EL PP Y LOS PACTOS DE ESTADO
Como consecuencia del Plan Ibarretxe, Mariano Rajoy ha ofrecido a ZP un pacto de estado que éste último se ha apresurado a rechazar.
Esto de los pactos de estado, como bien dice Manuel Martín Ferrand, huele un poco a ganas de tocar poder desde la oposición, como prueba el hecho de que, casi siempre, es el partido en la oposición el que los ofrece. Por otra parte, no deja de ser sintomático que la democracia en la que más se tiene por costumbre esto de los pactos -legado del consenso de la transición, supongo- sea la española, en la que los mecanismos democráticos propiamente dichos funcionan bastante mal.
En efecto, quizá los pactos de estado serían una simple extravagancia si:
En primer lugar, gobierno y oposición se atuvieran a sus roles respectivos, con lealtad mutua y a la ley. Una oposición sensata, como es la que aspira, supongo, a hacer el PP debe mostrar su lealtad por sus hechos, no llevando su crítica más allá de lo necesario -que puede ser muy lejos, a tenor de la situación- y votando con el gobierno allí donde sea menester.
En segundo lugar, los sucesivos gobiernos estuvieran comprometidos con maneras sensatas de hacer las cosas. Las políticas de estado lo son por su propia naturaleza, sin que sea necesario subrayar eso con un pacto explícito. Que yo sepa, los demócratas y los republicanos no tienen suscrito ningún pacto sobre política exterior, pero es un valor entendido que dicha política sigue una mínima coherencia presidencia tras presidencia, dependiendo de las circunstancias y sin perjuicio de la legítima capacidad de cada Administración para modificar las cosas de acuerdo con el mandato recibido en las urnas.
Así pues, no parece necesario suscribir pacto alguno, en este caso. Por otra parte, hay dos cuestiones que el Sr. Rajoy debería tener claras: en primer lugar, que los pactos con el PSOE tienen un valor muy relativo -como muestra el que se suscribió por la justicia- y, por otra parte, que es muy dudoso que estas operaciones mejoren para nada su imagen que, me temo, es lo que está buscando. Por otra parte, el amigo ZP no tiene la más mínima intención de dar oxígeno al PP en esta hora, antes al contrario, aunque no tiene ni la menor idea de por dónde tirar, lo que sí tiene claro es que no quiere que su solución se parezca a la que podría dar el PP.
A mi modesto entender, lo que tiene que hacer Rajoy, ahora más que nunca, es ser fiel a sus principios -todavía hay quien eso lo valora- y exigir firmemente al gobierno que cumpla con sus obligaciones constitucionales. Todo lo demás son monsergas.
Esto de los pactos de estado, como bien dice Manuel Martín Ferrand, huele un poco a ganas de tocar poder desde la oposición, como prueba el hecho de que, casi siempre, es el partido en la oposición el que los ofrece. Por otra parte, no deja de ser sintomático que la democracia en la que más se tiene por costumbre esto de los pactos -legado del consenso de la transición, supongo- sea la española, en la que los mecanismos democráticos propiamente dichos funcionan bastante mal.
En efecto, quizá los pactos de estado serían una simple extravagancia si:
En primer lugar, gobierno y oposición se atuvieran a sus roles respectivos, con lealtad mutua y a la ley. Una oposición sensata, como es la que aspira, supongo, a hacer el PP debe mostrar su lealtad por sus hechos, no llevando su crítica más allá de lo necesario -que puede ser muy lejos, a tenor de la situación- y votando con el gobierno allí donde sea menester.
En segundo lugar, los sucesivos gobiernos estuvieran comprometidos con maneras sensatas de hacer las cosas. Las políticas de estado lo son por su propia naturaleza, sin que sea necesario subrayar eso con un pacto explícito. Que yo sepa, los demócratas y los republicanos no tienen suscrito ningún pacto sobre política exterior, pero es un valor entendido que dicha política sigue una mínima coherencia presidencia tras presidencia, dependiendo de las circunstancias y sin perjuicio de la legítima capacidad de cada Administración para modificar las cosas de acuerdo con el mandato recibido en las urnas.
Así pues, no parece necesario suscribir pacto alguno, en este caso. Por otra parte, hay dos cuestiones que el Sr. Rajoy debería tener claras: en primer lugar, que los pactos con el PSOE tienen un valor muy relativo -como muestra el que se suscribió por la justicia- y, por otra parte, que es muy dudoso que estas operaciones mejoren para nada su imagen que, me temo, es lo que está buscando. Por otra parte, el amigo ZP no tiene la más mínima intención de dar oxígeno al PP en esta hora, antes al contrario, aunque no tiene ni la menor idea de por dónde tirar, lo que sí tiene claro es que no quiere que su solución se parezca a la que podría dar el PP.
A mi modesto entender, lo que tiene que hacer Rajoy, ahora más que nunca, es ser fiel a sus principios -todavía hay quien eso lo valora- y exigir firmemente al gobierno que cumpla con sus obligaciones constitucionales. Todo lo demás son monsergas.
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