ELOGIO DE SARKOZY
No sé cómo le irá, porque a estas horas los franceses votan masivamente, y su veredicto no se conocerá hasta la tarde, tampoco pretendo que Nicolas Sarkozy sea Churchill redivivo, pero sí creo que, pase lo que pase –y espero que tenga ocasión para asentarse en el Eliseo, porque creo que es la mejor alternativa para Francia y, por extensión, para Europa- el mundillo liberal y conservador tiene motivos para estar agradecido.
Agradecido por su osadía. Agradecido porque se ha atrevido, por fin, a empezar a romper el hielo del pensamiento único, a proclamar, en una campaña electoral, lo que muchos pensamos.
Que no estoy de acuerdo con él en todo, es obvio; que, como representante de la derecha francesa, se encuentra, en algunos casos, en las antípodas de lo que yo pienso, también. Pero el valor es innegable, entiendo. Y, por cierto, ahí tiene el Partido Popular un camino a seguir. Ya que parece no entender los enunciados teóricos, ya que todo parece reducirse a optar entre Jiménez Losantos o Gallardón, ahí tiene la vía: atiende por Nicolas Sarkozy, y acaba de hacer algo importante: acaba de resucitar la política. Ahí es nada.
He comentado, en ocasiones, y lo mantengo, que personajes como José Luis Rodríguez Zapatero representan –y ellos lo admiten, en cierto modo, cuando se autoproclaman “políticos del siglo XXI”- la muerte de la política entendida en su sentido más noble. Su “propuesta” es, simplemente, una abdicación de la dignidad que corresponde a la política de discurso racional. En una especie de “no necesitamos ideas, porque ya somos de izquierdas” se produce eso, una proscripción total de la idea, una proscripción del pensamiento y su sustitución por mecanismos emocionales más o menos elegantes. Este pseudodiscurso se blinda, además, de la crítica mediante mecanismos ajenos al debate. El que cuestiona los dogmas es un “conservador”, un “fascista”, un “autoritario”, un “facha”...
La derecha, al menos la española, se muestra absolutamente atrapada en ese sistema. Aherrojada por sus complejos, es incapaz de sacar partido a la inanidad del adversario.
“Sarko” lo ha hecho, y por partida doble.
De entrada, impugnando el mecanismo defensivo descrito. Diciendo la verdad, que los conservadores, que los autoritarios, son ellos. Lo conservador es seguir creyendo en que el 68 fue algo estupendo, o seguir pariendo gilipolleces como que el socialismo real fue “una buena idea, mal aplicada”. Lo conservador, en la Europa contemporánea, es ser de izquierdas, seguir apoyando políticas fracasadas, algunas tan dañinas como la política educativa que, en Francia y en España, amenaza con llevarnos al desastre.
Sarkozy ha demostrado que se puede construir un discurso que haga frente al no-discurso, a la prohibición de hablar, a la prohibición de pensar avalada por la izquierda, desde posturas diferentes a las del neoconservadurismo norteamericano (esos eran, por cierto, progres en su juventud, y se les nota). La propia tradición política europea ofrece un arsenal más que suficiente. Pero, de entrada, es necesario desmontar, de raíz, la gigantesca mentira construida por la izquierda: autoridad no es autoritarismo, patriotismo sano no es nacionalismo... exigir a la gente que trabaje no es conservadurismo.
Rota la barrera defensiva, el candidato se aplica, en positivo, a la construcción de un discurso ideológicamente cargado (no habla del “sentido común”, de la “gente normal” o de “buena gestión”). Mandemos el 68 donde le corresponde: al basurero de la historia (esto lo digo yo). Es una imagen muy gráfica. El 68 es, con toda probabilidad, el mayor desastre –lo siento, Arcadi Espada- ocurrido en Europa desde el final de la Guerra Mundial. Tengo para mí que, si esto no se comenta más a menudo es, sencillamente, porque el continente está aún liderado por la generación que lo vivió y que, como es natural, no se resigna a asumir que su aportación a la historia ha sido prácticamente nula. Desde sus restaurantes de cinco tenedores, nuestros queridos progres ya sesentones, que no tuvieron su Verdún ni su Normandía, no están preparados para aceptar que han roído las entrañas del sistema que les acoge como nadie lo había hecho antes. Que el “prohibido prohibir” y otras idioteces similares, muy eufónicas, eso sí, son estupideces de un calibre descomunal.
La gracieta ya dura demasiado tiempo. Es hora de volver a pensar, como paso previo a volver a actuar. Es hora de admitir lo evidente. Basta, sencillamente. Basta de ideologías caducas. Basta de poner fin a debates con un epíteto. Basta de comulgar con ruedas de molino. Basta de “soy mujer, y de izquierdas”, y que eso sea argumento suficiente.
Me pregunto qué ocurriría si un partido español articulara un discurso “al estilo Sarkozy”. Un discurso que, partiendo de la negación de legitimidades concedidas a priori, se atreviera a atacar los problemas reales del país desde una perspectiva radical –esto es, yendo a la raíz-. A romper tabúes. A denunciar cosas que merecen denuncia y, a partir de ahí, a construir en positivo. Con audacia. Lo curioso es que en España sería, incluso, más sencillo porque, a Dios gracias, muchos de nuestros problemas no son tan profundos como los que padecen en Francia.
Supongo que es lícito soñar, y la envidia es libre. Reconozco que siento envidia de Francia. Reconozco que siento envidia de las naciones maduras. Porque es eso lo que pido para la mía, que se convierta en una nación madura. Una nación en la que un Pepiño Blanco no pudiera ponerse nunca delante de un micófono –no porque nadie se lo prohibiera, por supuesto, sino porque nadie tendría mayor interés en lo que tiene que decir-, donde ningún ZP pudiera ser presidente del gobierno, por falta de cualidades... pero donde no hubiera tampoco esos Acebes robóticos y nadie pudiera contestar, a una pregunta que “hablaré de eso cuando toque”. Donde un tipo que hace la imbecilidad de irse a un notario a jurar que nunca pactará con otro sea expulsado al ostracismo que merece, por bobo y donde alguien que cree que tener el RH de determinada manera es un dato políticamente relevante sea denunciado como lo que es: un racista.
Me pregunto dónde está nuestro Sarkozy (también donde está nuestra Ségolène, aunque esto me importa menos).
Agradecido por su osadía. Agradecido porque se ha atrevido, por fin, a empezar a romper el hielo del pensamiento único, a proclamar, en una campaña electoral, lo que muchos pensamos.
Que no estoy de acuerdo con él en todo, es obvio; que, como representante de la derecha francesa, se encuentra, en algunos casos, en las antípodas de lo que yo pienso, también. Pero el valor es innegable, entiendo. Y, por cierto, ahí tiene el Partido Popular un camino a seguir. Ya que parece no entender los enunciados teóricos, ya que todo parece reducirse a optar entre Jiménez Losantos o Gallardón, ahí tiene la vía: atiende por Nicolas Sarkozy, y acaba de hacer algo importante: acaba de resucitar la política. Ahí es nada.
He comentado, en ocasiones, y lo mantengo, que personajes como José Luis Rodríguez Zapatero representan –y ellos lo admiten, en cierto modo, cuando se autoproclaman “políticos del siglo XXI”- la muerte de la política entendida en su sentido más noble. Su “propuesta” es, simplemente, una abdicación de la dignidad que corresponde a la política de discurso racional. En una especie de “no necesitamos ideas, porque ya somos de izquierdas” se produce eso, una proscripción total de la idea, una proscripción del pensamiento y su sustitución por mecanismos emocionales más o menos elegantes. Este pseudodiscurso se blinda, además, de la crítica mediante mecanismos ajenos al debate. El que cuestiona los dogmas es un “conservador”, un “fascista”, un “autoritario”, un “facha”...
La derecha, al menos la española, se muestra absolutamente atrapada en ese sistema. Aherrojada por sus complejos, es incapaz de sacar partido a la inanidad del adversario.
“Sarko” lo ha hecho, y por partida doble.
De entrada, impugnando el mecanismo defensivo descrito. Diciendo la verdad, que los conservadores, que los autoritarios, son ellos. Lo conservador es seguir creyendo en que el 68 fue algo estupendo, o seguir pariendo gilipolleces como que el socialismo real fue “una buena idea, mal aplicada”. Lo conservador, en la Europa contemporánea, es ser de izquierdas, seguir apoyando políticas fracasadas, algunas tan dañinas como la política educativa que, en Francia y en España, amenaza con llevarnos al desastre.
Sarkozy ha demostrado que se puede construir un discurso que haga frente al no-discurso, a la prohibición de hablar, a la prohibición de pensar avalada por la izquierda, desde posturas diferentes a las del neoconservadurismo norteamericano (esos eran, por cierto, progres en su juventud, y se les nota). La propia tradición política europea ofrece un arsenal más que suficiente. Pero, de entrada, es necesario desmontar, de raíz, la gigantesca mentira construida por la izquierda: autoridad no es autoritarismo, patriotismo sano no es nacionalismo... exigir a la gente que trabaje no es conservadurismo.
Rota la barrera defensiva, el candidato se aplica, en positivo, a la construcción de un discurso ideológicamente cargado (no habla del “sentido común”, de la “gente normal” o de “buena gestión”). Mandemos el 68 donde le corresponde: al basurero de la historia (esto lo digo yo). Es una imagen muy gráfica. El 68 es, con toda probabilidad, el mayor desastre –lo siento, Arcadi Espada- ocurrido en Europa desde el final de la Guerra Mundial. Tengo para mí que, si esto no se comenta más a menudo es, sencillamente, porque el continente está aún liderado por la generación que lo vivió y que, como es natural, no se resigna a asumir que su aportación a la historia ha sido prácticamente nula. Desde sus restaurantes de cinco tenedores, nuestros queridos progres ya sesentones, que no tuvieron su Verdún ni su Normandía, no están preparados para aceptar que han roído las entrañas del sistema que les acoge como nadie lo había hecho antes. Que el “prohibido prohibir” y otras idioteces similares, muy eufónicas, eso sí, son estupideces de un calibre descomunal.
La gracieta ya dura demasiado tiempo. Es hora de volver a pensar, como paso previo a volver a actuar. Es hora de admitir lo evidente. Basta, sencillamente. Basta de ideologías caducas. Basta de poner fin a debates con un epíteto. Basta de comulgar con ruedas de molino. Basta de “soy mujer, y de izquierdas”, y que eso sea argumento suficiente.
Me pregunto qué ocurriría si un partido español articulara un discurso “al estilo Sarkozy”. Un discurso que, partiendo de la negación de legitimidades concedidas a priori, se atreviera a atacar los problemas reales del país desde una perspectiva radical –esto es, yendo a la raíz-. A romper tabúes. A denunciar cosas que merecen denuncia y, a partir de ahí, a construir en positivo. Con audacia. Lo curioso es que en España sería, incluso, más sencillo porque, a Dios gracias, muchos de nuestros problemas no son tan profundos como los que padecen en Francia.
Supongo que es lícito soñar, y la envidia es libre. Reconozco que siento envidia de Francia. Reconozco que siento envidia de las naciones maduras. Porque es eso lo que pido para la mía, que se convierta en una nación madura. Una nación en la que un Pepiño Blanco no pudiera ponerse nunca delante de un micófono –no porque nadie se lo prohibiera, por supuesto, sino porque nadie tendría mayor interés en lo que tiene que decir-, donde ningún ZP pudiera ser presidente del gobierno, por falta de cualidades... pero donde no hubiera tampoco esos Acebes robóticos y nadie pudiera contestar, a una pregunta que “hablaré de eso cuando toque”. Donde un tipo que hace la imbecilidad de irse a un notario a jurar que nunca pactará con otro sea expulsado al ostracismo que merece, por bobo y donde alguien que cree que tener el RH de determinada manera es un dato políticamente relevante sea denunciado como lo que es: un racista.
Me pregunto dónde está nuestro Sarkozy (también donde está nuestra Ségolène, aunque esto me importa menos).
10 Comments:
Suelo leer esta bitácora a menudo y este, sin duda, es de los mejores comentarios que he leido.
Enhorabuena.
By Anónimo, at 6:58 p. m.
Magnífico.
By Anónimo, at 8:46 p. m.
Felicidades por este artículo. Me lo he leido de arriba a abajo, y es expresivamente muy bueno. Y coincido contigo en la envidia sana a Francia, un país que, por muy gabacho que sea, nos gana por retahíla en madurez y en cultura política democrática. Tenemos que aprender de ellos siquiera en esto. Yo quedé impresionado a la hora del debate a dos entre Sarkozy y Royal. A pesar de mi poco conocimiento del francés pude percibir la gran diferencia de este debate -que supongo que debe ser representativo- con el debate social español. En España quedamos anquilosados con los epítetos, como bien señalas, y con los tópicos baratos y facilones. Y estamos a esta hora hablando de si somos una nación o no. Producto de no -querer- pensar, también ahí das en el clavo.
Bueno, en fín que me ha encantado tu reflexión. Ánimo y adelante.
By Anónimo, at 8:46 p. m.
Lástima que las palabras no se puedan utilizar como abrelatas porque lo que he leído aquí se podría utilizar para abrir las latas vacías que hay sobre los hombros de millones de votantes e introducir en ellas, poco a poco, sin empujar, algo de sentido crítico, capacidad de análisis y decisión propia.
Pero eso es cómo pedir peras a un algarrobo, o pedir que un analfabeto se convierta, de la noche a la mañana, en un catedrático de Filosofía antropológica.
Pena de país.
De todas formas insista, que la reconquista no se logró en un día.
Saludos.
By Juan, at 9:04 p. m.
Enhorabuena por el artículo y a los franceses por su elección
By Anónimo, at 9:08 p. m.
Lo mas liberal que puede parir Alemania, es Merkel y Francia, Sarkozy.
Lo mas liberal que puede parir España es ...Rajoy.
By Anónimo, at 10:58 p. m.
El corazón de Europa al que nos quería llevar Zp, no parece querer seguir sus orientaciones políticamente zapateriles.
Espero que sea para mejor. Aunque dudo, que el liberalismo por si mismo pueda hacer pasar a mejor vida al rancio discurso de la izquierda europea... cuando ni siquiera ha sido capaz de educar a la derecha.
En cualquier caso los socialistas franceses de haber ganado, habrían incidido (más si cabe), en las políticas antivarón de Zp. Aunque sólo sea por ello, me alegro por los varones franceses que no hayan ganado los socialistas. Del resto de esta victoria liberal, ya iremos viendo sus resultados.
Pablo el herrero
By Anónimo, at 10:31 a. m.
Bravo, bravísimo. Autor, autor.
By Dr. Hichcock, at 12:45 p. m.
Sin perjuicio de anteriores comentarios (que mantengo de cabo a rabo) decir que estoy absolutamente de acuerdo con la mayoría -sino todas- las tesis más trascendentes que se dicen en esta entrada.
No obstante dudo en si Sarkozy supone un cambio hacia mejor, a mí me causa cierta inquietud, más allá de la que causa todo –posible- gran cambio o la muerte de una opción ideológica como es la izquierda (al menos tal y como la conocemos, pero muerte casi total; de su “esencia”). Ocurrió con esto algo raro, lo cierto es que hace algún tiempo me daba mucho más miedo que ahora, y que en mi foro más íntimo, aunque prefería que ganara Royal, pensaba que Sarkozy aparte de estar objetivamente mejor preparado en apariencia, era mejor para Francia. Justo es decir también que Royal se ha ganado un respeto en los últimos tiempos, antes no le daba ningún crédito: no es tan zapatérica como me pareció al principio de su andadura hacia la Presidencia (es bastante mejor que Zapatero, aunque esto es extremadamente fácil).
Lo que más me ha gustado del comentario -que es lo que a la vez más inquietud me ha restado respecto a Sarkozy- es lo de la nueva derecha europea que no tiene tanto que ver con la de EEUU (y en paralelo, que Sarkozy no es ese tipo de derecha). La derecha estadounidense, aun con sus cosas buenas, me parece algo terrible y el problema de la española es que sus elementos más renovadores pretenden introducir ese discurso. En base a aquello, en consecuencia, hablan del “pensamiento único” desde un punto de vista y con un enfoque muy diferente al que usted utiliza aquí: esa derecha pretende otro pensamiento único como usted mismo sugiere de alguna manera y que –creo- aparte de matar la inteligencia (empezando por Darwin), es mucho más brutal que el del “progre” –que no deja de ser un simple pusilánime.
Un día de estos intentaré hacer una entrada en mi –nuevo- blog que resuma de alguna manera los males más fuertes que aquejan a la izquierda, que son casi innumerables y afectan a su esencia decisivamente pero, aun sabiendo que me agarro a un clavo ardiendo, creo que algo se puede salvar, no sé en qué sentido porque sin discurso económico diferenciado y todas esas cosas no sé muy bien qué es lo que se puede hacer: habrá que conformarse con más políticas sociales mejor hechas (más flexibles y menos dogmático-doctrinarias) y una política exterior particular, en un mundo de derechas. Algo del tipo de Blair (que a día de hoy parece de derechas) pero más perfeccionado y probablemente con otro espíritu de fondo. En fin, veremos, de momento veamos qué cosa es este Sarkozy.
Saludos
By Fritz, at 5:27 p. m.
Muy bien escrito.
Aunque, al igual que en muchos artículos que he leído hoy en prensa, me da la impresión de que posiblemente hay un exceso de halagos a la clase política francesa, tal vez por lo desastroso de la nuestra. Opinabas lo mismo en el 2002 cuando Le Pen llegó a la segunda vuelta de las presidenciales? Y que te parece el casi 20% que ha sacado los extremos del arco en la primera vuelta? Y Chirac? Eso sí, ante lo que sin duda me quito el sombrero es ante el nivel de participación.
Por otro lado, y ya lo he visto en varias entradas del blog, tienes una cierta tendencia a identificar actitudes liberales y conservadoras, cuando muchas veces no es así a pesar que pueden convir como familias dentro de un mismo partido. Además, cuando hablamos de Francia, hablar de liberalismo, al menos en su vertiente económica, no creo que tenga demasiado sentido.
Yo también pienso que los franceses han elegido bien decantándose por un discurso valiente y directo que rompe con lo políticamente correcto y desarma otras opciones mucho más populistas.
Lo dicho muy buen artículo, escrito con mucha propiedad a pesar de dejar entrever algunas obsesiones de fondo.
By Anónimo, at 10:51 p. m.
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