NO PUEDE SER CIERTO
Advierto que lo que sigue es muy políticamente incorrecto.
Los defensores de cosas como el aborto libre o la eutanasia suelen partir –aunque no sé si son muy conscientes de ello- de la disponibilidad plena de ciertos derechos personalísimos. Son derechos personalísimos, por ejemplo, el derecho a la maternidad en las condiciones deseadas y, por supuesto, el derecho a la vida. Me pregunto si son del todo conscientes de las implicaciones últimas de lo que dicen.
Convengamos, de entrada, en que existe un conjunto de derechos de carácter eminentemente personal que derivan de lo que, en modo algo impreciso, llamamos “dignidad humana”. De dónde venga dicha dignidad no nos importa ahora. Bástenos darla por supuesta y poseída por igual por todos los seres humanos.
Supongamos, ahora, aceptando la tesis de partida, que el haz de derechos derivados de esa dignidad fuesen disponibles, igual que lo son, qué se yo, las facultades del dominio. Si una cosa es mía puedo venderla, gravarla, trocearla... incluso abandonarla o destruirla si me viene en gana y siempre que con ello no lesione derechos de otros. Habrá que suponer, por tanto, que el mismo régimen se aplicará a los derechos personalísimos que venimos considerando. Como no estoy obligado a vivir, puedo poner fin a mi existencia cuando quiera, y pedir a alguien que me asesine –siendo, claro, impune su conducta, ya que tan solo tiene un carácter instrumental.
Como todo el mundo sabe, para disponer de un determinado derecho, es necesario manifestar claramente la voluntad de hacerlo. Pero no siempre es imprescindible que esa manifestación sea formal, incluso puede que sea implícita. Si yo le entrego las llaves de mi coche a otro sujeto, consiento que lo utilice, y demás, bien puede entenderse que he decidido transmitir mi derecho de propiedad sobre el vehículo.
Si yo quisiera abjurar de mi dignidad humana, ¿tendría que manifestarlo expresamente o podría hacerlo mediante signos aparentes? Por ejemplo, a través de una conducta tan sumamente execrable que difícilmente pueda conciliarse con la condición que hasta ese momento decía ostentar.
Pensarán ustedes que he perdido la chaveta, que me ha dado un aire, o así. No se inquieten, no soy de los que piensan que un ser humano puede dejar de serlo. Pero créanme que esta mañana, según oía en la radio el relato de las hazañas de Henri Parot, lamenté no haber firmado manifiestos a favor de la eutanasia. Lamenté que mis propias ideas me obligaran a aceptar que eso es un ser humano. A veces la coherencia nos obliga a duras pruebas.
Porque caben muy pocas formas más explícitas de manifestar, a voz en grito, que Dios cometió un error, que la raza humana tiene un individuo más de los que, en rigor, le hubieran debido corresponder si la Creación hubiese estado bien planificada. He aquí una prueba de que lo del “diseño inteligente” es un camelo.
No sé cómo, Eduardo Fungairiño acertó con una estrategia –evitar, creo, un concurso real de delitos y, por tanto, permitir un cumplimiento sucesivo de penas- que permitía que, con el ridículo Código Penal entonces vigente, la condena de esta cosa se acercara bastante al emparedamiento. Una cadena perpetua virtual.
Y dicen ahora que Cándido Conde-Pumpido, y compañía, van a hacer cuanto esté en su mano para que esa obra de ingeniería jurídica –que logra hacer justicia aunque a veces la ley lo ponga difícil- sea demolida. Sinceramente, espero que el Fiscal General del Estado se querelle contra quienes manifiestan esto. Porque no puedo, ni por un momento, admitir que pueda soportar semejante baldón de infamia.
Porque lo es, ¿no? Vendan Ceuta y Melilla al moro, rompan España en mil pedazos, ríanse de nosotros, si les peta... pero júrennos que eso no es cierto. Júrennos que la Fiscalía no va a hacer algo porque Henri Parot pueda volver a pisar la calle. Si ha de ser, que sea, al menos, con su firme oposición.
Porque ya estoy convencido de que eso no es un ser humano. Es sólo una presunción iuris tantum que habla.
Los defensores de cosas como el aborto libre o la eutanasia suelen partir –aunque no sé si son muy conscientes de ello- de la disponibilidad plena de ciertos derechos personalísimos. Son derechos personalísimos, por ejemplo, el derecho a la maternidad en las condiciones deseadas y, por supuesto, el derecho a la vida. Me pregunto si son del todo conscientes de las implicaciones últimas de lo que dicen.
Convengamos, de entrada, en que existe un conjunto de derechos de carácter eminentemente personal que derivan de lo que, en modo algo impreciso, llamamos “dignidad humana”. De dónde venga dicha dignidad no nos importa ahora. Bástenos darla por supuesta y poseída por igual por todos los seres humanos.
Supongamos, ahora, aceptando la tesis de partida, que el haz de derechos derivados de esa dignidad fuesen disponibles, igual que lo son, qué se yo, las facultades del dominio. Si una cosa es mía puedo venderla, gravarla, trocearla... incluso abandonarla o destruirla si me viene en gana y siempre que con ello no lesione derechos de otros. Habrá que suponer, por tanto, que el mismo régimen se aplicará a los derechos personalísimos que venimos considerando. Como no estoy obligado a vivir, puedo poner fin a mi existencia cuando quiera, y pedir a alguien que me asesine –siendo, claro, impune su conducta, ya que tan solo tiene un carácter instrumental.
Como todo el mundo sabe, para disponer de un determinado derecho, es necesario manifestar claramente la voluntad de hacerlo. Pero no siempre es imprescindible que esa manifestación sea formal, incluso puede que sea implícita. Si yo le entrego las llaves de mi coche a otro sujeto, consiento que lo utilice, y demás, bien puede entenderse que he decidido transmitir mi derecho de propiedad sobre el vehículo.
Si yo quisiera abjurar de mi dignidad humana, ¿tendría que manifestarlo expresamente o podría hacerlo mediante signos aparentes? Por ejemplo, a través de una conducta tan sumamente execrable que difícilmente pueda conciliarse con la condición que hasta ese momento decía ostentar.
Pensarán ustedes que he perdido la chaveta, que me ha dado un aire, o así. No se inquieten, no soy de los que piensan que un ser humano puede dejar de serlo. Pero créanme que esta mañana, según oía en la radio el relato de las hazañas de Henri Parot, lamenté no haber firmado manifiestos a favor de la eutanasia. Lamenté que mis propias ideas me obligaran a aceptar que eso es un ser humano. A veces la coherencia nos obliga a duras pruebas.
Porque caben muy pocas formas más explícitas de manifestar, a voz en grito, que Dios cometió un error, que la raza humana tiene un individuo más de los que, en rigor, le hubieran debido corresponder si la Creación hubiese estado bien planificada. He aquí una prueba de que lo del “diseño inteligente” es un camelo.
No sé cómo, Eduardo Fungairiño acertó con una estrategia –evitar, creo, un concurso real de delitos y, por tanto, permitir un cumplimiento sucesivo de penas- que permitía que, con el ridículo Código Penal entonces vigente, la condena de esta cosa se acercara bastante al emparedamiento. Una cadena perpetua virtual.
Y dicen ahora que Cándido Conde-Pumpido, y compañía, van a hacer cuanto esté en su mano para que esa obra de ingeniería jurídica –que logra hacer justicia aunque a veces la ley lo ponga difícil- sea demolida. Sinceramente, espero que el Fiscal General del Estado se querelle contra quienes manifiestan esto. Porque no puedo, ni por un momento, admitir que pueda soportar semejante baldón de infamia.
Porque lo es, ¿no? Vendan Ceuta y Melilla al moro, rompan España en mil pedazos, ríanse de nosotros, si les peta... pero júrennos que eso no es cierto. Júrennos que la Fiscalía no va a hacer algo porque Henri Parot pueda volver a pisar la calle. Si ha de ser, que sea, al menos, con su firme oposición.
Porque ya estoy convencido de que eso no es un ser humano. Es sólo una presunción iuris tantum que habla.
5 Comments:
Estoy totalmente a favor de cada uno pueda decir sobre si mismo. Eutansia SI.
Estoy totalmente a favor de que una madre pueda elegir entre su seguridad y la de un feto. Aborto SI.
Dios?? me cago en DIOS. Ya sea apostolico romano, judio, blanco, negro, azul. Me la suda. M-E C-A-G-O E-N D-I-O-S. Y por supuesto en cualquier forma de religion. Mas que nada en los putos testigos de Jehova, los del opus dei y toa la m mierda esa. Me cago y me limpio mi lindo ojete con la sotana de benedicto 16, BND16. Me cago en el papa con una trankilidad que ni te la supones y or mique le lapiden. Junto con el rey. Viva la republica.
VIVA UN ESTADO REPUBLICANO Y LAICO.
A la iglesia ni agua. Que le cobre el IVA como a mi. O esque son especiales. O mejor... que no me lo cobren a mi y me den la subencion de 5.000 millones de ptas a anuales que les dan. Eso si que me la den a mi tambien.
Y sino a pastar fang.
UN 0 PARA TI Y PARA TU BLOG. POR FACHA Y POR CREYENTE.
UN 0 PERO UN 0 PATATERO.
By Anónimo, at 7:06 p. m.
Pues muy bien, amigo ca.gón. Recuerde todo esto en la hora de su muerte, que nunca está tan lejana como creemos cuando somos jóvenes.
Yo sí creo en Dios. Y usted con todo su rollete no puede evitar la sensación de lo NUMINOSO del creyente. El que cree siente que es verdad, está seguro. Pero es fijo que usted ni se acerca a comprender de lo que le estoy hablando ¡una lástima!
By Anónimo, at 7:41 p. m.
Muy bien, renegado. Veo que te has aprendido correctamente las consignas que te han enseñado en el colegio. ¿El cacahuete lo quieres ahora o esperamos a después?
By Reboot, El Diablillo Cojuelo, at 7:52 p. m.
el día que repartieron encéfalos el renegado estaba pastando mansamente en su aprisco borreguil y así va con la anestesia del encadenado a la pancarta y la vocinglería barata
By Anónimo, at 9:14 p. m.
Sobre el posible sucesor de Fungairiño http://anghara.blogspot.com
By Anónimo, at 10:27 p. m.
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