¿HACIA UNA CRISIS DEL SISTEMA?
Los comentarios del senador del PNV, Iñaki Anasagasti, acerca del Rey y, en general, de la familia real, aun conteniendo algún gramo de razón –sobre todo en esas referencias, obiter dicta, a los consortes que, hoy por hoy, se erigen en la amenaza más peligrosa para la estabilidad de la Monarquía- son doblemente improcedentes. Primero, por lo chuscas y lo impropias de una persona que, como Anasagasti, está atada por evidentes vínculos institucionales. Y, segundo, porque no parece que un senador del Reino sea, precisamente, la persona más autorizada para criticar lo poco intenso del trabajo de los demás. No me cabe la menor duda de que, al igual que su Majestad, muchos diputados y senadores sudarán la camiseta, pero se les nota lo mismo. Es más, me temo que los españoles –vascos incluidos- tienen una percepción más nítida del desempeño del Rey que del de muchos, pero muchos miembros de las Cámaras, incluyendo casi todos los senadores.
Pero, en fin, es una brizna más. Algo que viene a ahondar en esta sensación de crisis que rodea al marco constitucional español. No creo que sea, precisamente, la Corona una de las piezas que peor aguanten el tirón –soy de los que piensan que, con independencia del anómalo origen, don Juan Carlos, en particular, ha ganado una legitimidad de ejercicio que aún no ha dilapidado, ni mucho menos- pero parece innegable que incluso la impostada solidez del Trono empieza también a resquebrajarse.
No hace mucho tiempo, leí un artículo de Jorge de Esteban en el que afirmaba que la Constitución Española resulta irreformable. Irreformable de hecho, se entiende. A juicio del prestigioso constitucionalista, las condiciones exigidas son, sencillamente, de imposible cumplimiento. En otras palabras, será posible jurídicamente, pero no lo es políticamente. Empero, no toda la Constitución material adolece del mismo grado de rigidez que la Constitución formal. Nuestro marco constitucional tiene, sin duda, su base en el Texto de 1978, pero ese texto, para funcionar, necesita, al menos dos complementos indispensables: la ley de régimen electoral general y los estatutos de autonomía. Todo ello, claro está, aderezado con la jurisprudencia constitucional, que se ha revelado, en realidad, tan constituyente como las propias leyes.
Pues bien, no todos los elementos del conjunto, claro es, se encuentran igualmente blindados. Y, de hecho, en estos días, asistimos a un proceso de reforma de las piezas secundarias –los estatutos de autonomía- en mitad de un debate demencial, guiado por la frivolidad y manifiesta irresponsabilidad del peor gobierno de la historia de la Democracia –con una oposición inane y falta de norte como imprescindible telonera-, del que está ausente no ya el consenso, sino el sentido común. Si interpreto correctamente a Esteban- y, en todo caso, es mi propia lectura- sólo una reforma constitucional en sentido formal, una reforma del Texto fundamental, lograría, a estas alturas, el reequilibrio institucional roto. Pero recuérdese que hemos partido de la premisa de la imposibilidad efectiva de realizar semejante reforma.
La consecuencia de todo ello sólo puede ser que nos encaminamos a una crisis de considerables proporciones, de la que, desde luego, la Monarquía no saldrá intacta.
Nada impediría, desde luego, que la crisis –que tiene algunos pilares reales, como la clara inadecuación de ciertos elementos del sistema a la altura de los tiempos- se solventara con rigor y no sólo no supusiera un problema para la sociedad española sino que, al contrario, resultara en un marco mucho más estable y, al tiempo, dinámico, que potenciara nuestro desarrollo. Con o sin Rey, que esto es lo de menos.
El problema fundamental no es de orden técnico-jurídico, sino estrictamente político. La democracia española está en crisis porque lo está el sistema de partidos. Los partidos políticos españoles, en estos momentos, carecen de la solvencia intelectual e, incluso, moral, como para acometer semejante cambio. Me refiero, naturalmente, al PSOE y al PP, ya que los demás, salvo excepciones, sencillamente no tienen interés alguno en la estabilidad del sistema o, lisa y llanamente, no son partidos españoles en el sentido amplio del término –quiero decir, con un interés real en el conjunto-.
El Partido Socialista, en su actual configuración, no puede ser solución porque es parte del problema. De hecho, como queda dicho, ha dedicado sus mejores esfuerzos a que la estabilidad salte por los aires, quizá en la creencia de que el status resultante le favoreciera –esperanza vana, me temo, pero allá ellos-. El PP tampoco parece capaz de hacer otra cosa que alternar obviedades con sonoras bobadas. Y, en todo caso, de nada nos vale el uno sin el otro. Nuestro problema es que no necesitamos un político cabal, patriota, intelectualmente formado, sensato y con autoridad entre los suyos... sino dos. Y eso parece mucho pedir por estos pagos y en estos tiempos.
Así, hasta El Jueves se convierte en un peligroso agente desestabilizador, claro. Incluso Anasagasti.
Pero, en fin, es una brizna más. Algo que viene a ahondar en esta sensación de crisis que rodea al marco constitucional español. No creo que sea, precisamente, la Corona una de las piezas que peor aguanten el tirón –soy de los que piensan que, con independencia del anómalo origen, don Juan Carlos, en particular, ha ganado una legitimidad de ejercicio que aún no ha dilapidado, ni mucho menos- pero parece innegable que incluso la impostada solidez del Trono empieza también a resquebrajarse.
No hace mucho tiempo, leí un artículo de Jorge de Esteban en el que afirmaba que la Constitución Española resulta irreformable. Irreformable de hecho, se entiende. A juicio del prestigioso constitucionalista, las condiciones exigidas son, sencillamente, de imposible cumplimiento. En otras palabras, será posible jurídicamente, pero no lo es políticamente. Empero, no toda la Constitución material adolece del mismo grado de rigidez que la Constitución formal. Nuestro marco constitucional tiene, sin duda, su base en el Texto de 1978, pero ese texto, para funcionar, necesita, al menos dos complementos indispensables: la ley de régimen electoral general y los estatutos de autonomía. Todo ello, claro está, aderezado con la jurisprudencia constitucional, que se ha revelado, en realidad, tan constituyente como las propias leyes.
Pues bien, no todos los elementos del conjunto, claro es, se encuentran igualmente blindados. Y, de hecho, en estos días, asistimos a un proceso de reforma de las piezas secundarias –los estatutos de autonomía- en mitad de un debate demencial, guiado por la frivolidad y manifiesta irresponsabilidad del peor gobierno de la historia de la Democracia –con una oposición inane y falta de norte como imprescindible telonera-, del que está ausente no ya el consenso, sino el sentido común. Si interpreto correctamente a Esteban- y, en todo caso, es mi propia lectura- sólo una reforma constitucional en sentido formal, una reforma del Texto fundamental, lograría, a estas alturas, el reequilibrio institucional roto. Pero recuérdese que hemos partido de la premisa de la imposibilidad efectiva de realizar semejante reforma.
La consecuencia de todo ello sólo puede ser que nos encaminamos a una crisis de considerables proporciones, de la que, desde luego, la Monarquía no saldrá intacta.
Nada impediría, desde luego, que la crisis –que tiene algunos pilares reales, como la clara inadecuación de ciertos elementos del sistema a la altura de los tiempos- se solventara con rigor y no sólo no supusiera un problema para la sociedad española sino que, al contrario, resultara en un marco mucho más estable y, al tiempo, dinámico, que potenciara nuestro desarrollo. Con o sin Rey, que esto es lo de menos.
El problema fundamental no es de orden técnico-jurídico, sino estrictamente político. La democracia española está en crisis porque lo está el sistema de partidos. Los partidos políticos españoles, en estos momentos, carecen de la solvencia intelectual e, incluso, moral, como para acometer semejante cambio. Me refiero, naturalmente, al PSOE y al PP, ya que los demás, salvo excepciones, sencillamente no tienen interés alguno en la estabilidad del sistema o, lisa y llanamente, no son partidos españoles en el sentido amplio del término –quiero decir, con un interés real en el conjunto-.
El Partido Socialista, en su actual configuración, no puede ser solución porque es parte del problema. De hecho, como queda dicho, ha dedicado sus mejores esfuerzos a que la estabilidad salte por los aires, quizá en la creencia de que el status resultante le favoreciera –esperanza vana, me temo, pero allá ellos-. El PP tampoco parece capaz de hacer otra cosa que alternar obviedades con sonoras bobadas. Y, en todo caso, de nada nos vale el uno sin el otro. Nuestro problema es que no necesitamos un político cabal, patriota, intelectualmente formado, sensato y con autoridad entre los suyos... sino dos. Y eso parece mucho pedir por estos pagos y en estos tiempos.
Así, hasta El Jueves se convierte en un peligroso agente desestabilizador, claro. Incluso Anasagasti.
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HACE QUINCE AÑOS…LAS OLIMPÍADAS…
Por Rafael del Barco Carreras
Llovió tan ilimitado dinero sobre la ciudad que se palió, CASI, la catástrofe de PORCIOLES y el franquismo, surgiendo de nuevo la Barcelona de la burguesía de entre siglos. Pero apareciendo las prácticas constructoras habituales, el recorte de cemento y calidades, visibles en la Ciudad Olímpica antes de “entregada la obra”. Derrumbes, grietas, manchones de salitre, alturas que no permiten el tránsito de camiones ¡en el puerto!, y drenajes deficientes con sus inundaciones. Tras el gran precedente de lo achacado a la “aluminosis” (miles de pisos del franquismo apuntalados y derruidos), surge la simple “falta de cemento”, la chapuza, y se hunde el Carmelo donde en teoría estudios y métodos eran perfectos, se descubre que los presupuestos de mantenimiento no se han invertido donde debían o desaparecido, y los trenes, la electricidad, o el aeropuerto, carreteras (el terrible Eix Transversal), y las autopistas se colapsan recién inaugurados. Hasta las sofisticadas técnicas israelitas de las nuevas cárceles no funcionan, suministradas por un amigo de los Pujol. ¡Y ninguna detención, faltaría más!. Como con el 3% o 20%, la corrupción “técnica” está perfectamente institucionalizada. El “seny catalá” que tan hermosas fachadas supo diseñar se transforma en pura delictiva avaricia cuando aplica presupuestos. Interpelaciones en Parlament y el Parlamento de la Nación, y LA VERDAD, las muchas verdades de tanto desastre, no se sabrán nunca, JAMÁS, porque abarcan todo el panorama de “técnicos”, funcionarios, políticos de derecha o izquierda, amigos o enemigos, grandes constructoras y subcontratistas, con su gran o pequeña mordida de dinero negro. De nuevo Magdalena Álvarez Arza defenderá la Gran Corrupción barcelonesa, al igual que por los 80 con su Jefe Josep Borrell OCULTÓ Y NO DENUNCIÓ (y encima pasados los años justificó su silencio en la prensa) a sus amigos el Delegado de Hacienda e inspectores. Gestos, papeles, cifras, porcentajes, el “nosotros esto y lo otro” y el consabido “vosotros tenéis la culpa”. Más la música del eterno AVE, su Sagrada Familia, los alcaldes, los geólogos, las asociaciones de vecinos, los ecologistas y su ecosistema, los sindicatos y sus huelgas, y hasta los chorizos arramblando el cobre. A por subvenciones y presupuestos, ¡que paga Madrid!. Todos contra el AVE, y contra su tardanza.
Ya Milá quiso detener la Pedrera de Gaudí pero su mujer amaba más el arte que el dinero, y a su pesar, el hermosísimo monumento ha resultado más caro de mantener que una catedral gótica. La piedra no es la adecuada.
Yo presté poca atención a las Olimpíadas. Un juicio, por una urbanización en el que me declararon inocente, me retuvo dos meses en la cárcel de Gerona. Una terrible estancia en una celda con cinco gitanos y su guitarra. Pero fue peor el trato con la sicóloga, castigándome con cambio de módulo (la diferencia, cuatro o seis por celda, dos literas de tres con medio metro de separación) por no cumplir un baremo de “actividades” que el propio verano por vacaciones de los funcionarios y “técnicos” convertía en imposible. Y se me ocurrió escribir mi primera novela: “LOS 10…, 100…, y 500.000 MILLONES DE PTLOS. DE LA ROSA”, con más disgustos que un cambio de módulo. Los grandes triunfadores olímpicos, Samaranch, Pujol, Serra, Maragall, o los segundos en el podium, que en mi ingenuidad creía se derrumbaban, De la Rosa, Piqué Vidal, Pascual Estevill, me demostrarían como se aplasta una mosca cojonera.
A nadie le hizo maldita la gracia las aventuras amorosas del sesentón Antonio de la Rosa con el “je t´aime Antoine”, susurrado al oído, bailando en el Sporting de Montecarlo con una preciosa francesa que le traía de cabeza, pero que aquella noche le negó la entrada a su camarote. Estrategia femenina. O la desesperada reacción ante su despedida invitando al yate al anochecer a tres prostitutas “para él solo”. Por si alguno de sus multimillonarios descendientes se queja, tengo las fotografías (unas sospechosas fotos que ni de lejos inspiré). Tras también despedirme (aquello era inaguantable), pasado el tiempo supe que al día siguiente apareció el hijo Javier y familia, fraguándose el desastre que se me avecinaba (la propia francesa declararía contra mí en el juicio, sin nada concreto, suponiendo engaños y orgías). Y menos gracia anunciar la que sería la próxima gran estafa del club De la Rosa - Piqué Vidal, al que yo añadía Pujol, único personaje sin seudónimo, Gran Tibidabo - Port Aventura.
Mi abogado, Rucabado, fallecido el día antes de mi primer permiso, después de negadas una decena de peticiones faltándome unos escasos meses para entrar en “condicional” y hasta la libertad total, fue cáustico, “te has divertido pero lo estás pagando caro, y lo pagarás más”. Lo de escribir solo es rentable si se elogia al Poder, y la Gran Corrupción demasiado poderosa para lanzarse lanza en ristre a lo quijote contra los molinos. Pero a mí aquellos molinos me jodieron la vida, y entre aquellas paredes me pareció la mejor de las ocupaciones embestir a quien con los años se ha demostrado eran las más retorcidas y amorales mentes de la Gran Barcelona.
La novela no tuvo ninguna resonancia, aunque varías publicaciones, entre ellas El País, le dedicaran unas líneas. El País se portó bien, imprimió mi nombre, aun haciéndome secretario de Antonio de la Rosa. En otras referencias, solo “un preso” en pleno ataque vengativo. La distribuyeron por toda España, por la intervención del grupo Z (Interviú y el Periódico) de Antonio Asensio, cabreado por doscientos millones estafados por su financiero de los 80, pero reaccionaron a tiempo de detener la venta y a las órdenes de Maciá Alavedra, consellé de la Generalitat, se retiró de muchas librerías, hasta amenazando a la distribuidora, que contestaba “agotada la edición” a pesar de que años después comprobé una gran existencia de libros, cubiertos de polvo, en un almacén de San Boi de Llobregat.
Y Pujol ganó más elecciones, y los BILLONES de la Gran Corrupción se “coronaron”, en argot del narcotráfico, con la operación TACOS (consultar Internet). La detención de Piqué Vidal y sus hombres de paja, administradores de sus sociedades “ful”, instrumentales, dicen. Miles de “instrumentales”. El 26-5-2006. Solo unas horas, acusado de blanqueo. 2.000 kilos de cocaína, valor en la ciudad, 10.000 mil millones de las antiguas pesetas, y que generarían en toda Europa, mezclados y en papelinas, varias decenas de miles de millones, y un reguero de degenerados y muertos. No es la primera vez que en diligencias se mezcla su nombre, siempre en operaciones de gran calado, ni supuestamente la única operación. Se le detiene por orden del Juzgado n. 4 de la Audiencia Nacional, y las noticias, dicen, han intervenido Policía y Guardia Civil, pero con la insistencia de la DEA norteamericana. En Barcelona “tabú”, tras casi cincuenta años dedicados a la Gran Corrupción (con un bufete de hasta cien abogados y varios pequeños bufetes de apoyo). Tanto es así que cuatro meses después entra a cumplir la condena de siete años por extorsión y los “técnicos penitenciarios” de la Generalitat le sueltan a los dos meses. Será por librar de la cárcel al gran Pujol, y además por contribuir al PIB local. ¡Que gentuza!. Para rematar…me cayeron encima tres denuncias falsas y otras menudencias, que ya contaré. ¡Y ni de lejos soy la única víctima!, que cuanto más escribo, ahora en Internet, sin que nadie apague mis ordenadores, más descubro.
Han pasado quince años de la llama olímpica, y los grandes casos siguen pendientes, Hacienda con Núñez y el delegado Huguet, con De la Rosa…Gran Tibidabo…¿tendrá algo que ver en los retrasos el Presidente de la Audiencia Barrera Cogollos, amigo y compañero de Sala de Fernández Oubiña, íntimo de Piqué Vidal y Javier de la Rosa, con quien tanto departió en el oscuro rincón de la coctelería Ideal?.
Para detalles www.lagrancorrupcion.com
By Anónimo, at 3:54 p. m.
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