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sábado, septiembre 01, 2007

TERCEROS EN DISCORDIA

Esta lectura a la que tengo el gusto de invitarles: “los innecesarios guiños a la izquierda”, por Esteban Hernández (a su vez, invita a leer un libro de Samuel Gregg, que también recomiendo), y el acontecimiento político de la semana, el affaire Rosa Díez, me han llevado a pensar algunas cosas, nada originales por otra parte, pero sobre las que me gustaría volver, sobre todo, ahora, que hay votación en lontananza. Me refiero, claro está, a la configuración de nuestra oferta política.

Veamos: parto de una realidad insoslayable, que no es otra que la de que el gobierno de las sociedades democráticas se va construyendo a través de una serie de simplificaciones sucesivas. Esas simplificaciones se construyen, sobre todo, aplicando la regla de la mayoría, esto es obvio, pero también a través de una reducción del continuo que son las opiniones y gustos de cada cual a una serie de posiciones discretas. En román paladino, o uno anda muy, muy justo de ideas, o va a ser muy difícil que encuentre un partido cuya oferta le satisfaga plenamente. A algo hay que renunciar siempre, porque el menú es limitado, y hay que quedarse con lo que más nos apetezca o menos asco nos dé, pero siempre dentro de lo reducido de la oferta.

No obstante, la cosa no tiene por qué ser del todo dramática. En principio, el funcionamiento del sistema exige que las ofertas presentadas sean, al menos, dos. Ése es el número mínimo para que el acto de elegir tenga algún sentido. Pero, en la buena teoría, un sistema proporcional debería invitar a más, muchos más, incluso contando solo a los grupos con cierto chance de sacar representación parlamentaria.

Aun cuando la ligazón necesaria entre proporcionalidad y multiplicidad de partidos está por demostrar, tendencialmente puede tenerse por cierta. Y el bipartidismo imperfecto en que hemos quedado aherrojados dice bastante sobre cuan poco proporcional es nuestro sistema pretendidamente proporcional. Buena parte de las circunscripciones son, de facto, mayoritarias o cuasimayoritarias, y algunas en las que se elige un número significativo de diputados tampoco son para tirar cohetes (esta es una de las razones por cierto, de que los nacionalistas vascos y catalanes obtengan representaciones nutridas y los, pongamos por caso, castellanos, no; además de ser más representativos, operan en distritos electorales que eligen más diputados –por tanto, más proporcionales-). Lo cierto es que este estado de cosas tiene un evidente efecto sobre el comportamiento del elector. Surge la cuestión del “voto útil” –noción, en principio, bastante ajena a la configuración del sistema proporcional- y las tendencias se refuerzan. Los dos partidos mayoritarios, de por sí primados, se convierten en destinatarios de aquellos que “no quieren perder su voto”, dándoselo a una formación quizá más afín, pero con menos perspectivas.

Naturalmente, esto tampoco ayuda a los desplazamientos de voto. Los dos grandes partidos se convierten en aglutinantes del sufragio en sus respectivos sectores ideológicos. En teoría, el corolario de todo esto –sobre el papel- debería ser que los dos grandes partidos se aproximaran al punto de tangencia, siendo fronterizos el uno del otro y, claro está, asfixiando a cualquier tercero en discordia.

Ahora bien, esto es la teoría. Pero ¿qué ocurre cuando el comportamiento supuesto de los dos grandes partidos no coincide con lo que sería de esperar? Paradojas de la vida, ninguno de los dos grandes partidos españoles pasa por una etapa de tendencia al centro (sin entrar, por el momento, a valorar el aparente cambio de rumbo –en el discurso, al menos- del PSOE), sino todo lo contrario. Ambos son percibidos como radicalizados, cada uno a su modo, no ya por el electorado de enfrente, sino hasta por el propio. Ahora mismo, es poco menos que imposible que se produzca un trasvase significativo de voto entre PSOE y PP, lo cual no es –insisto, paradójicamente- óbice para que, en los respectivos campos, haya, cuando menos, minorías echando pestes de la respectiva opción “natural”.

Esto es tanto como decir que, al menos coyunturalmente, hay hueco para un tercero. Y lo hay, pásmense, en las huestes del segmento que ambos partidos mayoritarios deberían desear para sí: el de las clases medias ilustradas. Esas clases que se ubican a en la izquierda del PP y en la derecha del PSOE. Si lo prefieren, y por etiquetar: liberales laicos, por un lado, y socialdemócratas moderados, por el otro. La tercera España, en suma. Ese conjunto de ciudadanos tienen, por supuesto, un punto de coincidencia esencial, que es la fe en el sistema democrático de alternancia, pero es que, y por eso hablaba de “coyunturalmente”, ahora mismo tienen otro: la cuestión nacional.

Y voy concluyendo. Es probable que la iniciativa fracase. Pero el nuevo partido que está formándose en torno a Savater y compañía es el segundo aviso en pocos meses. ¿Qué sucedería si, en algún momento, surgiera una alternativa menos sospechosa de diletantismo, con visos de mayor seriedad? No digo que tal cosa sea fácil, porque esos “visos de seriedad” tienen mucho que ver con la existencia de una estructura organizativa sólida, lo que diferencia, en esencia, a un partido de un movimiento. Es llamativo, por otra parte, que las dos iniciativas más acabadas hayan surgido de la izquierda... aunque, quizá, hayan terminado por hacer daño a la derecha. El diagnóstico parece claro: hay una izquierda que no quiere, no puede hacer el viaje hasta las orillas del PP, pero está dando vueltas sobre sí misma, para vencer el miedo e iniciar la travesía por su cuenta. Luego, va y resulta que son los del otro lado los que se apuntan.

Arrimando al ascua mi sardina, diré mi opinión. Hay hueco para un partido liberal en España. Un partido liberal al que, probablemente, sí le sería posible pescar, de vez en cuando, al menos, en los caladeros de la izquierda. Me moriré sin verlo, supongo, pero la idea no me la quitan de la cabeza. Ofrezco manifiesto fundacional, para quien le pueda interesar.

Y los sueños, sueños son.

1 Comments:

  • Estoy de acuerdo con usted, hay sitio. Ciutadans es un partido nacido de una izquierda que se fundamenta en volver a levantar las ideas de matriz liberal que hay en esa parte del espectro, abandonadas del todo por el PSOE de Zapatero.

    En fin, entre liberales laicos y social-liberales podría hacerse un partido, pero de momento la cosa parece difícil. Quizá cuando hayan surgido 273 partidos como Ciutadans (y este otro nuevo) se pongan de acuerdo para salvar lo que quede del país y de dignidad ciudadana.

    Saludos

    PD: La verdad que Ciutadans levantó mucha expectación e ilusiones en principio, en todas partes, pero actualmente...

    By Blogger Fritz, at 1:32 a. m.  

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