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lunes, marzo 28, 2005

EL EFECTO ZP (I)

Dicen las encuestas que el gobierno sigue disfrutando de buena imagen. Bueno, en realidad, es más bien el presidente el que goza de esa buena imagen, teniendo los ministros una imagen algo peor o, en algunos casos, mucho peor. Todo ello nos lleva a una aparente paradoja. No es que los españoles no perciban que tienen un mal gobierno. Más bien, lo perciben y, sin embargo, esa percepción no tiene consecuencias en términos de desgaste (quizá si las tenga como “coste de oportunidad” ya que el gobierno socialista no decae, pero tampoco despega, lo que no es en exceso normal)... ¿hay alguna lógica en esto? Intentemos analizarlo.

En primer lugar, ¿es este gobierno, en efecto, un mal gobierno? Desde luego, pienso que sí pero, para no ser acusado de apriorismo, podemos repasar los grandes ejes de su acción política:

Con la política económica acabamos enseguida, porque hay muy poco que decir. Lo único que se ha producido hasta la fecha por el equipo Solbes (recordemos que el ex comisario está ahí para que la confianza exterior en España no se desmorone) ha sido un tímido plan de reforma fiscal. Algo más bien cosmético. Entre tanto, no se ataca ninguno de los problemas estructurales de la economía, señaladamente la pérdida de productividad que, más pronto o más tarde, más bien pronto que tarde, se pagará en términos de empleo –téngase presente que no disponemos del recurso tradicional de devaluar la peseta, porque ya no hay peseta y se empieza a poner de manifiesto lo que todos los economistas serios dijeron en su día: que el área euro no es un área monetaria óptima (otra cosa es que el euro sea sólo una cuestión económica)-. Antes al contrario, se echa más leña al fuego, con medidas como la del salario mínimo. La inversión extranjera en España ha caído cerca de un ochenta por ciento en 2004, cosa que a nadie parece importarle. Es altamente probable que la calificación crediticia española se termine resintiendo en algún momento – si no ha sucedido ya es por el excelente ratio deuda-PIB que dejó el PP.

La política exterior roza los límites del delirio. Mientras se intenta recomponer las relaciones con los EEUU, machacadas por pura estupidez, la ola de euroentusiasmo nos lleva de cabeza a asumir los costes de la ampliación en una proporción muy superior a la de otros países, a cambio de salir en una foto con el tándem Schröder-Chirac (el peor canciller de la historia de Alemania y un presidente de Francia tan siniestro como todos sus predecesores). Todo ello amén de la colección de elementos de frenopático que forman nuestras nuevas compañías, entre ellos, cómo no, el camarada Chávez y sin soslayar que nos hemos convertido en el vocero del matusalén del Caribe, que parece querer terminar con todos los cubanos por hartazgo o inanición antes de hacerles la mínima merced de hacer mutis.

La política regional, de nuevo “cuestión nacional”, se concreta en una tremenda incertidumbre, derivada de la afición gubernamental por el malabarismo y el juego con los conceptos. El gobierno ha ofrecido “diálogo” a diestro y siniestro y puesto en oferta incluso cosas que no le pertenecen. No tiene empacho en decir que está dispuesto a acometer reformas en la estructura del estado sin plan, medios ni mayoría para ello. Pero, eso sí, son los demás los que crispan. Respecto a los dos problemas fundamentales, el vasco y el catalán, la situación es: en cuanto a lo primero, parecen querer afrontarlo mediante una estrategia, muy arriesgada que, de entrada, implica conceder de forma necesaria que han de producirse cambios para los que no hay consenso (el “plan López”) y en cuanto a lo segundo, malamente van a resolver el problema porque son el problema.

¿Y lo demás? Pues, aparte del carnet por puntos -esto sí, una buena idea que, por lo visto, se debe demorar por dificultades técnicas- y de la crítica cuestión del matrimonio homosexual, no tenemos más medidas que reseñar que: una toma por asalto del Poder Judicial y una regularización de inmigrantes más que polémica. Tres o cuatro leyes... eso es todo. Bueno, aparte, por supuesto, de lo de siempre, alimentar a la parroquia (la cultura, la cultura... ¿a cuánto ascenderá el finiquito de Wyoming?) y de ponerle sus velas correspondientes al Jesús del Gran Poder. Pero esto va de suyo, gobierne quien gobierne, casi (no recuerdo que los de la cultura dejaran de insultarnos con nuestro dinero y que la devoción al Jesús del Gran Poder se hubiera cambiado por la del Cristo de los Gitanos, pongo por caso...)

Eso sí, hemos tenido frentismo y demagogia a raudales. El penúltimo episodio desgraciado, el del cumpleaños de Carrillo. Muestras ha habido de que no piensan matar la gallina de los huevos de oro. No están dispuestos a abandonar la posición de privilegio que Franco les legó. Item más, como apuntaba José Antonio Zarzalejos este fin de semana, las abiertas provocaciones –por el momento infructuosas- a ciertos ámbitos de la derecha serían parte de una muy meditada estrategia para conseguir partir el espacio electoral del PP, para crear un núcleo ultraderechista en España. Veremos en qué queda todo esto.

También hemos tenido tics progres para aburrir. Paridades, igualdades, palabras vacías, bautizos civiles y demonización del plural inclusivo. La imbecilidad al poder.

Así pues, parece que los españoles no andan desencaminados en su severo juicio al gobierno. ¿Por qué, entonces, su presidente no sólo salva los muebles sino que sale muy bien parado? Lo decía un comentarista hablando de Moratinos: cuando se cargan las tintas hablando de él, se comete una gran injusticia. El ministro de exteriores no diseña solo la política, simplemente la ejecuta. En torno a esa política hay una responsabilidad colegiada y, sobre esta, un impulso del presidente del gobierno. Esa especie de querubín es el responsable último de todo lo que sucede, como lo fue en su día el otro gran intocable y, en general, los que, por mandato constitucional, están investidos de confianza –son ellos, recuérdese, y no el equipo que encabezan-.

La explicación, a mi juicio, hay que buscarla, una vez más, en aspectos sociológicos y de creencia. De predisposición a la bondad en el juicio con respecto a la izquierda. Se ha dicho, con razón, que España es un país sociológicamente de izquierdas. Personalmente, creo que es cierto. Más aún, no ha dejado de serlo ni siquiera durante la época del PP. Y éste último también tiene su parte en el asunto.

Pero sobre eso, volveremos en la siguiente entrega.

2 Comments:

  • Buena visión general.

    By Blogger Luis I. Gómez, at 2:04 p. m.  

  • El PP no 'dejó' una buena economía española, fue el mismo ciclo económico quien posicionó a España en un panorama favorable.

    Saludos

    By Anonymous Anónimo, at 7:21 p. m.  

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