FERBLOG

miércoles, febrero 15, 2006

SUBCONSCIENTE TRAIDOR

No sé, igual es que tengo el alma emponzoñada por el sectarismo y la malquerencia. A lo mejor es que, como no se cansan de denunciar los voceros de la izquierda, mi visión del mundo y de la vida están totalmente deformadas por esa especie de callejón del Gato en que, según algunos, se ha convertido la blogosfera (inciso: nueva pedrada, hoy de Antonio Burgos en ABC contra el fenómeno blog, aunque me imagino que el no cargará contra esto “por ser un nido de fachas” – ya dijo hace mucho Carmen Rigalt que detectaba un penetrante tufo neocon en el mundo blogger hispano). Pero, qué quieren que les diga, a mí éste párrafo me ha resultado muy llamativo:

Peces-Barba no ha sido un transmisor de las consignas del Gobierno que le nombró. Reclamó la intervención de la Justicia para impedir el Congreso de Batasuna en Barakaldo, ha respaldado iniciativas como la del embargo de la cristalería del asesino de Baglietto, enviado un representante al pleno de Azkoitia en que se trató ese asunto, y tomado distancias con el optimismo de Zapatero respecto al fin de ETA

Lo entresaco de un editorial de hoy de El País, a propósito del Alto Comisionado, sus desventuras y, de paso, las de todos nosotros. No puedo evitar pensar que, en la premura del cierre, el redactor se dejó llevar por el subconsciente. De ahí esa sorprendente yuxtaposición. Si se atiende a lo justo de sus reclamaciones –intentar que no se humille a las víctimas, que se cumpla la ley...- y se coordina esto con la primera frase, se puede concluir –insisto, quizá no sin cierta mala leche- que El País sostiene que Peces es decente, precisamente, porque “no ha sido un transmisor de las consignas del Gobierno que lo nombró”.

Es también posible que la concatenación de ideas sea simplemente accidental. Idea, punto y seguido, idea. Pero no necesariamente cuestiones conexas. O también puede ser que, en el fondo, España y su opinión pública se dividan en dos grandes grupos: los que, constatando que Zapatero ha entrado en un juego peligroso le dan un margen de confianza y los que, constatando lo mismo, no lo hacen.

Pero el juego del Gobierno es evidente a propios y extraños. Y es hasta tal punto raro que se afirma, para sostener la buena voluntad de otros, que no participan de él. ¿A qué, pues, esas maneras de doncella ofendida cuando son otros los que apuntan con el dedo a esos comportamientos extraños, esa indisimulada pasividad, ese soslayar situaciones incómodas (como un congreso de víctimas, pongamos por caso)?

Dígase, si se quiere, que todo eso puede estar justificado y bien empleado si conduce al objetivo apetecido –que, eso no lo duda nadie, no es otro que obtener el silencio definitivo de las armas etarras, aunque para decir eso mismo otros prefieran emplear el eufemismo peneuvero del “cese de la violencia” (miento, falta ese matiz, jesuítico y cabrón, del “toda” violencia, pero es que hacen falta muchos años de práctica para llegar a ser tan malnacido)-, constrúyanse, si se prefiere, teorías de la “oportunidad reglada”, o acójanse quienes estén por la labor al amparo doctrinal del propio Peces, o de monseñor Uriarte, por citar sólo dos próceres que, en el pasado reciente, han reflexionado sobre la conveniencia de una aplicación “flexible” del derecho.

Pero no conviene negar lo obvio, y menos insultar a los demás por tener ojos en la cara. Vale acusarles de cortos de miras, que no es lo mismo. Hasta puede, con saña, decirse que lo que pasa es que hay quien, en su fuero interno, no desea el “fin de la violencia” y la “paz”. Será una infamia, pero al menos es una infamia opinable.

Si uno se empeña en negar la evidencia, debe tener en cuenta que ha de andarse con buen cuidado, por que enseguida podemos cometer deslices. De entrada, cualquier Otegi puede dejarle a uno en ridículo (pero, ¿esto lo sabe el fiscal general?). O, directamente, es posible que el subconsciente nos juegue una mala pasada y se mezclen ideas que no deberían aparecer nunca en el mismo renglón.

Vamos, que, a poco que se le saque punta, uno podría entender hasta que Peces ha sido muy bueno porque iba con las víctimas... no con el Gobierno.