REALMENTE, POCO IMPORTA
Nuestro sistema constitucional, trasunto del “sistema del Canciller” alemán, no hace del Presidente del Gobierno un primus inter pares, ni a los meros efectos nominales. No es ajustado ni al Derecho ni a la realidad hablar de nuestro Presidente como “el primer ministro”. Por más que el Consejo de Ministros sea un órgano colegiado, el Presidente goza de una posición absolutamente diferenciada de la de cualquiera de sus colaboradores. Es la piedra angular del Ejecutivo, y por eso su caída provoca la caída del Gobierno.
Ahora bien, lo anterior no es incompatible con que existan ministros de muy elevado peso político, incluso en Gobiernos presididos por personas de gran carisma. Por unas u otras razones, ha habido en la historia democrática de España personas al frente de Departamentos ministeriales poderosas y, sin duda, muy conocidas de la opinión pública. No es fácil olvidar la figura de un Fernando Abril, pongamos por caso –un Fuentes Quintana, por ejemplo, es como el Tourmalet en el Tour de Francia, un hors catégorie, algo siempre fuera de lo normal- con Suárez, un Boyer, un Solchaga o un Fernández Ordóñez con el supercarismático González o, en fin, un Rato o un Mayor Oreja bajo la égida de un Aznar al que se puede tachar de todo menos de poco autoritario.
Cabe concluir, por tanto que el bajísimo perfil del Gobierno ZP –en el que, incluso, personajes llamados, a priori, a ser carne de primera plana, se diluyen hasta, prácticamente, desaparecer- no es algo necesario, sino buscado. El Ejecutivo más inane de la democracia ha estado desaparecido en combate casi toda la legislatura y, la verdad, cuando se ha hablado de algún ministro ha sido, más bien, sino para la rechifla general –entre "frailas" y "kelifinders"- para preguntarse dónde estaba (en esto Solbes se lleva, sin duda, la palma).
Ya digo que esta falta de punch afecta, incluso, a quienes, por currículo, por habilidad o por experiencia –véase un Pérez Rubalcaba- deberían pesar más. Así pues, ¿cabe esperar algo de los cambios del otro día? Me da la sensación de que la respuesta es no. Conste que, tomados uno a uno, me parecen personas de correcto perfil. Alguno, como Molina, por ejemplo, un intelectual de calado. Tampoco debe ponerse en tela de juicio, creo, la figura de Bernat Soria como científico, y no creo que sus opiniones, por muy extremas que sean, merezcan la catarata de tonterías acerca de masones, conspiradores y criminales que se están diciendo en estos días por parte de algunos medios. Que el tipo parece estar en la “línea Bermejo” es claro. Pero tampoco creo que sea el león tan fiero como lo pintan.
Porque no creo, sinceramente, que los cambios vayan a ninguna parte. Se dice que la coda de la legislatura va a tener un cariz más “social”. Es decir, que la demagogia va a desbordarse. Pero es poco lo que, a este respecto, puede hacerse desde los departamentos de los nuevos próceres. Sencillamente porque Cultura, Sanidad y Vivienda –sobre todo este último, auténtica dirección general con elefantiasis-, al igual que otras, son áreas muy capitidisminuidas en el Gobierno de la Nación, con competencias más que mermadas (inciso, pregunta de contribuyente mosqueado, ¿por qué, legislatura tras legislatura, mantiene la Administración General del Estado, sobre poco más o menos, la misma estructura orgánica, pese a que sus competencias no hacen sino adelgazar?) Iniciativas demagógicas e insensatas, sin duda, las habrá, pero es poco probable que vengan de esos departamentos.
La legislatura, no nos engañemos, está muerta. Al menos en lo político. Y se salda con dos errores de proporciones descomunales y de efectos aún por ver: la apertura del melón territorial sin la más remota idea de cómo cerrarlo y la voladura de todos los puentes de la política antiterrorista en aras de nada. Ambas cuestiones llevan el sello, la marca indeleble de frivolidad, mal hacer, falta de rigor y desprecio por el Derecho del Presidente del Gobierno.
Es muy difícil que un Gobierno presidido por el alegre José Luis llegue a tener un mínimo de peso. La catadura intelectual y moral del personaje lo impiden. Sus prerrogativas constitucionales a la hora de formar el Ejecutivo le merecen, sin duda, el mismo respecto y consideración que el orden institucional en su conjunto. O sea, ninguno. Al igual que el resto del ordenamiento jurídico, la composición de su Gobierno es, me temo, para ZP, una herramienta, una más. Salvo Trujillo –que también estaba fuera de categoría, pero por otras razones- ninguno de los ministros cesantes habían hecho méritos especiales para ello. Su nivel de competencia era perfectamente parangonable con el del resto. ¿Por qué, pues, este cese? Sencillamente, por menear banquillo, por dar la idea de que el Presidente “hace algo”.
Ni hay proyecto alguno, ni hay programa alguno. El único programa es el “como sea”. Las ideas tiznan. Así de simple. Eso no hay Gobierno que lo resista.
Ahora bien, lo anterior no es incompatible con que existan ministros de muy elevado peso político, incluso en Gobiernos presididos por personas de gran carisma. Por unas u otras razones, ha habido en la historia democrática de España personas al frente de Departamentos ministeriales poderosas y, sin duda, muy conocidas de la opinión pública. No es fácil olvidar la figura de un Fernando Abril, pongamos por caso –un Fuentes Quintana, por ejemplo, es como el Tourmalet en el Tour de Francia, un hors catégorie, algo siempre fuera de lo normal- con Suárez, un Boyer, un Solchaga o un Fernández Ordóñez con el supercarismático González o, en fin, un Rato o un Mayor Oreja bajo la égida de un Aznar al que se puede tachar de todo menos de poco autoritario.
Cabe concluir, por tanto que el bajísimo perfil del Gobierno ZP –en el que, incluso, personajes llamados, a priori, a ser carne de primera plana, se diluyen hasta, prácticamente, desaparecer- no es algo necesario, sino buscado. El Ejecutivo más inane de la democracia ha estado desaparecido en combate casi toda la legislatura y, la verdad, cuando se ha hablado de algún ministro ha sido, más bien, sino para la rechifla general –entre "frailas" y "kelifinders"- para preguntarse dónde estaba (en esto Solbes se lleva, sin duda, la palma).
Ya digo que esta falta de punch afecta, incluso, a quienes, por currículo, por habilidad o por experiencia –véase un Pérez Rubalcaba- deberían pesar más. Así pues, ¿cabe esperar algo de los cambios del otro día? Me da la sensación de que la respuesta es no. Conste que, tomados uno a uno, me parecen personas de correcto perfil. Alguno, como Molina, por ejemplo, un intelectual de calado. Tampoco debe ponerse en tela de juicio, creo, la figura de Bernat Soria como científico, y no creo que sus opiniones, por muy extremas que sean, merezcan la catarata de tonterías acerca de masones, conspiradores y criminales que se están diciendo en estos días por parte de algunos medios. Que el tipo parece estar en la “línea Bermejo” es claro. Pero tampoco creo que sea el león tan fiero como lo pintan.
Porque no creo, sinceramente, que los cambios vayan a ninguna parte. Se dice que la coda de la legislatura va a tener un cariz más “social”. Es decir, que la demagogia va a desbordarse. Pero es poco lo que, a este respecto, puede hacerse desde los departamentos de los nuevos próceres. Sencillamente porque Cultura, Sanidad y Vivienda –sobre todo este último, auténtica dirección general con elefantiasis-, al igual que otras, son áreas muy capitidisminuidas en el Gobierno de la Nación, con competencias más que mermadas (inciso, pregunta de contribuyente mosqueado, ¿por qué, legislatura tras legislatura, mantiene la Administración General del Estado, sobre poco más o menos, la misma estructura orgánica, pese a que sus competencias no hacen sino adelgazar?) Iniciativas demagógicas e insensatas, sin duda, las habrá, pero es poco probable que vengan de esos departamentos.
La legislatura, no nos engañemos, está muerta. Al menos en lo político. Y se salda con dos errores de proporciones descomunales y de efectos aún por ver: la apertura del melón territorial sin la más remota idea de cómo cerrarlo y la voladura de todos los puentes de la política antiterrorista en aras de nada. Ambas cuestiones llevan el sello, la marca indeleble de frivolidad, mal hacer, falta de rigor y desprecio por el Derecho del Presidente del Gobierno.
Es muy difícil que un Gobierno presidido por el alegre José Luis llegue a tener un mínimo de peso. La catadura intelectual y moral del personaje lo impiden. Sus prerrogativas constitucionales a la hora de formar el Ejecutivo le merecen, sin duda, el mismo respecto y consideración que el orden institucional en su conjunto. O sea, ninguno. Al igual que el resto del ordenamiento jurídico, la composición de su Gobierno es, me temo, para ZP, una herramienta, una más. Salvo Trujillo –que también estaba fuera de categoría, pero por otras razones- ninguno de los ministros cesantes habían hecho méritos especiales para ello. Su nivel de competencia era perfectamente parangonable con el del resto. ¿Por qué, pues, este cese? Sencillamente, por menear banquillo, por dar la idea de que el Presidente “hace algo”.
Ni hay proyecto alguno, ni hay programa alguno. El único programa es el “como sea”. Las ideas tiznan. Así de simple. Eso no hay Gobierno que lo resista.
1 Comments:
"No sé si la derecha es más cainita que la izquierda, como piensan algunos. Pero sí que parece más cándida, a juzgar por la asombrosa facilidad con la que una parte de la derecha mediática ha comprado esta semana el argumento socialista sobre las actas. Que Rajoy se excedió, que no se puede exigir al presidente que pruebe su inocencia y que hacerlo supone aceptar la palabra de ETA.
Preocupada aún esa derecha por la inocencia injustamente mancillada del presidente, el principal medio de a izquierda, El País, admitía ayer que sí, que las actas existen y que están en el Centro Henri Dunant de Suiza. Y que el Gobierno no puede enseñarlas puesto que quien las guarda es la Henri Dunant.
Es posible que, además de más cándida, la derecha también sea más desmemoriada. Porque la existencia de esas actas fue revelada por ABC, no por ETA, a principios de noviembre del año pasado. Y fue sistemáticamente negada desde entonces por el Gobierno y por todo el conjunto de la izquierda. En otras palabras, según el hoy presunto inocente, las actas no existían y eran un invento etarra que la derecha utilizaba. Y tanto le creyeron, que, cuando Rajoy mentaba las actas el martes pasado, una parte de la propia derecha aún dudaba de su misma existencia.
Es decir, mientras la derecha iba, la izquierda ya volvía, por lo que a esa derecha preocupada por la inocencia presidencial aún no le ha dado tiempo a preguntarse qué sentido tienen unas actas de negociación con un grupo terrorista depositadas bajo llave y compromiso de no ser reveladas en un centro extranjero de mediación internacional, cual acuerdo entre potencias en guerra.
Según las fuentes que informaron a ABC, esas actas contienen compromisos políticos. El problema es que, según ETA, también, por lo que preguntar al presunto inocente por un papel que ha firmado precisamente con los terroristas y que ahora resulta que sí existe, es, lo dice el PSOE, hacer el juego a ETA. Luego, nadie quiere molestar al presunto inocente con una sencilla pregunta: ¿qué dicen las actas? A Rajoy se le ocurrió hacerlo y lo han convertido en presunto culpable. Por desconfiado."
ABC 9 VII 2007
By Anónimo, at 6:56 a. m.
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