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domingo, julio 22, 2007

EL JUEVES

Me entero por Batiburrillo de que el affaire El Jueves ha despertado sentimientos encontrados en la parroquia bloguero-liberal, como era de prever. No era mi tema para hoy, pero mi natural pisacharcos me impide soslayarlo, la verdad.

No sé quién ha podido hablar de un supuesto “derecho a injuriar” que, encima, los liberales tendríamos que defender. ¡Válgame Dios! Hay un derecho que debe ser lo más irrestricto posible a la libertad de expresión, eso sí. Ahora bien, si el resultado de esa libertad de expresión es injurioso, habrá que atenerse a las consecuencias, porque nadie tiene derecho a insultar a su prójimo, ni siquiera cuando le dice cuatro verdades.

Por lo demás, estoy con quienes opinan que lo de El Jueves es una ordinariez, soez, de mal gusto, con la gracia justita y que denota que el dibujante decidió dar vacaciones a las neuronas. Pero no es eso lo que se discute. La sensibilidad de uno queda bien a salvo con no leer la revista. La cuestión es si la portada de marras fue injuriosa o, más propiamente, delictiva (porque, me imagino, el precepto penal reclamado será el artículo 491.2 del Código Penal, que no versa exactamente sobre un tipo especial de delito de injurias sino, más ampliamente, sobre daños “al prestigio de la Corona”).

Este debate es técnico y compete a los jueces, aunque los demás podamos opinar al respecto, claro está. El secuestro de la revista es una medida perfectamente legal y, en su caso, ajustada al ordenamiento. Si se me permite el apunte personal, creo que será difícil construir un título de condena completo y, sobre todo, estoy con El País de ayer en cuanto a que el secuestro de una publicación, en estos tiempos, no es ya que sea perfectamente inútil –puesto que la portada de marras está accesible por Internet- sino que es contraproducente. No sé cuántos lectores habituales tiene El Jueves, pero dudo que, a estas horas, haya en España y en parte del Extranjero quien no haya visto la zafia caricatura –entre otras cosas porque algunos medios “serios” ofrecieron fotos bien visibles de esa portada que “se negaban rotundamente a publicar”-. No es un caso obvio y, por tanto, caben interpretaciones. De nuevo, a título personal –respetando todas las posturas-, creo que debe imperar siempre un favor libertatis, sin perjuicio de que cada cual se atenga a sus responsabilidades. Nada hubiera sucedido de dejar circular la revista y, después, llamar oportunamente a declarar a los dibujantes e imputarles lo que fuere menester.

Ahora bien, también creo que el asunto viene contaminado por el debate de fondo, por la sensación de ridículo que se produce cuando conductas que sólo algunos perciben como gravemente dañosas para la convivencia son perseguidas –sí, por qué no decirlo, con el rigor que exige la ley- cuando otras, estas sí, casi unánimemente percibidas como escandalosas, permanecen no ya impunes, sino ni tan siquiera turbadas. A mí, la actitud de la Fiscalía y su entendimiento del Derecho me tiene lo que se dice pasmado, qué quieren que les diga. Lo mismo te tira el Código Penal encima que hace una interpretación de la norma “acorde con los tiempos” y libras.

O también, con Josep Mª Fàbregas, habrá que indagar sobre el criterio que se emplea para decidir qué bienes jurídicos reciben especial protección o cuáles no. ¿Por qué la Corona o ciertos sentimientos religiosos –los musulmanes, básicamente- sí y otros sentimientos, valores o ideas –los judeocristianos, por ejemplo, no? Si se toman ustedes la molestia de leer el Código Penal, verán que no hay distinciones. En teoría, la protección que se dispensa es la misma, por ejemplo, para cualquier fe religiosa. Pero es obvio que el nivel de tolerancia para con el insulto no es el mismo.
La propia trayectoria de El Jueves, sin ir más lejos, es buen ejemplo de lo que hablamos. A lo largo de su ya dilatada andadura, la revista ha caricaturizado casi todo lo caricaturizable, de Dios abajo –de hecho, tenía, aunque no sé si la sigue publicando, unas historietas (“el Dios”) cuyo protagonista era el Altísimo, que se paseaba por el cielo en zapatillas de felpa-, pero con especial inquina se ha cebado en la Derecha española, sus símbolos y creencias más tradicionales. Algún que otro problema han tenido pero, en fin, cosa menor.

Así pues, se piense lo que se piense del caso, habríamos de convenir en una cosa: nada hay peor que una Justicia imprevisible. Porque la imprevisibilidad es la antítesis del Derecho.

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