz, por falta de convicciones, de asumir con dignidad el cargo del que está investido.
Rajoy es un hombre inteligente, cultivado, suave en la forma pero contundente en el fondo. Ahora entiendo que la mayor dureza que le piden a veces (pedimos) algunos, es poco compatible con su carácter, sin que ello le reste firmeza. Es elegante por naturaleza. Es, además, un hombre dialogante, en el sentido recto de la palabra y no en la acepción imbécil con la que hoy se maneja.
Qué gran político si hubiera buen país. Y Rajoy no lo tiene. Rajoy es un hombre para el parlamento de Westminster, no para la cutrería infinita de San Jerónimo. Un hombre para democracias enteras y no democracias a medias, como la nuestra. Porque no cabe engañarse, el Esdrújulo está ahí no por casualidad sino porque, para desgracia de muchos, conecta con los más. Conecta con el nihilismo imperante, con el pasotismo, con el pensamiento fofo, con los conceptos vagos, con la exigencia mínima... en la que se mueve la cultura política de los españoles.
La democracia es así. Se puede elegir lo que se quiera. Lo que no cabe es pensar que no somos responsables de ello. Tenemos alternativa. Si no queremos escogerla, es ya nuestro problema.
El discurso de Rajoy fue bueno en sí mismo, pero mucho más por contraste con la inanidad absoluta, la supina estulticia del Esdrújulo, un hombre a todas luces incapaz, por falta de convicciones, de asumir con dignidad el cargo del que está investido.
Rajoy es un hombre inteligente, cultivado, suave en la forma pero contundente en el fondo. Ahora entiendo que la mayor dureza que le piden a veces (pedimos) algunos, es poco compatible con su carácter, sin que ello le reste firmeza. Es elegante por naturaleza. Es, además, un hombre dialogante, en el sentido recto de la palabra y no en la acepción imbécil con la que hoy se maneja.
Qué gran político si hubiera buen país. Y Rajoy no lo tiene. Rajoy es un hombre para el parlamento de Westminster, no para la cutrería infinita de San Jerónimo. Un hombre para democracias enteras y no democracias a medias, como la nuestra. Porque no cabe engañarse, el Esdrújulo está ahí no por casualidad sino porque, para desgracia de muchos, conecta con los más. Conecta con el nihilismo imperante, con el pasotismo, con el pensamiento fofo, con los conceptos vagos, con la exigencia mínima... en la que se mueve la cultura política de los españoles.
La democracia es así. Se puede elegir lo que se quiera. Lo que no cabe es pensar que no somos responsables de ello. Tenemos alternativa. Si no queremos escogerla, es ya nuestro problema.
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