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domingo, enero 09, 2005

SI LOS VASCOS QUIEREN...

(dedicado a Guillermo, por si llega a leerlo)

Últimamente, en debates sobre la tan traída y llevada cuestión nacional, tras analizar el posible curso de los acontecimientos, es habitual encontrarse preguntas como: “y si, a fin de cuentas, una mayoría de los vascos (o catalanes) quiere la independencia, ¿qué?”.

Mucha gente de buena fe, no puede reprimir la inquietud ante ese interrogante, que aboca necesariamente a la noción de “conflicto” (no en el sentido instrumental que le dan los nacionalistas vascos, sino conflicto de verdad, con dos partes), noción indeseable y desterrada del espectro de lo utilizable por el pensamiento políticamente correcto, como casi todos los conceptos “fuertes” (inciso: el pensamiento único, otrosí pensamiento débil, ha proscrito toda afirmación rotunda y convertido toda noción en contingente, por eso la perspectiva de un conflicto que sólo pueda tener una única solución horroriza como, antaño, horrorizaba el vacío).

Pero es que la realidad se impone. Pues si una mayoría de los vascos quieren ser independientes... nada. El deseo de los vascos, por sí mismo, no tiene por qué tener consecuencias políticas. Supongo que más de uno habrá sentido ya un sobresalto. Me explicaré. Para empezar, compárese el interrogante inicial con el siguiente: “y si la mayoría de los araneses quieren ser independientes, ¿qué?” (hubiera podido escribir “la mayoría de los habitantes de Móstoles”, pero supongo que se me diría que ellos no son una “nación”; argumento que no vale en el caso de los habitantes del valle de Arán, que podrán tener o no conciencia nacional, pero, a mi modo de ver, tienen todos los elementos del pedigréé nacional al uso). Sin duda esta pregunta tiene mucho menos hierro. Y el caso es que es, más o menos, igual que la anterior.

Pretender que en política uno juega solo y puede obtener lo que de su voluntad se derive es una muestra del infantilismo más absoluto. Infantilismo que no es extraño en el imaginario nacionalista, que es infantil en sí mismo –“infantil” en sentido hegeliano; no han pasado de la etapa mítica-, pero que sorprende más en el campo racional, en el de el pensamiento político contemporáneo.

Es totalmente cierto que la realidad política existente es, en buena medida, contingente, en el sentido de que no es necesaria. En otros términos, podría haber sido de otro modo. Creo que fue Jordi Pujol el que un buen día apuntó que, si el signo de ciertas batallas hubiera sido el contrario –lo que podría haber ocurrido, posiblemente, con un simple cambio en el tiempo atmosférico- hoy Cataluña sería el “país hermano” y Portugal los separatistas. Cierto, sí. Pero, precisamente, por el hecho de ser contingente, histórica y producto de mil circunstancias, es totalmente absurdo –“antihistórico” es un término más fino, pero quiere decir lo mismo- aplicar a la realidad política el bisturí de unos conceptos teórico-abstractos tales como los supuestos derechos de los pueblos a un estado. Quien piense lo contrario, que se dirija a las cancillerías europeas y proponga una renegociación del Tratado de Utrecht, por ejemplo -se puede invocar su nulidad de pleno derecho por falta de legitimidad de la monarquía absoluta (ojito con reírse, que no hace mucho oí a todo un embajador de España utilizar argumentos de tenor similar para descalificar toda la transición española). Lo normal es que lo tomen por loco o por imbécil, no que se sientan forzados a abordar el tema.

Insisto, puede que cause horror oírlo y algunos no se lo quieran ni plantear, pero todo el statu quo político es el resultado de multitud de conflictos en el que han quedado enterrados deseos, intereses y voluntades. Por increíble que parezca, el estado liberal democrático es una síntesis de todos esos conflictos: el mínimo que hace posible un desarrollo decente de la vida humana.

Que alguien diga ahora que pretende revisar toda la cuestión por el mero hecho de que no le gusta es, simplemente, ridículo. Por suerte o por desgracia, vivimos en el seno de un entramado muy complejo de relaciones, y los mecanismos de cambio son algo más sutiles y difíciles de lo que el nacionalismo quiere dar a entender.

De todos modos, bien está que los nacionalistas piensen así, y que se lo crean. Lo que no es lógico es que nos lo creamos los demás.

1 Comments:

  • Fernie-baby:

    This has nothing to do with the Basques, but I want to go on record (in a public forum) as saying that you organized yet another fabulous post-New Year's dinner outing last night. The food, the drinks, and the company were outstanding (although, with regard to the drinks, Ines's 7am wake-up call might have been easier without that last gin and tonic).

    But above all, last night made us realize two very important things:

    1. We don't see our friends often enough; and
    2. I don't eat corzo often enough.

    Sal and Maria

    By Blogger Sal DeTraglia, at 9:59 p. m.  

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