SI YO FUERA PROGRESISTA...
A veces, confieso que me gustaría ser adicto a la secta progre y poder informarme a través de El País y CNN+. Piénsenlo. Imagínense lo que sería acostarse un día con la sensación de vergüenza ajena que le embarga a uno en estos tiempos y levantarse...
Pensando que nuestras relaciones con los Estados Unidos son “políticamente normales” (inciso, la inflación típica del lenguaje políticamente correcto se manifiesta ahí: ¿qué diferencia hay entre relaciones “políticamente normales” y “normales” a secas?...). Vamos, que lo normal es que el Presidente de EE.UU. dedique ¡4 segundos! al mandatario de una potencia supuestamente aliada –supuestamente, claro, porque el mandatario de marras es más bien un desleal con pretensiones de no alineado, ¡perdón, estábamos en el mundo feliz de la progresía ibérica!-.
Teniendo la certeza de que el Gobierno hace lo posible porque la libertad de expresión se sacuda la mordaza de tiempos pasados. Para ello, nada mejor que darle más medios a Polanco, que es el único que hace frente a las hordas del fascismo.
Pensando que el Gran Wyoming es cantidad de ingenioso. Más aún, pensando que, si el Gran Wyoming y el cardenal Rouco entablaran algún día un debate de cierto nivel intelectual... Wyoming ganaría.
Creyendo firmemente que lo del Carmelo –bueno, eso que ha pasado, parece, en Barcelona, y a lo que la prensa correcta dedica ladillos, porque no merece la pena abundar más- es una desdicha como la del Prestige.
Deseando que Madrid se incorpore al “ámbito de progreso” que representan Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura. Esto lo dijo Simancas durante la campaña electoral a la Comunidad.
Creyendo que Simancas –Rafael, no el pueblo- es un político.
Creyendo firmemente que la Logse fue un gran avance y que la situación en nuestras escuelas se debe a algún proceso inexplicable cuyo responsable fundamental debe ser la derecha.
Con la convicción de que el referéndum del domingo muestra, a las claras, la convicción europeísta de España, y que la abstención fue normal, incluso moderada.
Creyendo a pies juntillas que nuestra política exterior, por fin, está planteada desde las claves correctas. Creería que los que califican de “cómica” esa política son unos insidiosos.
Si yo fuera una persona progresista, pensaría que lo normal es cambiar los sistemas de elección de jueces, para que una asociación que representa a una minoría, pero que es de mi cuerda política, se sintiera más a gusto. También diría, sin despeinarme, tonterías como que la gente de la Moraleja –barrio en el que, probablemente, tendría familia, porque lo de ser progre siempre ha sido de gente fina, no nos vayamos a confundir (los rojos tradicionales –estos sí, gente respetable-, en el mundo progre, son de atrezzo; esto se ve muy bien en Cataluña)- es menos europeísta que todas las provincias, barrios y localidades gobernados por el PSOE donde el “no” ha logrado resultados más altos. También pensaría que los procedimientos legislativos deben adaptarse a las necesidades de la mayoría, puesto que las instituciones del estado de derecho están al servicio de la misma, y no al contrario.
La verdad es que, si yo fuera progresista -lo digo por emplear la autodenominación al uso-, estaría convencido de multitud de cosas que me parecen repugnantes. Pero sería más feliz, eso seguro. Insisto, al menos, no pasaría tanta vergüenza.
Pensando que nuestras relaciones con los Estados Unidos son “políticamente normales” (inciso, la inflación típica del lenguaje políticamente correcto se manifiesta ahí: ¿qué diferencia hay entre relaciones “políticamente normales” y “normales” a secas?...). Vamos, que lo normal es que el Presidente de EE.UU. dedique ¡4 segundos! al mandatario de una potencia supuestamente aliada –supuestamente, claro, porque el mandatario de marras es más bien un desleal con pretensiones de no alineado, ¡perdón, estábamos en el mundo feliz de la progresía ibérica!-.
Teniendo la certeza de que el Gobierno hace lo posible porque la libertad de expresión se sacuda la mordaza de tiempos pasados. Para ello, nada mejor que darle más medios a Polanco, que es el único que hace frente a las hordas del fascismo.
Pensando que el Gran Wyoming es cantidad de ingenioso. Más aún, pensando que, si el Gran Wyoming y el cardenal Rouco entablaran algún día un debate de cierto nivel intelectual... Wyoming ganaría.
Creyendo firmemente que lo del Carmelo –bueno, eso que ha pasado, parece, en Barcelona, y a lo que la prensa correcta dedica ladillos, porque no merece la pena abundar más- es una desdicha como la del Prestige.
Deseando que Madrid se incorpore al “ámbito de progreso” que representan Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura. Esto lo dijo Simancas durante la campaña electoral a la Comunidad.
Creyendo que Simancas –Rafael, no el pueblo- es un político.
Creyendo firmemente que la Logse fue un gran avance y que la situación en nuestras escuelas se debe a algún proceso inexplicable cuyo responsable fundamental debe ser la derecha.
Con la convicción de que el referéndum del domingo muestra, a las claras, la convicción europeísta de España, y que la abstención fue normal, incluso moderada.
Creyendo a pies juntillas que nuestra política exterior, por fin, está planteada desde las claves correctas. Creería que los que califican de “cómica” esa política son unos insidiosos.
Si yo fuera una persona progresista, pensaría que lo normal es cambiar los sistemas de elección de jueces, para que una asociación que representa a una minoría, pero que es de mi cuerda política, se sintiera más a gusto. También diría, sin despeinarme, tonterías como que la gente de la Moraleja –barrio en el que, probablemente, tendría familia, porque lo de ser progre siempre ha sido de gente fina, no nos vayamos a confundir (los rojos tradicionales –estos sí, gente respetable-, en el mundo progre, son de atrezzo; esto se ve muy bien en Cataluña)- es menos europeísta que todas las provincias, barrios y localidades gobernados por el PSOE donde el “no” ha logrado resultados más altos. También pensaría que los procedimientos legislativos deben adaptarse a las necesidades de la mayoría, puesto que las instituciones del estado de derecho están al servicio de la misma, y no al contrario.
La verdad es que, si yo fuera progresista -lo digo por emplear la autodenominación al uso-, estaría convencido de multitud de cosas que me parecen repugnantes. Pero sería más feliz, eso seguro. Insisto, al menos, no pasaría tanta vergüenza.
2 Comments:
De hecho, cuando venía a trabajar esta mañana he tenido que esquivar a varios suicidas que se precipitaban desde las azoteas contra los adoquines nevados, las mujeres paren hijos con tres cabezas y el Barça parece en trance de ganar la liga. No hay duda: el Apocalipsis está aquí y la Bestia nació en Valladolid y se crió en León. No querría yo meterme en camisa de once varas, pero la exposición prolongada a los sermones del imam Jiménez Losantos en Al-Qadina Cope degenera en úlcera, tanto en fieles como en oyentes de corral ajeno. En tres palabras: no exageres, hombre. By the way, ¿podrías abundar en la diferencia entre "progre sectario" y "rojo respetable"? Tengo interés en ver por dónde te lleva ese camino.
Salud, República y tila
Pepe
By Anónimo, at 7:35 p. m.
Así me gusta, que sigas enganchado.
No sé qué es más exagerado, si lo de las tres cabezas o decir que nuestras relaciones con los EEUU van de cine.
Lo del Barça me parece gravísimo, en todo caso, y ya sabes mi teoría de que esto termina afectando al PIB.
La diferencia te la explico con mucho gusto el día que te pagues una cerveza -o nos la pague otro, que al caso es igual-.
Un abrazo,
Fernando
By FMH, at 9:15 a. m.
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