FERBLOG

domingo, enero 23, 2005

MEJOR NO SEMBRAR VIENTOS

Vaya por delante que las agresiones de que fueron objeto ayer los representantes del PSOE en la manifestación de apoyo a las víctimas del terrorismo son absolutamente condenables. Máxime cuando se dirigen contra aquellos socialistas que, además de haber tenido la decencia de ir a dar la cara, se vienen distinguiendo por disentir en mitad de esa sopa pastosa de pensamiento fofo que es el socialismo español.

Estoy seguro, por otro lado, de que los medios de comunicación afines al ejecutivo serán tan contundentes en la condena de estos hechos como tibios estuvieron a la hora de rechazar los ataques de que fueron objeto los representantes del PP o las sedes de ese partido en momentos señalados del pasado reciente. Unos y otros sucesos son exactamente iguales: manifestaciones incontroladas de rabia totalmente fuera de lugar en un ambiente democrático, tanto más cuando se trataba de honrar la memoria de quienes, precisamente, cayeron víctimas de la más execrable violencia.

Pero lo cierto es que, quien siembra vientos, recoge tempestades. Resulta paradójico que quienes se mostraron tan comprensivos con la ira del pueblo cuando este se sentía ignorado, o cuando clamaba por la verdad en las calles, se sorprendan ahora ante la oleada de indignación que despierta la tibieza de ZP en su relación con el nacionalismo vasco, el violento y el otro.

Entiendo que hace falta ser muy imbécil para no darse cuenta de que el socialismo español está sometiendo a nuestra sociedad a una fractura sin precedentes. Creo, además, que, puesto que no son estúpidos ni inocentes, ello es resultado de una política buscada y perfectamente meditada, hija del sectarismo más absoluto o, lisa y llanamente, de un cálculo político que busca el poder por el poder. Pero los socialistas deberían ser conscientes de que no estamos en 1982. Ahora sí hay una oposición, y mucha gente que está dispuesta a no dejarse embelesar por etiquetas. La vitola de progre sigue vendiendo mucho, pero ya no tanto.

Un gobierno tan precario como el de ZP, surgido del trauma, debería hacer de la prudencia el norte de su actuación. A todas luces, no es el caso. ZP actúa no ya como si tuviera mayoría absoluta (que la tiene: la forma su propio partido, el PSC, el independentismo catalán y la esquizofrenia ambulante denominada Izquierda Unida; ocasionalmente, tiene abiertas las puertas el racismo vasco), sino como si los diez millones de votantes del PP no existieran. Como si sus sentimientos y creencias no valieran un carajo.

Y eso tiene sus riesgos. No comprendo cómo quienes son tan aficionados a las relaciones causa-efecto no se dan cuenta (¿acaso no piensan que el 11S tuvo sus razones?). Mantengamos la calma, que siempre será más fácil que pretender que Moratinos, por ejemplo, se vuelva sensato.