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lunes, febrero 06, 2006

NO ES EL CENTRO, ES LA DEMOCRACIA

En la tercera del ABC de hoy, leo con desagrado que el ilustre profesor Salustiano del Campo afirma que la desdicha de la República fue "el abandono de posiciones de centro", en favor de la radicalidad izquierda-derecha. Insinúa el sociólogo que hoy estaría sucediendo otro tanto.

Supongo que Del Campo emplea el manido término "centro" como un valor entendido, esto es, como sinónimo de "moderación". Ya he dicho otras veces que, a mi juicio, el empleo de este equívoco nombre no hace sino disimular la raíz del problema.

Basten ya las metáforas posicionales. No necesitamos "centro" ni "giro al centro". Lo que necesitamos es democracia real. Cualquiera que sea la posición política que uno defienda, en democracia está obligado a sustentarla desde el respeto por los demás. El otro existe y es esencial, vital para que pueda construirse un sistema que funciona sobre la dialéctica mayoría-minoría. Por tanto, si la imposición de las propias ideas exige la preterición absoluta del otro, su sometimiento, su desaparición o su muerte civil, esas ideas son radicalmente incompatibles con la democracia, y han de ser abandonadas de raíz.

De hecho, no otro es el canon que determina cuál es el límite de lo aceptable en el sistema. El límite se encuentra en aquellas decisiones de la mayoría que permitan a la minoría seguir disfrutando del régimen de libertades, seguir viviendo en un entorno que, obviamente, no será del todo de su agrado, pero que les tolera. ¿Tolera? Digo mal. Integra como parte imprescindible.

No necesitamos, insisto, ningún giro al centro ni ninguna centralidad. Necesitamos, simplemente, que se empiecen a cumplir de manera razonable las reglas más elementales del juego. Necesitamos que -en palabras del profesor Jiménez de Parga- nuestra democracia deje de ser meramente procedimiental (y aun esto, a veces, con muchos reparos) y se torne auténticamente militante.

No hay centro que valga. Tamícense las opiniones, los juicios, las ideas, los apriorismos, los deseos, por el filtro indispensable de la democracia, y la moderación supuestamente atruibida a la operación de "centrarse" se obrará como por ensalmo.

En la desdichada República española no se abandonaron posiciones "de centro". Explicar la cuestión en esos términos nos aboca necesariamente a la incomprensión. No entenderemos nunca qué fue realmente lo que sucedió mientras sigamos empleando semejantes paños calientes. La República fracasó, como democracia, porque carecía del número mínimo indispensable de demócratas que hacían falta para sustentarla. Partidos ambidiestros (de centro) los había, y ahí estaba Lerroux, inventor de la versión española de la bisagra.

No, me temo que no. Afrontemos la realidad. No hubo ningún tipo de cultura democrática y, claro, el resultado fue un experimento fallido. Tomemos nota y dejémonos de centros.

1 Comments:

  • Y ¿desde cuando la izquierda, tal y como la conocemos, es democrática?
    La robolución está reñida siempre con la democracia y con los derechos humanos.

    By Anonymous Anónimo, at 10:00 a. m.  

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