POR QUÉ VOTARÉ NO
Alberto Recarte daba hace poco, en Libertad Digital unas cuantas razones para votar "no" a la Constitución Europea (la constitución de Giscard). Ahí van las mías, que en buena parte son coincidentes:
En primer lugar, quiero votar no en respuesta a la demagogia continua de los que se pasan la vida dando o quitando certificados de europeidad a troche y moche. Se puede ser europeo, europeísta y estar en contra del Nuevo Tratado -lo mismo que se puede estar a favor-, faltaría más.
Porque lo de Giscard no es más que eso, otro tratado. Y, que yo sepa, hasta ahora no se nos han consultado los tratados, por lo menos a los españoles. ¿A qué viene ese súbito interés por conocer nuestra opinión? Es evidente que, en este contexto, la palabra "constitución" es un abuso de lenguaje difícilmente tolerable.
Dicen algunos que lo más sustantivo del nuevo tratado es la juridificación (incorporación a un texto articulado) de la carta europea de derechos humanos. El tribunal constitucional español y nuestra doctrina hace muchos años que vienen interpretando los derechos fundamentales en nuestro país desde el prisma de las declaraciones internacionales, sean vinculantes o no. No veo, por tanto, dónde está la novedad. ¿Los derechos humanos no son exigibles en el Reino Unido porque no hay texto escrito que los soporte, quizá?
Convengo con Recarte en que los que creen que la expresión sobre la intangibilidad de las fronteras garantiza la unidad de España son unos ilusos, además de que el argumento no es de recibo. Son unos ilusos porque la UE ha dado ya sobradas muestras de que, en conflictos de intereses, raramente reacciona de acuerdo con valores que se le suponen. Recarte cita la secesión de Eslovenia y su apoyo por Alemania, en su día -es cierto que no era, entonces una cuestión interna de la UE, pero se vio claramente qué consideración le merecía al gigante germano la estabilidad de la extinta Yugoslavia-. ¿Por qué no recordar Perejil?, ¿acaso no tuvo eso algo que ver con la "intangibilidad" de nuestras fronteras? Sinceramente, es más que de prever que, en un conflicto entre España y alguna de sus regiones, la Unión reaccionaría como de costumbre: apelando al diálogo entre las partes y conminándolas, con buenas palabras, a buscarse la vida -quizá nombraran un mediador como Moratinos-. Pero es que, por otra parte, si la unidad de España va a depender de un tratado internacional, mejor vamos buscando una fórmula de secesión razonable.
Es, por otro lado, más que seguro que los responsables de la Unión interpretarán el voto positivo como un aval. ¿Lo merecen? ¿Realmente estamos satisfechos con la UE que tenemos? ¿Estamos contentos con la UE del eje francoalemán, en la que los demás somos poco menos que flecos? ¿Podemos estar a gusto con un tratado que, para empezar, define Europa en clave políticamente correcta, prescindiendo de cualquier afirmación cultural -sí, hablo de lo de las raíces cristianas, no me escondo (hablo también de las raíces grecolatinas, del formidable patrimonio cultural común ignorado por una Unión a la que le preocupa más el folclore)-? ¿Estamos felices con una Unión que reacciona presta cuando plantamos más algodón del debido pero permanece totalmente ajena al genocidio cultural que se está cometiendo con los escolares de España y otros grandes países?... Personalmente, puesto que, sistemáticamente, ignoran la baja participación en las elecciones al Parlamento como voto de protesta, estoy por la labor de dar un toque de atención más duro.
No a los argumentos basados en el miedo. No hay vacío. Está Niza y Niza, para nosotros, es un buen tratado. Compete a otros buscar la solución. Y, sí, esto es una manifestación de interés nacional, y es legítimo.
Por último, no debemos desdeñar las razones sentimentales. Además de la razón inicialmente apuntada -que es sentimental-, o sea, que me apetece darle el fin de semana a la banda de políticamente correctos de turno, desde pequeñito he aprendido que nada, absolutamente nada bueno en la vida puede venir firmado por Giscard. Sobre todo si eres español, bueno, en realidad, si no eres francés. Pensándolo bien... quizá baste que no seas Giscard.
Este tema nos dará juego. ¡Ah, se me olvidaba!, y no creo en el tacticismo en estos asuntos: no creo que haya que votar nada porque otro vota de otra manera ni que haya que votar en un sentido determinado porque van a decir de ti que... Lo siento, Sr. Pérez Maura.
En primer lugar, quiero votar no en respuesta a la demagogia continua de los que se pasan la vida dando o quitando certificados de europeidad a troche y moche. Se puede ser europeo, europeísta y estar en contra del Nuevo Tratado -lo mismo que se puede estar a favor-, faltaría más.
Porque lo de Giscard no es más que eso, otro tratado. Y, que yo sepa, hasta ahora no se nos han consultado los tratados, por lo menos a los españoles. ¿A qué viene ese súbito interés por conocer nuestra opinión? Es evidente que, en este contexto, la palabra "constitución" es un abuso de lenguaje difícilmente tolerable.
Dicen algunos que lo más sustantivo del nuevo tratado es la juridificación (incorporación a un texto articulado) de la carta europea de derechos humanos. El tribunal constitucional español y nuestra doctrina hace muchos años que vienen interpretando los derechos fundamentales en nuestro país desde el prisma de las declaraciones internacionales, sean vinculantes o no. No veo, por tanto, dónde está la novedad. ¿Los derechos humanos no son exigibles en el Reino Unido porque no hay texto escrito que los soporte, quizá?
Convengo con Recarte en que los que creen que la expresión sobre la intangibilidad de las fronteras garantiza la unidad de España son unos ilusos, además de que el argumento no es de recibo. Son unos ilusos porque la UE ha dado ya sobradas muestras de que, en conflictos de intereses, raramente reacciona de acuerdo con valores que se le suponen. Recarte cita la secesión de Eslovenia y su apoyo por Alemania, en su día -es cierto que no era, entonces una cuestión interna de la UE, pero se vio claramente qué consideración le merecía al gigante germano la estabilidad de la extinta Yugoslavia-. ¿Por qué no recordar Perejil?, ¿acaso no tuvo eso algo que ver con la "intangibilidad" de nuestras fronteras? Sinceramente, es más que de prever que, en un conflicto entre España y alguna de sus regiones, la Unión reaccionaría como de costumbre: apelando al diálogo entre las partes y conminándolas, con buenas palabras, a buscarse la vida -quizá nombraran un mediador como Moratinos-. Pero es que, por otra parte, si la unidad de España va a depender de un tratado internacional, mejor vamos buscando una fórmula de secesión razonable.
Es, por otro lado, más que seguro que los responsables de la Unión interpretarán el voto positivo como un aval. ¿Lo merecen? ¿Realmente estamos satisfechos con la UE que tenemos? ¿Estamos contentos con la UE del eje francoalemán, en la que los demás somos poco menos que flecos? ¿Podemos estar a gusto con un tratado que, para empezar, define Europa en clave políticamente correcta, prescindiendo de cualquier afirmación cultural -sí, hablo de lo de las raíces cristianas, no me escondo (hablo también de las raíces grecolatinas, del formidable patrimonio cultural común ignorado por una Unión a la que le preocupa más el folclore)-? ¿Estamos felices con una Unión que reacciona presta cuando plantamos más algodón del debido pero permanece totalmente ajena al genocidio cultural que se está cometiendo con los escolares de España y otros grandes países?... Personalmente, puesto que, sistemáticamente, ignoran la baja participación en las elecciones al Parlamento como voto de protesta, estoy por la labor de dar un toque de atención más duro.
No a los argumentos basados en el miedo. No hay vacío. Está Niza y Niza, para nosotros, es un buen tratado. Compete a otros buscar la solución. Y, sí, esto es una manifestación de interés nacional, y es legítimo.
Por último, no debemos desdeñar las razones sentimentales. Además de la razón inicialmente apuntada -que es sentimental-, o sea, que me apetece darle el fin de semana a la banda de políticamente correctos de turno, desde pequeñito he aprendido que nada, absolutamente nada bueno en la vida puede venir firmado por Giscard. Sobre todo si eres español, bueno, en realidad, si no eres francés. Pensándolo bien... quizá baste que no seas Giscard.
Este tema nos dará juego. ¡Ah, se me olvidaba!, y no creo en el tacticismo en estos asuntos: no creo que haya que votar nada porque otro vota de otra manera ni que haya que votar en un sentido determinado porque van a decir de ti que... Lo siento, Sr. Pérez Maura.
2 Comments:
Lo suscribo íntegramente. De hecho acabo de enviarlo por e-mail, como podrás comprobar cuando te llegue. Sería interesante conocer la opinión de Sal - que no sé quien es pero presumo que vivirá en algún otro país de la UE -, para así saber como se respira en otros paises. Felipe.
By Anónimo, at 2:12 p. m.
Felipe:
Sal es el marido de una amiga mía. Viven en España, pero él es norteamericano. Ya te hablaré de él.
Feliz Navidad,
Fernando
By Anónimo, at 4:54 p. m.
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