NO ENTIENDO A PACO VÁZQUEZ
He de reconocer que, a Paco Vázquez, el sempiterno alcalde socialista de La Coruña, yo no le entiendo. Ni a él ni a otros compañeros de su partido, posiblemente Bono entre ellos ya que, aún a sabiendas de que el ministro de Defensa es un demagogo consumado, prefiero concederle el beneficio de la duda en algunos aspectos.
Anoche, en el debate moderado por Isabel San Sebastián –dicho sea de paso, uno de los pocos programas dignos de verse en las diversas televisiones nacionales- hizo manifestación pública, de nuevo, de algunas de sus ideas. Se declaró socialista, por ende internacionalista y ajeno a los debates territoriales. El Sr. Bargalló, consejero-jefe del gobierno catalán, también presente en el debate –en el que se hicieron, por cierto, patentes sus carencias de expresión en castellano, aviso de navegantes de lo que puede pasar en el futuro inmediato con la juventud catalana- le tildó de “nacionalista español”, baldón de infamia, por lo visto (ya se sabe que ser nacionalista vasco, gallego, lapón, padano o catalán es fetén, pero serlo de una nación que ya tiene estado, español, francés o italiano no es aceptable). Supongo que quería decir que el Sr. Vázquez parece tener muy clara una cosa: no sólo no quiere que España se desmembre, sino que pretende conservar una unidad nacional que sea sustento real de la igualdad y la solidaridad.
Nada hay, para mí, de extraño en las ideas del Sr. Vázquez. Algunas las comparto, otras no, pero difícilmente pueden resultarme sorprendentes. Es un socialista y, además, español. Hasta ahí, todo normal. El problema empieza cuando, cerrando los ojos mientras habla Vázquez, evocas el gesto de querubín de ZP. Entonces empiezas a preguntarte qué hace este hombre en esa casa. De hecho, cuando se le pregunta por ciertos temas, Vázquez pasa apuros. ¡Como para no pasarlos!
En general, pienso a menudo en cómo tienen que ver la vida algunos, muchos, socialistas que no pueden compartir las erráticas formas de pensar y hacer las cosas de su ínclito Secretario General. Insisto, el principal problema de ZP no es que esté equivocado, es que no es serio, que es distinto. Sus planteamientos, simplemente, ofenden a la inteligencia. Son inasumibles, porque no resisten un mínimo escrutinio. Es puro populismo barato mezclado con cosas aún más oscuras.
Confieso que no lo entiendo. Igual el Sr. Vázquez es un consumado mentiroso y yo no me doy cuenta, pero... supongamos, por un momento, que no todos sus principios sean tan firmes como el proclama. Basta con que tenga alguno, sólo alguno. Basta con que considere algo, lo que sea, no contingente (la solidaridad, la igualdad o la conveniencia de los trasvases, qué sé yo). Ese solo hecho le puede hacer la vida muy difícil, porque la máxima de ZP y, por tanto, la piedra angular del ideario del PSOE –perdón por el abuso de lenguaje, pero de alguna manera hay que llamarlo- es el relativismo más absoluto.
Ahora, también puede ser que la generalidad de los socialistas se hayan acostumbrado a vivir instalados en la contradicción y no lo vean tan problemático.
Anoche, en el debate moderado por Isabel San Sebastián –dicho sea de paso, uno de los pocos programas dignos de verse en las diversas televisiones nacionales- hizo manifestación pública, de nuevo, de algunas de sus ideas. Se declaró socialista, por ende internacionalista y ajeno a los debates territoriales. El Sr. Bargalló, consejero-jefe del gobierno catalán, también presente en el debate –en el que se hicieron, por cierto, patentes sus carencias de expresión en castellano, aviso de navegantes de lo que puede pasar en el futuro inmediato con la juventud catalana- le tildó de “nacionalista español”, baldón de infamia, por lo visto (ya se sabe que ser nacionalista vasco, gallego, lapón, padano o catalán es fetén, pero serlo de una nación que ya tiene estado, español, francés o italiano no es aceptable). Supongo que quería decir que el Sr. Vázquez parece tener muy clara una cosa: no sólo no quiere que España se desmembre, sino que pretende conservar una unidad nacional que sea sustento real de la igualdad y la solidaridad.
Nada hay, para mí, de extraño en las ideas del Sr. Vázquez. Algunas las comparto, otras no, pero difícilmente pueden resultarme sorprendentes. Es un socialista y, además, español. Hasta ahí, todo normal. El problema empieza cuando, cerrando los ojos mientras habla Vázquez, evocas el gesto de querubín de ZP. Entonces empiezas a preguntarte qué hace este hombre en esa casa. De hecho, cuando se le pregunta por ciertos temas, Vázquez pasa apuros. ¡Como para no pasarlos!
En general, pienso a menudo en cómo tienen que ver la vida algunos, muchos, socialistas que no pueden compartir las erráticas formas de pensar y hacer las cosas de su ínclito Secretario General. Insisto, el principal problema de ZP no es que esté equivocado, es que no es serio, que es distinto. Sus planteamientos, simplemente, ofenden a la inteligencia. Son inasumibles, porque no resisten un mínimo escrutinio. Es puro populismo barato mezclado con cosas aún más oscuras.
Confieso que no lo entiendo. Igual el Sr. Vázquez es un consumado mentiroso y yo no me doy cuenta, pero... supongamos, por un momento, que no todos sus principios sean tan firmes como el proclama. Basta con que tenga alguno, sólo alguno. Basta con que considere algo, lo que sea, no contingente (la solidaridad, la igualdad o la conveniencia de los trasvases, qué sé yo). Ese solo hecho le puede hacer la vida muy difícil, porque la máxima de ZP y, por tanto, la piedra angular del ideario del PSOE –perdón por el abuso de lenguaje, pero de alguna manera hay que llamarlo- es el relativismo más absoluto.
Ahora, también puede ser que la generalidad de los socialistas se hayan acostumbrado a vivir instalados en la contradicción y no lo vean tan problemático.
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