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sábado, enero 08, 2005

LOS SALMANTINOS Y CALDERA, O EL DESPOTISMO

Leo en un periódico que el ministro Caldera advierte "que ya se cuidará el alcalde de Salamanca de cumplir la ley". Elíptico queda un "por la cuenta que le trae, supongo".

Contrasta la firmeza del Sr. Caldera a la hora de recordar al regidor salmantino sus deberes con la tibieza con la que su presidente (y el mío, mal que me pese) -que no ha considerado necesario ni tan siquiera convocar el Consejo de Ministros con urgencia- enfrenta el descaro del Sr. Ibarretxe.

No sé si el alcalde de Salamanca lleva o no razón -tengo mi opinión, pero no hace al caso-. Lo que sí sé es que representa el sentir de muchos salmantinos y muchos castellanos. Parece que toda la delicadeza por no ofender sentimientos de algunos (recordemos que el Sr. Caldera era el que consideraba la bandera nacional de la Plaza de Colón "hiriente" para cierta gente) se torna desprecio por los de otros. Pero claro, los salmantinos, que sólo son unas pocas decenas de miles, ni tienen partido que los represente ni, desde luego, cuentan con el apoyo impagable de una banda criminal. El sentir de los salmantinos y los castellanos importa una higa, por tanto. Aplíquese, pues, la ley sin contemplaciones, ¿no?

Ayer mismo, en el diario El Mundo, Javier Ybarra volvía a acusarnos, una vez más, de lo mismo. En el fondo, de no comprender la peculiar idiosincrasia vasca. Nos explicaba como, a fin de cuentas, el noble pueblo vasco no es independentista -al parecer, porque su economía no lo aguanta-, sino que somos los españoles (los vascos constitucionalistas, en este caso) los que, hiriendo su orgullo, les empujamos donde, al cabo, no quieren estar. El problema es, pues, que no les damos cariño. Ni el señor Ybarra ni ningún vasco que yo haya conocido parece haber comprendido que los cariños han de ser mutuos.

Todo lo que nos llega del País Vasco es desprecio, mala gana, reivindicación continua... jamás una expresión de solidaridad, de apoyo, de comprensión. Otro tanto puede decirse de Cataluña.

Un precepto civil dice que las leyes no amparan los abusos del derecho. Cataluña y el País Vasco se comportan como comundidades que sólo tuvieran derecho. Jamás obligaciones. Los demás somos los obligados para con ellos. Y ahí está el Sr. Caldera para recordárnoslo.