¡HUYAMOS!, NOS QUIEREN HACER FELICES
Un conocido mío, preclaro él, barrunta que, en el futuro, es posible que nos espere una nueva suerte de totalitarismo del que, una vez más, es probable que sólo se libren aquellos países que han sido capaces de desarrollar una moral pública digna de tal nombre – los anglosajones. Yo no sé si soy o quiero ser escéptico y, desde luego, aún no quiero ponerme fatalista, pero empiezo a ver que, al menos por lo que a España se refiere, puede acabar teniendo razón.
Si algo debemos agradecer a nuestros sufridos amigos catalanes es que el gobierno que padecen está sirviendo para abrir los ojos a muchos. Para alertar de los auténticos peligros a los que nos enfrentamos. Hoy por hoy, sólo un Partido Popular que aún tiene muchos votos nos libra de que lo que es una especie de tripartito embrionario –el pacto socialnacionalista de Madrid- se pudiera convertir en el primo de Zumosol del experimento de Barcelona. Por sus obras los conoceréis, y por sus propuestas, también. Y ahí está el proyecto de estatut.
Encalle o no el instrumento que se pretende desarrollar, lo cierto es que, por lo que de él vamos conociendo, es una buena carta de presentación. Dime que instrumento jurídico dices necesitar y te diré cuál es tu programa de gobierno. Pues bien, ese programa es aterrador. Perdidos, como estamos, en el debate de la constitucionalidad o no constitucionalidad y sobre si Cataluña es o no una nación, se nos pasan cosas quizá más estremecedoras, como la inmensa cantidad de artículos del texto o las extravagancias que contiene. El ánimo de control sobre todo lo que en Cataluña se mueve y respira (y lo que no)... por el bien de los catalanes.
Como hemos comentado en otras ocasiones, la izquierda se ha rehecho muy bien de los golpes que, en buena lógica, podrían haberla mandado al desván de la historia. Y tiene nueva oferta. Ya no la destrucción del capitalismo y el estado liberal, sino su “superación”. Como dice nuestro inefable ZP: “más derechos de ciudadanía”. Lo mismo que Chaves, más o menos.
Me temo que nuestro estado, nuestra comunidad autónoma, ya no quieren limitarse a controlar nuestros movimientos, imponernos una ideología y transferir nuestra renta a veces a quien lo necesita y a veces a quien no. Ahora quiere hacernos felices. Extender y completar “nuestra ciudadanía”. Nuestros políticos se van a volver aún más “activos”.
Los teóricos hacen su parte, como decíamos el otro día. Montesquieu, muerto y enterrado. Las viejas declaraciones de derechos son ya insuficientes, hacen falta nuevas generaciones. Los parlamentos ya no son lo que eran, son simples decorados mediáticos para que podamos observar al líder... todo eso hemos de admitirlo como normal. Igual que hemos de admitir como normal que todos los estratos de poderes a los que estamos sometidos pugnen por traernos bienestar y felicidad, todos a nuestra costa y todos con la misma herramienta: la política.
La política va a dejar de ser el arte de gestionar cabalmente lo existente para convertirse en una actividad creadora. Nos van a hacer “más ciudadanos”, lo queramos o no.
Esos mismos teóricos suelen hablar del liberalismo, del estado liberal, como antiguallas. Como algo obviamente inútil, insuficiente para lograr esa mayor ciudadanía. Insisto, como a Chaves, al que todo le estorba. ¿Qué es el derecho, al cabo, para constreñir su alma de benefactor, de voluntarioso prócer, padre de la patria nueva? Aquí somos más comedidos, menos exuberantes pero, a veces, parecidos.
Que los viejos liberales del XVIII están muertos no lo duda nadie. Que su mensaje es ahora más actual que nunca, tampoco. Los acontecimientos de estas semanas, el estatut de la locura, el espectáculo de los reguladores capturados, el Montilla gendarme que manda los guardias al díscolo, el discurso delirante de ZP y su superación del terrorismo “con derechos”... todo eso pone de manifiesto que la tarea sigue siendo exactamente la misma.
¡Huyamos! Nos quieren hacer felices.
Si algo debemos agradecer a nuestros sufridos amigos catalanes es que el gobierno que padecen está sirviendo para abrir los ojos a muchos. Para alertar de los auténticos peligros a los que nos enfrentamos. Hoy por hoy, sólo un Partido Popular que aún tiene muchos votos nos libra de que lo que es una especie de tripartito embrionario –el pacto socialnacionalista de Madrid- se pudiera convertir en el primo de Zumosol del experimento de Barcelona. Por sus obras los conoceréis, y por sus propuestas, también. Y ahí está el proyecto de estatut.
Encalle o no el instrumento que se pretende desarrollar, lo cierto es que, por lo que de él vamos conociendo, es una buena carta de presentación. Dime que instrumento jurídico dices necesitar y te diré cuál es tu programa de gobierno. Pues bien, ese programa es aterrador. Perdidos, como estamos, en el debate de la constitucionalidad o no constitucionalidad y sobre si Cataluña es o no una nación, se nos pasan cosas quizá más estremecedoras, como la inmensa cantidad de artículos del texto o las extravagancias que contiene. El ánimo de control sobre todo lo que en Cataluña se mueve y respira (y lo que no)... por el bien de los catalanes.
Como hemos comentado en otras ocasiones, la izquierda se ha rehecho muy bien de los golpes que, en buena lógica, podrían haberla mandado al desván de la historia. Y tiene nueva oferta. Ya no la destrucción del capitalismo y el estado liberal, sino su “superación”. Como dice nuestro inefable ZP: “más derechos de ciudadanía”. Lo mismo que Chaves, más o menos.
Me temo que nuestro estado, nuestra comunidad autónoma, ya no quieren limitarse a controlar nuestros movimientos, imponernos una ideología y transferir nuestra renta a veces a quien lo necesita y a veces a quien no. Ahora quiere hacernos felices. Extender y completar “nuestra ciudadanía”. Nuestros políticos se van a volver aún más “activos”.
Los teóricos hacen su parte, como decíamos el otro día. Montesquieu, muerto y enterrado. Las viejas declaraciones de derechos son ya insuficientes, hacen falta nuevas generaciones. Los parlamentos ya no son lo que eran, son simples decorados mediáticos para que podamos observar al líder... todo eso hemos de admitirlo como normal. Igual que hemos de admitir como normal que todos los estratos de poderes a los que estamos sometidos pugnen por traernos bienestar y felicidad, todos a nuestra costa y todos con la misma herramienta: la política.
La política va a dejar de ser el arte de gestionar cabalmente lo existente para convertirse en una actividad creadora. Nos van a hacer “más ciudadanos”, lo queramos o no.
Esos mismos teóricos suelen hablar del liberalismo, del estado liberal, como antiguallas. Como algo obviamente inútil, insuficiente para lograr esa mayor ciudadanía. Insisto, como a Chaves, al que todo le estorba. ¿Qué es el derecho, al cabo, para constreñir su alma de benefactor, de voluntarioso prócer, padre de la patria nueva? Aquí somos más comedidos, menos exuberantes pero, a veces, parecidos.
Que los viejos liberales del XVIII están muertos no lo duda nadie. Que su mensaje es ahora más actual que nunca, tampoco. Los acontecimientos de estas semanas, el estatut de la locura, el espectáculo de los reguladores capturados, el Montilla gendarme que manda los guardias al díscolo, el discurso delirante de ZP y su superación del terrorismo “con derechos”... todo eso pone de manifiesto que la tarea sigue siendo exactamente la misma.
¡Huyamos! Nos quieren hacer felices.
1 Comments:
De la amenaza de ese totalitarismo blando que suavemente nos envuelve bajo la excusa de cuidar de nosotros ya nos advertía hace más de 150 años Alexis de Tocquevile en su libro "La Democracia en América".
Libro todo él muy recomendable.
By Anónimo, at 9:38 p. m.
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