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jueves, febrero 02, 2006

LAS CUENTAS CONVERGENTES

Curiosa esta noticia que aparece en El Confidencial de hoy. Al parecer, en CiU estarían ya repartiendo cromos para un próximo maná de cargos en la siguiente legislatura, que vendría caracterizada, por fin, por una implicación de la coalición nacionalista en el Gobierno de la Nación ya que, según se dice, Artur Mas da por hecho que el PSOE no sacará mayoría absoluta y recurrirá a su formación. Al tiempo, en Cataluña soplarían vientos de gran coalición, con un entendimiento PSC-CiU que convertiría el esperpento del tripartito en un breve paréntesis.

Aun cuando, me temo, hay mucho de vender la piel del oso antes de cazarlo, no cabe la menor duda de que, si el señor Mas se está planteando realmente la posibilidad de que sus muchachos se integren en un eventual Ejecutivo Nacional bipartito con el PSOE, ello supondría un giro estratégico de gran calibre en la historia convergente.

Es sabido que, a lo largo de los últimos treinta años, Convergència i Unió ha prestado su colaboración de múltiples maneras, pero jamás se ha avenido a implicarse hasta el punto de ocupar sillones en Moncloa. Imagino que, a lo largo de todo el pujolismo se debió entender que esa implicación podría ser excesiva o, si se prefiere, que había un límite al nivel de doblez que uno puede ofrecer. Ante el cambio caben, pues, dos lecturas.

La primera, la positiva, que los nacionalistas catalanes habrían decidido, por fin, implicarse no ya en facilitar la gobernación, sino en la gobernación en sí misma. Habrá quien quiera ver en ello una especie de estación de término. Un hacer las paces con el conjunto al que, por fin, se sentirían tan vinculados que podrían, sin desdoro, participar en el mayor grado posible. Un ministro nacionalista, aunque fuera un verso suelto, en la foto de familia sería, pues, muy bienvenido. Algo así como la certificación de la superación definitiva de la etapa de enfrentamiento, de la reivindicación como leitmotiv.

Ahora bien, cabe una segunda lectura, ya no tan positiva. Y es que, quizá, sea simplemente que la cotización de la coherencia haya caído ya en España por los suelos. No hay ya corsés intelectuales que valgan. Toda vez que el presidente de una comunidad autónoma –en tanto que tal y no como ciudadano particular o como dirigente de un partido político- va por el mundo haciendo propuestas que, en rigor, atacan la fuente de legitimidad de su propio cargo o que el Gobierno de la Nación ha venido sustentándose en el voto y el acuerdo con quienes tienen como objetivo declarado la destrucción de esa misma Nación, ¿qué inconveniente puede haber a que se mantengan, a un tiempo, la reivindicación continua y la presencia en el Ejecutivo?

Vivimos en pleno dadaísmo político. Todos los conceptos son perfectamente válidos por el solo hecho de que se sea capaz de inventarlos. ¿Por qué no, pues, un Gobierno que termina haciéndose la oposición a sí mismo? España es la tierra de la libertad. Nos hemos emancipado hasta del sentido común.

Más preocupante es que, a la vista de un posible gobierno PSC-CiU haya quien piense que “El Gobierno que saldría podría llegar a tener un apoyo de más del 70 % de los ciudadanos y abarcaría un amplísimo espectro ideológico y social, con lo que tendría una estabilidad nunca vista hasta ahora” (cito el artículo que, a su vez, cita fuentes nacionalistas). Claro, ningún problema. Cataluña, nuestro laboratorio de pruebas de la modernidad, está a punto de superar la democracia, de pasar (¿por sublimación?) a un estadio superior. Ya sólo faltaba, para la completa paz del oasis, eliminar la posibilidad de alternancia –porque es de suponer que, una vez experimentado el gobierno de concentración, el contento de los catalanes será tal que ya no querrán, nunca más, gobiernos monocolores-. Es como la Restauración, pero mucho más perfecto, porque no será preciso ni siquiera un Romero Robledo que manipule convenientemente las elecciones. No habrá pues, en la europea, en la elegante, en la progresista Cataluña, esos rifirrafes tan habituales en el parlamento mesetario, con los diputados escupiéndose a la cara palabras hirientes cargadas de ese fonema “j” que, si hemos de creer a Sostres, queda tan hortera. Va a desaparecer, allí, eso tan atávico de la dialéctica Gobierno-Oposición. Bueno, sí, quedarán los de siempre, los extremistas, los no integrados, Esquerra y el PP –me pregunto si a ICV la dan por amortizada o piensan hacerle un huequillo.

Esto no es nuevo. Fue el sistema vigente en Italia –en razón de la imposibilidad de formar gobiernos por la atomización parlamentaria- durante cuarenta años, y terminó en mani pulite, en el "todos a la cárcel" y en que un fiscal acabó convertido en héroe nacional. También fue el sistema de Austria, donde socialdemócratas y socialcristianos han hecho de la política una “sopa de estabilidad” cuyo producto más acabado fue Haider. La voz de la desesperación de unos ciudadanos a los que, sencillamente, se priva, por pura desfachatez de la clase política, de la posibilidad de cambiar por caminos normales. Es muy refinado, esto del "o yo, o el caos"... y luego resulta que el caos son también ellos mismos.

Ojalá Arcadi, Azúa, Boadella y compañía sean capaces de pararlo, y ojalá Vidal Quadras vuelva del exilio bruselense para ponerse al frente de la resistencia. Están a punto de instaurar en Cataluña el Paraíso Terrenal. Sálvese quien pueda.

3 Comments:

  • Nada que añadir. Un articulazo en tu línea de siempre, o sea, magistral.

    By Blogger Policronio, at 11:44 p. m.  

  • ¡Muchas gracias!

    By Blogger FMH, at 9:03 a. m.  

  • Creo que Ciu ha estado tan acojonada de quedarse fuera para siempre que ahora es capaz de cualuqier cosa con tal de pillar presupuesto. Me parece que unió se va a quedar en el camino.

    By Anonymous Anónimo, at 1:39 p. m.  

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