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jueves, febrero 24, 2005

SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR

César Alonso de los Ríos afirma hoy en ABC que, en toda la historia de la democracia, sólo con los gobiernos de Aznar tuvimos una política exterior propiamente dicha (cabría añadir que tampoco durante la dictadura de Franco -en puridad, casi desde el siglo XVIII-, pero las situaciones no son comparables). A poco que pensemos, habrá que concluir que la afirmación tiene mucho de cierta, siempre que "política exterior" se entienda como algo más que mera participación en las relaciones internacionales -hasta Corea del Norte participa de un modo u otro-. Una política es una acción orientada, articulada y, en la medida de lo posible, con un impulso, una voluntad que la respalde.

La condición necesaria para que un país disponga de una política exterior es creer en ese país y creer, por tanto, que ese país tiene derecho a afirmarse y a tener sus propios intereses y opiniones. Esa condición no se cumplió suficientemente con los gobiernos socialistas anteriores y, desde luego, no se cumple en absoluto con el actual mariachi de ZP. Lo que esta gente entiende por "afirmarse" es, más o menos, lo que entiende un adolescente de quince años.

Las políticas socialistas se detinen siempre desde la desconfianza en España y en sus posibilidades. Esto llegó, incluso, a plantearse, en otros tiempos, con ciertas pretensiones teóricas. La idea de España como "potencia media" y, por tanto, no autónoma en sus actuaciones, que serían siempre dependientes de la Unión Europea -por sobrenombre los intereses de Francia-.

Con Aznar ese marco teórico (ausencia de marco, más bien) quebró. Se sustituyó por una noción más acorde con la realidad del país. La octava potencia económica del mundo tiene el derecho y el deber de disponer de autonomía y criterio propios. Y de no definir sus intereses en función de los de nadie más, sin que ello implique, por supuesto, un abandono de la cooperación con otras naciones.

La cuestión es, pues, previa. No tenemos una política exterior ridícula porque sí, sino porque no creemos en nosotros mismos lo suficiente.