ALEMANIA: ENHORABUENA A LA IZQUIERDA
A falta de mayores detalles, todo apunta a que la fórmula “sonría, por favor”, ha vuelto a funcionar, esta vez en Alemania. Al menos, Merkel ha sido capaz de ganar, pero lo ha hecho “a lo PP”, es decir, con una ventaja insuficiente. Queda abierto el juego de las coaliciones y habrá que ver cuántos pactos, a priori imposibles, se cierran. Según los analistas, toda promiscuidad es posible en el Bundestag, por lo que las combinaciones que se barruntan son enormemente variopintas. Desde luego, tampoco se descartan unas nuevas elecciones.
Dos cosas deben matizarse: como decíamos ayer, gobierne quien gobierne, es muy dudoso que pueda sustraerse a la necesidad de acometer profundas reformas y, por otra parte, claro, que nada es, en Alemania, tan dramático como en España. Van a cambiar, en todo caso, de gobierno, no de régimen, y todos los partidos, sin excepción, tienen el denominador común de la lealtad constitucional. Aunque los alemanes, a veces, desesperen, no deberían minusvalorar el potente sustrato institucional que disfrutan, que para nosotros quisiéramos algunos. Por otra parte, lo peor que se pueden encontrar es un gobierno inútil, no algo sustancialmente diferente, como padecemos en España.
Bien, la pregunta, cómo no es, ¿qué le ha fallado a Merkel? Pues todo apunta a que lo que le ha fallado es su poca capacidad de caer simpática. Al menos, eso decían las encuestas, que pueden haberse equivocado en el resultado final, pero no en las tendencias (Merkel baja, Schröder sube). Empieza a ser patológico esto de que los europeos voten por la cara –lo digo en sentido literal- a candidatos de cuya capacidad dudan, incluso en detrimento de otros más capaces, a su propio juicio. Los alemanes daban mejores notas a Merkel en casi todos los aspectos... pero prefieren a Schröder. Cosas veredes. Conviene no minusvalorar, claro, el puro factor de inercia. A la hora de la verdad, la resistencia al cambio en las sociedades europeas es notable. Es tal el poder de la administración, la omnipresencia que puede alcanzar el poderoso, que descabalgarle exige una dura labor de zapa. Aquí una vez más, por desgracia, los españoles somos el contraejemplo (bueno, salvo porque alguien hizo toda la labor de zapa a la vez) – a última hora porque bien que costó echar en buena lid al que había hecho méritos sobrados para ello.
Es cierto, por otra parte, que el Schröder de los últimos tiempos no es el de sus inicios. A última hora, parecía haberse enterado de por dónde iban los tiros. Estaba y está dispuesto a hacer cambios, pero a ritmo de izquierdas, claro. Alguien ha escrito estos días que el Bundeskanzler es un político de campaña, no un político de gobierno, y a la vista está que lo de ganar elecciones se le da mejor que gobernar. Dichosos los alemanes, porque su primer ministro, al menos, tiene alguna habilidad reconocible. Pero no parece el tipo más adecuado para pilotar las grandes reformas que necesita Alemania. Merkel debería recibir la oportunidad de intentarlo, al menos.
El resultado no es bueno para Europa, eso seguro. Ni Francia ni Alemania muestran buenos síntomas. Digamos que podemos constatar dos hechos: los europeos saben ya cuál es la única senda por la que, racionalmente, pueden transitar –este es el hecho positivo- pero no se han decidido, todavía, a emprender el viaje. Cada minuto que pierdan corre en su contra. La dupla Europa-estado de bienestar se asemeja, cada vez más, a esas parejas ya tocadas por el desamor. Lo único sensato es la ruptura rápida y que cada cual empiece a hacer su vida, cuanto antes.
Un gobierno alemán débil o ideológicamente imposible no es el mejor primer paso. Enhorabuena a la izquierda –ZP se congratula-: parece que va a poder estorbar unos años más.
Dos cosas deben matizarse: como decíamos ayer, gobierne quien gobierne, es muy dudoso que pueda sustraerse a la necesidad de acometer profundas reformas y, por otra parte, claro, que nada es, en Alemania, tan dramático como en España. Van a cambiar, en todo caso, de gobierno, no de régimen, y todos los partidos, sin excepción, tienen el denominador común de la lealtad constitucional. Aunque los alemanes, a veces, desesperen, no deberían minusvalorar el potente sustrato institucional que disfrutan, que para nosotros quisiéramos algunos. Por otra parte, lo peor que se pueden encontrar es un gobierno inútil, no algo sustancialmente diferente, como padecemos en España.
Bien, la pregunta, cómo no es, ¿qué le ha fallado a Merkel? Pues todo apunta a que lo que le ha fallado es su poca capacidad de caer simpática. Al menos, eso decían las encuestas, que pueden haberse equivocado en el resultado final, pero no en las tendencias (Merkel baja, Schröder sube). Empieza a ser patológico esto de que los europeos voten por la cara –lo digo en sentido literal- a candidatos de cuya capacidad dudan, incluso en detrimento de otros más capaces, a su propio juicio. Los alemanes daban mejores notas a Merkel en casi todos los aspectos... pero prefieren a Schröder. Cosas veredes. Conviene no minusvalorar, claro, el puro factor de inercia. A la hora de la verdad, la resistencia al cambio en las sociedades europeas es notable. Es tal el poder de la administración, la omnipresencia que puede alcanzar el poderoso, que descabalgarle exige una dura labor de zapa. Aquí una vez más, por desgracia, los españoles somos el contraejemplo (bueno, salvo porque alguien hizo toda la labor de zapa a la vez) – a última hora porque bien que costó echar en buena lid al que había hecho méritos sobrados para ello.
Es cierto, por otra parte, que el Schröder de los últimos tiempos no es el de sus inicios. A última hora, parecía haberse enterado de por dónde iban los tiros. Estaba y está dispuesto a hacer cambios, pero a ritmo de izquierdas, claro. Alguien ha escrito estos días que el Bundeskanzler es un político de campaña, no un político de gobierno, y a la vista está que lo de ganar elecciones se le da mejor que gobernar. Dichosos los alemanes, porque su primer ministro, al menos, tiene alguna habilidad reconocible. Pero no parece el tipo más adecuado para pilotar las grandes reformas que necesita Alemania. Merkel debería recibir la oportunidad de intentarlo, al menos.
El resultado no es bueno para Europa, eso seguro. Ni Francia ni Alemania muestran buenos síntomas. Digamos que podemos constatar dos hechos: los europeos saben ya cuál es la única senda por la que, racionalmente, pueden transitar –este es el hecho positivo- pero no se han decidido, todavía, a emprender el viaje. Cada minuto que pierdan corre en su contra. La dupla Europa-estado de bienestar se asemeja, cada vez más, a esas parejas ya tocadas por el desamor. Lo único sensato es la ruptura rápida y que cada cual empiece a hacer su vida, cuanto antes.
Un gobierno alemán débil o ideológicamente imposible no es el mejor primer paso. Enhorabuena a la izquierda –ZP se congratula-: parece que va a poder estorbar unos años más.
2 Comments:
Eres un poquitín prepotente, ¿no? Las propuestas de los conservadores-liberales eran para cortarse las venas. Algo haremos (aparte de estorbar)
By Neike, at 11:51 p. m.
Keikai:
Siento que te hayan molestado los términos pero, a mi entender, lo que la izquierda alemana viene haciendo es, precisamente, eso, estorbar (puedes buscar sinónimos tales como poner palos en las ruedas, obstaculizar, diferir indebidamente los cambios...).
Naturalmente, es mi opinión. Veo que tú entiendes, por el contrario, que las propuestas liberal-conservadoras son "para cortarse las venas" (inviables, poco sugerentes, desasistidas de razón...).
Prepotencia (y demagogia) es, sin duda, desautorizar una propuesta con una simple frase hecha sin tan siquiera dignarse a discutirla (como la famosa de los "millonarios y enfermeras"). Es lo que la izquierda suele hacer: despachar como extravagancias ideas que, a la hora de la verdad, no suele tener más remedio que terminar aceptando tras descafeinarlas todo lo que pueda.
Gracias por tu comentario y un saludo.
By FMH, at 8:53 a. m.
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