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sábado, enero 29, 2005

EL "NO" Y EL EUROPEÍSMO

Están corriendo dos especies sobre el "no" a la Constitución Europea que, desde mi punto de vista, resultan inadmisibles, por simplistas e injustas. Aunque ya se ha puesto coto a ellas en varios medios independientes, como apologista convencido del “no” el 20F, creo que debo dar mi opinión.

La primera de esas especies, viejo recurso, consiste en poner en duda el europeísmo de quienes vamos a votar “no”, arrogándose todo el entusiasmo por el proyecto en el campo del “sí”. Eso, con carácter general, es totalmente incierto. Baste que los proponentes abusen del lenguaje hasta el extremo de denominar “Constitución” al tratado (obsérvese el giro lingüístico del propio título, por el que se “establece” una constitución), como para que, encima, se autotitulen defensores exclusivos del europeísmo. Hasta ahí podíamos llegar.

Entre los partidarios del “no” hay muchos europeístas, uno de ellos quien esto escribe, si por europeístas hemos de entender gente comprometida con la idea de una Europa unida. Pero Europa puede construirse de muchas maneras. Mal pueden apelar al compromiso quienes, a conciencia, han decido omitir cualquier símbolo de identidad del texto del Tratado. Pedirnos que nos comprometamos con esto es como pedirnos compromiso con la OCM del aceite de oliva, pongamos por caso.

Ojalá tuviéramos una fórmula menos ambigua de protestar que un “no” sin matices en un referéndum. Pero no la tenemos. No nos la conceden. Insisto, no es un “no” a Europa. Es un “no” a la Europa del pensamiento débil, a la Europa sin carácter, que sólo sabe eludir los problemas y no afrontarlos. Un “no” a la Europa que no honra los pactos ni las memorias, un “no” a la Europa de los progres y los socialistas de todos los partidos, un “no” a la Europa del déficit público desbocado, un “no” a la Europa que prefiere presentarse a sí misma como un invento de tecnócratas antes que como hija de romanos, griegos... y cristianos.

Europa, o lo que queda de ella, me gusta como es, políticamente incorrecta. No me la limpien, de verdad, que no hace falta. Arrastra tanta mierda en su historia como el Danubio o el Rin. Pero sobre esos ríos se tienden puentes hermosos y sobre ellos se cierne la sombra de abadías centenarias. Sus castillos no se erigieron para ser visitados por turistas japoneses, sus juderías no se construyeron para ser paseadas y sus cementerios no se llenaron sólo por el tifus y la disentería. Pero aquí estamos. Y hasta aquí nos trajeron Santo Tomás, Cervantes, Voltaire y Galileo, no Giscard D’Estaing. ¿No merecían una mención, siquiera colectiva e indirecta en el frontispicio de un pretendido texto constitucional? ¿Era ese bodrio lo que monsieur Giscard quería que los niños aprendieran de memoria –quizá monsieur Giscard debería saber que, en muchos sitios de Europa, la memoria está ya proscrita como medio de aprendizaje-?

La segunda cuestión es esa idea de que el “no” está tiznado por los partidos antisistema, como ERC. Seguro que ERC aboga por el “no” desde claves distintas a las mías, y ya he dicho que los monosílabos son de una parquedad lamentable, pero no veo razón para cambiar el sentido de mi voto porque vaya a coincidir con ellos. Al fin y al cabo, si votara “sí” coincidiría con el PNV, lo cual casi me hace menos gracia. Quizá sea oportuno recordar esta inconveniencia de alinearse con ERC cuando se voten los próximos presupuestos.

Lo dicho: argumentos un poco más sofisticados, por favor.

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